Antropólogo Claudio Espinoza: “El país necesita mirarse al espejo, a través de la antropología, para comprender sus conflictos actuales”

Antropólogo Claudio Espinoza: “El país necesita mirarse al espejo, a través de la antropología, para comprender sus conflictos actuales”

Con una formación en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) de México —una de las instituciones académicas más prestigiosas de Latinoamérica— y como actual director del Doctorado en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, el antropólogo de nuestra casa de estudios Claudio Espinoza es parte de la investigación “Conflicto y superdiversidad en lo local”, proyecto que reúne a académicos de diversas universidades con el objetivo de diseñar modelos que integren distintas formas de comprender y habitar el conflicto en contextos de creciente diversidad, mediante el análisis comparado de cuatro municipios chilenos.

En un momento crucial para las ciencias sociales en el país, tras la concesión del Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanidades al intelectual y exrector de la UAcademia José Bengoa, Espinoza analiza los aportes que esta disciplina puede realizar para resolver conflictos y visibilizar realidades. “Bengoa representa una antropología que no se limita a describir la realidad, sino que se compromete con ella”, sostiene. Una tradición que, a su juicio, hoy se encuentra amenazada por la lógica neoliberal que ha convertido al conocimiento en un producto más.

A nivel global, los antropólogos son voces clave en los grandes debates contemporáneos: desde la crisis climática y los flujos migratorios hasta los estudios de género, las transformaciones familiares y el análisis de las desigualdades estructurales. Su labor resulta fundamental para traducir estas complejas realidades y acercarlas a la comprensión ciudadana. “Eso es lo que hace la antropología cuando cumple su vocación más profunda: proveer de herramientas a la sociedad para mirarse al espejo, con todas sus diversidades, tensiones y contradicciones”, señala Espinoza.

A partir de su investigación sobre conflicto y superdiversidad, que le ha permitido recorrer territorios tan distintos como Arica, Huara, Los Vilos y Collipulli, ¿qué realidad sigue siendo la más invisible para Chile?

A grandes rasgos, lo primero que se observa es una cuestión bastante obvia, es que existen varios Chiles dentro de Chile: desde su geografía hasta distintos dominios culturales, vivimos en un país de una enorme diversidad y allí hay una primera cuestión que resaltar: una de las grandes constantes en la historia de la humanidad es su enorme pluralidad, se trata de una característica que nos distingue de las otras especies animales. Lamentablemente aquello que podría representar una ventaja, una riqueza -en estricto rigor la diversidad cultural es justamente eso, un recurso valiosísimo- ha sido más bien asumido por la humanidad como un problema, y ha sido la base de tensiones, conflictos y violencias de todo tipo.

Un segundo hallazgo, son los temas que hoy marcan muchas agendas en los espacios locales, esto es, una fuerte visibilización de identidades étnicas: los afrodescendientes en Arica, los changos en una larga franja costera desde el norte hasta la zona central, diaguitas en el norte chico y, más al sur, por supuesto organizaciones mapuche que poseen una historia reivindicativa más larga, pero que hoy adquiere nuevas formas y se desenvuelve en una trama muy compleja de actores, y con un alto grado de tensión y violencia, incluido el Estado.

Otros temas nacionales se vinculan fuertemente con los problemas del extractivismo: mineras en el norte, incluido el Norte Chico, y empresas forestales y parques de energía eólica en la Araucanía.

¿Y cómo se pueden abordar esos temas hoy?

Si no se asumen con seriedad y apertura, los conflictos irán escalando. En este sentido hay que tomar con cuidado las recomendaciones del informe de la Comisión Por La Ppaz y Entendimiento. Como lo han dicho con claridad diversos colegas, entre ellas la presidenta del Colegio de Antropólogos y el mismo premio nacional, José Bengoa; muchas de las propuestas allí contenidas apuntan en una dirección absolutamente contraria a lo que esperan las comunidades. De allí que la estén rechazando, y con toda razón.

Otro de los temas que más ha aparecido es el de la migración, que también supone la llegada de nuevos actores a los espacios locales y que viven situaciones que pueden generar tensiones y donde los municipios deben intentar actuar con herramientas y recursos, a veces escasos.

Más allá del reconocimiento personal, ¿cree que este premio a José Bengoa reivindica el rol social de la antropología en nuestro país?

Me parece que en la trayectoria de Bengoa hay un buen lente para observar los alcances y méritos de la antropología hecha en Chile, pero al mismo tiempo esta trayectoria notable nos hace pensar en algunos obstáculos con los cuales se encuentra esta ciencia en la actualidad.

Su carrera nos muestra una destacada trayectoria de investigación, pero que no es una investigación pura, por decirlo de algún modo, sino que es muy coherente con el derrotero de una línea destacada en la antropología latinoamericana:  una investigación profundamente comprometida con las personas con las cuales se trabaja. Uno de sus más grandes libros, Historia del Pueblo Mapuche, publicado a mediados de los años ochenta, es un verdadero hito en la historia de la antropología chilena.  Es el resultado de una aproximación antropológica e historiográfica, pero con sentido político. El objetivo de Bengoa no era obtener unos cuantos puntos para un ranking y que eso le sirviera para postular a un proyecto o recibir un estímulo económico como sucede hoy en día. Su objetivo era contar una historia silenciada, invisibilizada y al mismo tiempo aportar a la causa mapuche.

En un país con una diversidad cultural tan rica y a la vez tan conflictiva como Chile, ¿qué relatos o historias puede rescatar la antropología para aportar a un desarrollo más inclusivo?

La antropología en Chile ha contado con un esfuerzo constante de sus propios protagonistas. En un país que más bien se ha tapado los ojos frente a su diversidad, este trabajo no ha sido valorado como otros países. Pero el contexto actual para su ejercicio y también para el de la vida social en general, es el neoliberalismo profundo. Ese es el escenario donde nos movemos. El principal obstáculo es que el conocimiento se ha mercantilizado, y nuestra disciplina lucha por mantener su vocación de servicio público en un sistema que premia la utilidad inmediata sobre la comprensión profunda.  Quizás las nuevas generaciones de colegas deberían recuperar la idea de que la labor de las y los antropólogos es fundamental para la vida social. Este carácter que posibilita la comparación -enfoque intercultural-, otorga una posición privilegiada para sugerir transformaciones en los modos de vida que puedan repercutir en una mejoría en la vida de las personas y las sociedades. ¿Por qué limitarse a comprender y no avanzar en contribuir a transformar?

 

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Antropología Facultad de Ciencias Sociales y de Educación