Francisco Olucha Sánchez: El mito de la ficción digital

Francisco Olucha Sánchez: El mito de la ficción digital

 (*) Por Francisco Olucha Sánchez. Columna publicada en Crónica Digital

Desde finales del siglo pasado o principios de este, se estaba gestando un cambio radical en nuestras sociedades con la incorporación y popularización del mundo digital en diferentes esferas de nuestra vida. Podríamos llegar a un consenso generalizado por parte de las personas que vivimos esa transición como una verdadera revolución tecnológica en nuestra cotidianidad. Esa constante presencia en nuestras vidas, en cualquier momento, se ha convertido en una apetitosa arma para los intereses de distintas organizaciones.

En los últimos 15 años, las campañas políticas y electorales han estado muy centradas en su exposición en el mundo digital. Al igual que empresas, ONGs u otras organizaciones, la clase política y los partidos saben que es otro espacio donde deben estar presentes. En su día, la búsqueda y disputa de ese espacio era muy atractivo, entre otras cosas porque era una forma de interactuar con los segmentos sociales más jóvenes. Sin embargo, actualmente está sobresaturado, un exceso de información y propaganda en la que es muy difícil distinguir que es verdad y que es opinión, que es una impostura o una realidad.

De hecho, la sobreexplotación del espacio digital y, en concreto, de las redes sociales ha generado un paradigma de banalidad política. Por un lado, la facilidad que genera lanzar mensajes vía digital para llegar a una mayor exposición social que antes lo proporcionaban las coaliciones o partidos políticos. No requiere estar tan presente en diversos espacios sociales para interactuar con el público. También provoca un mayor distanciamiento social del que existía anteriormente. Por otro lado, la falta de discusión política sobre ideas o enfoques que sirvan para atender las demandas sociales de la ciudadanía. Es preferible la utilización de las redes sociales para otros menesteres como presentando éxitos institucionales o la simpatía que las candidatas y candidatos desprenden entre la población.

La sociedad del espectáculo

En 1967, el filósofo francés Guy Debord publica la sociedad del espectáculo. El autor entiende que las sociedades son un constructo de identidades culturales que necesitan acumular y representar espectáculos. La configuración, exposición y consumo de nuestra realidad cotidiana abandonando nuestro derecho a la intimidad. A pesar de que Debord no tenía la tecnología digital en el momento de escribirlo, este libro está muy vigente con la era digital.

Esa alta acumulación de representaciones que se percibe con notoriamente en las redes sociales tiende a exponerse una visión banal de la política. La apariencia se impone con facilidad al ser; donde es más importante reflejar lo que, en muchas ocasiones, no se es. Por tanto, se transmite una ficción digital que desplaza a la realidad social. La búsqueda del agrado lleva a muchos candidaturas y partidos a esparcir una serie de vídeos e imágenes que son entretenidos sin ningún tipo de mensaje. En el mejor de los casos, con mensajes simples cortos donde no existe una reflexión o una idea que no está relacionada a los valores políticos que se dicen defender. Tan sólo es un show.

Luego, se impone la realidad social. Más allá de acumular cientos de miles de likes o seguidores en redes, se percatan que eso es insuficiente para poder disputar en la arena electoral. El trabajo de proximidad, en terreno, es fundamental para confeccionar una candidatura. No dejarse llevar por el atractivo de las redes sociales por los bailes, las bromas o los memes. Después de las elecciones parlamentarias, muchos lamentaron el resultado pensando que el número de seguidores podría ser similar al número de votos. No se puede confundir la ficción digital con la realidad social, porque la primera supera la segunda. El mejor ejemplo es Gustavo Gatica que acabó siendo la primera mayoría en su distrito por su constante trabajo en el territorio. Se convirtió en la primera mayoría del distrito frente a muchos incumbentes.

La guerra digital es sucia

Uno de los grandes temas durante la campaña ha sido la guerra con los bots y trolls que todas candidaturas utilizan. Sin embargo, algunas candidaturas y comandos han empleado estas herramientas digitales para sembrar la desinformación, el caos, y la pesadumbre. La gran protagonista de esta historia es Evelyn Matthei, que ella y su equipo y candidaturas parlamentarias señalaron en reiteradas ocasiones al equipo de José Antonio Kast. Se cuestionó en innumerables ocasiones la salud mental de la candidata y afearon las candidaturas parlamentarias. Y, aun así, cuando era evidente el resultado electoral de primera vuelta, el equipo de Matthei encabezado por ella misma reconoció la derrota y se fue a la sede del comando de José Antonio Kast para mostrar públicamente su apoyo. Muchos pensarían que a Chile Vamos le gusta el sadomasoquismo: después de denigrarles a niveles indecentes, acto seguido de perderlas elecciones se van al comando de Kast. En ese momento, muchas personas pensamos que es no tienen un ápice de amor propio o dignidad.

Sin embargo, la excandidata presidencial reapareció recientemente en redes sociales. Diversos mensajes simplones y banales como si de una influencer más se tratará, pero con diferentes guiños a la candidatura de Jeannette Jara. A pesar de ese apoyo hace un mes atrás, la exalcaldesa, exministra y ex muchos otros cargos públicos pareciera que se hubiera rebelado y ha sido una de las mayores incógnitas que va a hacer en esta segunda vuelta. El 16 de noviembre, Matthei dio su apoyo a José Antonio Kast, pero no ha hecho campaña ni impacto mediático. Y, sorpresivamente, aparece esta última semana apoyando a la candidita de la izquierda aparentemente.

Este hecho bien lo define el primer ministro británico Winston con su emblemática frase: “existen amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partidos”. No debería sorprender teniendo en consideración que al igual que el comando de Kast ha denigrado su candidatura y maltratado su figura, no querrá eso para Chile. Siempre que quiera lo mejor para Chile. Realmente, Evelyn Matthei ha sido coherente con su proceder, especialmente en una época marcada por la banalidad de la era digital. Tampoco acabo de definir su postura hacia la segunda vuelta generando contenido audiovisual trivial y vacuo propio de los tiempos digitales. Si alguna parte que caracteriza esta revolución digital es la falta de definición y discusión política de la industria del entretenimiento digital.

(*) Doctor en Ciencia Política y docente de la Universidad Academia Humanismo Cristiano.

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