A cincuenta años de la Unidad Popular: El acceso a los libros

A cincuenta años de la Unidad Popular: El acceso a los libros

(*) Por Tomás Moulián

Columna publicada en La voz de los que Sobran

Hace cincuenta años, un 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende fue electo presidente. Motivo suficiente para recordar ese gobierno, el más democrático de la historia de Chile contemporáneo. Un ejemplo basta como recuerdo de ese carácter: los opositores pudieron realizar el paro de octubre de 1972, el cual dura un mes, sin ser aprisionados, torturados o asesinados, como lo fueron posteriormente. Hay que partir diciendo que la Unidad Popular, fue una fiesta. ¿Por qué?

Especialmente porque los sectores populares se sentían los protagonistas del proceso y pensaban que la revolución estaba a la orden del día. Pero también lo fue por las tareas realizadas. Ellas fueron las siguientes, rápidamente evocadas: la estatización de la banca, a través de la compra de acciones; la nacionalización del cobre, lograda por la unanimidad del parlamento; la creación del área de propiedad social con las empresas monopólicas; la instalación de cordones industriales y comandos comunales para incentivar la participación popular; la intensificación de la reforma agraria; la creación de las JAP, para enfrentar la escasez desde la base.

Este intento de avanzar hacia el socialismo por la vía pacífica e institucional fue una fiesta que no se ha vuelto a repetir, pese a los gobiernos de centro izquierda del periodo post dictatorial. Constituyó un esfuerzo casi único en el mundo, pues todas las otras revoluciones tuvieron un componente militar. Era, como le gustaba decir a Allende, una revolución con empanadas y vino tinto, es decir una revolución a la chilena.

En la conmemoración de estos cincuenta años quiero recordar a la Editorial Quimantú, creada por decisión del presidente. Su importancia consiste en que busca hacer llegar la cultura a los sectores populares. La idea de fondo era que la construcción del hombre nuevo requería que todos pudieran tener acceso a los libros.

Por ello la editorial crea una serie de mini libros. Su importancia era doble. Una era el precio barato y otro el hecho de que publicaban a los clásicos de la literatura universal y chilena. Además el libro salía a la calle, pues se vendían en los quioscos de diarios. Se veía circular al obrero de la construcción con un libro de cuentos de Guy de Mauppasant o de Mark Twain en las manos o a la psicóloga, quien además de ensayos de su profesión, leía a Balzac. O al joven estudiante que se extasiaba con Faulkner.

El primer libro publicado fue La sangre y la esperanza de Nicomedes Guzmán. Es interesante esta idea que el “hombre nuevo” debía leer literatura. Además la editorial publica una revista de cultura, también los Cuadernos de Educación Popular. El interés del gobierno de Allende por publicar estos libros de literatura demuestra una concepción amplia de la política y también una concepción amplia de la cultura.

La política era mucho más que lucha por el poder, pues debía contribuir a crear un “hombre nuevo”; uno para quien acceder a la cultura era una tarea importante. Por eso el presidente impulsa la creación y el funcionamiento de una editorial del estado, cuyos mini libros abordan a los principales escritores contemporáneos.  Pero el gobierno de Allende fue una fiesta que devino en una tragedia. Esta fue el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.

Ese día Allende habla cerca de las diez de la mañana por la única radio de izquierda que quedaba al aire. Allí se refiere al hombre nuevo, habla con esperanza del futuro. Combate durante toda la mañana y continua haciéndolo después que La Moneda es bombardeada. Como lo había dicho no sale de ese lugar con vida. Repite el gesto ejemplar de Balmaceda.

Este golpe dio lugar, como se sabe, a una dictadura, cuyas principales características fueron el carácter cívico militar, el contrarrevolucionario, el personalista y también el hecho de tener un proyecto, el cual consistió en la neoliberalización de la economía y en la mercantilización de la cultura.

Pero esta larga dictadura no sepultó lo realizado por Allende. Este entra en la historia como un héroe cívico, porque su gobierno fue una fiesta que no se puede olvidar. Hay que recordarla año tras año y especialmente en este medio siglo.

 

(*) Sociólogo, Premio Nacional de Cs. Sociales y docente UAHC