Bullying Escolar: ¿De qué estamos hablando?
Cada cierto tiempo somos conmocionados por noticias que nos revelan situaciones de escolares golpeados gravemente por sus compañeros, al interior de los establecimientos educacionales, incluso, con resultado de muerte, como fue el caso hace un par de años de una adolescente en el norte de nuestro país que se quitó la vida producto del “bullying”, término traducido en nuestro país como matonaje escolar y que se refiere a acciones de hostigamiento constante que puedo o no terminar en agresión física, ejercido por un grupo de escolares sobre otro, elegido para tal fin.
Lo cierto es que el bullying, que hoy vuelve a ser noticia en los medios de comunicación, es sólo una expresión de las pautas relacionales violentas que se han ido instalando en los intramuros de algunas escuelas y que no sólo se manifiestan en el matonaje interpares, sino que alcanza también la relación de alumnos con y desde los profesores y autoridades, al interior de centros educacionales, particularmente municipalizados y subvencionados (1), donde sin duda el bullying ha tenido mayor visibilidad – por tratarse de casos de niños atacados con consecuencias graves, denunciados ante los medios de comunicación por los propios familiares- lo que no implica la ausencia de estas otras expresiones de violencia, ni que no afecte también a establecimientos educacionales particulares.
Los modelos clásicos de estudio de la agresión infantil, de orientación psicoanalítica y cognitiva conductual, explicaban esta agresión, basándose sólo en predisposiciones de la personalidad o trastornos conductuales por aprendizajes sociales. Si nos situamos específicamente en el bullying, las manifestaciones del problema nos demuestra el carácter sistémico del fenómeno, donde interactúan en su generación, no sólo el niño agredido y los agresores, sino también los testigos, donde se encuentran, los incitadores o testigos activos, directos e indirectos y los pasivos, también directos e indirectos, que niegan y / o naturalizan los abusos tal como lo pudimos apreciar recientemente en un noticiario de T.V., en las opiniones de una directora de establecimiento educacional, que minimizaba un grave ataque a un niño de 7 años, refiriéndose al hecho como “juegos de niños”.
Si bien las asimetrías de poder interpares se han expresado desde la existencia misma de la Escuela, en la forma de abuso de los niños más fuertes, por características físicas o intelectuales, contra los más débiles, mediante bromas, humillaciones, descalificaciones, y a veces golpes físicos, para quienes se han aproximado a la realidad actual de muchos colegios municipalizados y subvencionados, sorprenden las pautas relacionales agresivas presentes en algunos establecimientos educacionales, que marcan las convivencia interpares, entre profesor alumnos y viceversa, con cada vez mayor indiferenciación de género y de precocidad etárea entre los estudiantes, lo que refleja una pauta de comportamiento de alguna manera legitimado que merece un análisis exhaustivo .
El análisis del fenómeno del bullying, nos muestra la multiplicidad, interconexión e interdependencia de los factores presentes, donde la diada agresor – agredido, son sólo los actores directos de un engranaje relacional, que se da en un entorno sociocultural que permite que estos hechos se den de manera pública, es decir, con testigos presenciales, que observan y participan del abuso, donde además la agresión se da con sostenibilidad en el tiempo donde las víctimas son seleccionadas con antelación, y sobre la cuál se ejerce el abuso en forma planificada, sistemática y progresiva, alcanzando las agresiones los límites de los cuales hemos sido testigos. Estamos hablando por lo tanto de ciertas condicionantes contextuales intra y extra escuela, que juegan, por acción u omisión, roles de incitadores, complacientes, negadores o de indiferencia ante el problema, donde sin duda hay una responsabilidad social adulta, desde las autoridades de los establecimientos, inspectores, profesores, hasta por supuesto, las familias, que claramente constituyen testigos directos, tanto activos como pasivos de la dinámica agresiva. Pero tampoco se puede omitir, la relación de este fenómeno, con la presencia de factores estructurales que están en la base de la generación del problema. Entre estos, no se puede dejar de mencionar las transformaciones socioeconómicas y socioculturales derivadas de la modernización neoliberal, que han modificado sustancialmente, los escenarios de construcción de las relaciones sociales y los sujetos que las protagonizan, así como las formas de convivencia y resolución de conflictos, debilitándose sustancialmente la influencia normativa y valórica de las instituciones clásicas de transmisión sociocultural, mientras se extiende la influencia hegemónica de las tecnologías de la información y las comunicaciones que impactan en forma efectiva en la formación y comportamiento de los nuevas generaciones.
En este quiebre estructural, la escuela pierde su influencia normativa y se transforma en el escenario donde se expresan con mayor nitidez las características de un nuevo sujeto escolar, portador de mayor autonomía normativa y por lo tanto más desafiante de la autoridad adulta y sin embargo, más desvalido y vulnerable emocionalmente. Algunos de estos niños compensan sus carencias afectivas y su falta de pertenencia familiar, con sus grupos de pares, con los cuales construyen sus lealtades en la cotidianeidad de la escuela, favorecidos por la mayor permanencia que les significa la jornada extensa. Entre ellos, constituyen redes de protección y construyen identidades de pandilla, desde donde desafían la autoridad escolar, establecen y controlan territorios al interior del establecimiento y discriminan al que es diferente, hostigándolo y atacándolo desde su posición de poder. Elementos comunes en las declaraciones de las autoridades educacionales donde se han revelado situaciones de bullying últimamente, han sido justamente, el actuar en grupo, protegidos por fuertes vínculos de lealtad entre ellos, la selección previa de sus víctimas, la planificación de sus acciones, la escalada progresiva de las agresiones y el silencio conciente y a veces complaciente del resto de la comunidad escolar .
Todos estos elementos, más allá de la conmoción pública que generan, nos señalan un alerta sobre el tipo de sociedad que estamos construyendo y la relevancia que adquiere la escuela en esta construcción, dada la cobertura educacional que existe en el país y la cantidad de horas que pasan los niños en ésta, lo que demanda una responsabilidad no sólo de los actores involucrados, sino fundamentalmente del Estado, y la sociedad en su conjunto, enfocando la situación desde un mirada transdisciplinaria que permita abordar el problema desde su multiplicidad de dimensiones.
_________________________
(1) Lo que no quiere decir que el problema no exista en colegios particulares, de distinto estrato social, pero la visibilidad pública la han obtenido mayoritariamente, casos de colegios municipalizados y subvencionados
Cecilia Leblanc es docente de la Escuela de Trabajo Social, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Publicado en el Diario La Nación del lunes 26 de abril.