Bolivia: un ethos de conflictividad permanente
(*) Por José Orellana
Bolivia viene ofreciendo desde inicios de los años 2000 un dinamismo social prodigioso en procesos políticos que difícilmente dejan indiferentes a cientistas sociales, analistas políticos y por sobre todo, a su propio pueblo. Otros indicarán que será desde la recuperación de la democracia en la década de los 80’que los viene ofreciendo y los más estructurales en reflexión, indicarán que se debe proyectar desde la revolución nacionalista promovida por el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) (hoy movimiento y partido político muy disminuido en presencia política y electoral), como el clivaje sociopolítico óptimo para entender lo observado por estos días.
Por lo pronto, interesa en esta opinión, observar lo que permite el sistema político boliviano, cuando un gobierno catalogado de facto, liderado por Jeanine Añez, se entiende de transición para pasar de uno corrupto y autoritario liderado por Evo Morales, a otro, en forma, esto es, en legitimidad política, legal y social. Lo anterior, a causa de la invalidación, por fraude electoral de las elecciones que ganó Evo Morales y el MAS en primera vuelta no sólo en el ejecutivo, sino que también en el legislativo contundentemente, independiente de mantenerse en el poder desde el año 2006 (incluida la permanente campaña de anti MAS y anti Evo, no sólo en esta elección, sino que en todas las anteriores).
Cabe recordar, que gracias al emblemático 21 de febrero del año 2016, cuando no lograron el porcentaje necesario en referéndum para aprobar una modificación constitucional que le permitiera una nueva postulación a la presidencia, se articuló una oposición política contra el gobierno de Evo y el MAS, que obligó al oficialismo masista acudir, vía otros argumentos políticos y legales internacionales (poco creíbles para la opinión pública y grupos de interés de su país)[1], a perseverar en la validación y postulación a una cuarta candidatura a la presidencia, contribuyendo de paso, a la consolidación opositoria, que aunque fragmentada, igualmente, territorializó la resistencia con masivas manifestaciones; a lo que se sumó el informe de la Organización de Estados Americano (OEA), respecto del aparente fraude electoral del domingo 20 de octubre del 2019, hecho que sin perjuicio de ser desmentido por un informe internacional (Centro para la Investigación Económica y Política – CEPR – por sus siglas en inglés, think-tank con sede en Washington)[2], fue suficiente para activar más asertivamente la oposición política y social boliviana, destacándose, el rol de los Cívicos de Bolivia liderados, prioritariamente, por Fernando Camacho de Santa Cruz y Marco Pumari de Potosí, agregándose el liderazgo de Carlos Mesa, entre otros. Para complejizar, aún más el hecho, ahora se suma el informe proveniente de un análisis estadístico realizado por dos investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), que no sólo cuestiona el informe de la OEA, sino que afirma que no existió fraude[3], hecho que rápidamente ha sido cuestionado por las autoridades vigentes, catalogándola como noticia falsa (gestionada por el periódico Washington Post?. Además, ha permitido una tensión diplomática con México y Argentina, ya que el primero solicitó revisar la situación y, el segundo, le dio crédito inmediato a la idea de que Evo y el MAS ganaron legítimamente la elección del 2019.
Es preciso consignar que en un lapso acotado de tiempo, algunos actores políticos, tras los resultados de la elección de octubre del 2019, buscaron una segunda vuelta que, probablemente, le habría permitido a Carlos Mesa convertirse en Presidente, mientras, otros, como los cívicos, buscaron, inmediatamente repetir la elección sin Evo, exigiendo, además, su renuncia al cargo de presidente, todo ello acompañado con una gran movilización social que tenía bloqueada a Bolivia, cercado a Evo y al MAS, obligando el exilio del Presidente y de otros personeros de su gobierno (antes del exilio, hubo llamados de diálogo de Evo a la oposición para dar gobernabilidad, en acto seguido, accedió a repetir las elecciones, hasta que finalmente tuvo que renunciar a su cargo, dado el realineamiento de las FF AA – Ejército, más la policía nacional sugiriéndole su renuncia en bien de la paz en Bolivia).
Tras ello, y en procedimientos político – legales objetables (como ejemplo, el tecnicismo del quorum legislativo necesario para aceptar la renuncia del Presidente, donde no participaron los legisladores del MAS), se erigió como Presidenta interina la ex Senadora Añez, asegurando que no se prestaría para liderar alguna opción para los próximos comicios electorales que debía organizar por mandato de la asamblea plurinacional, cuestión que ya no fue, dado que el binomio Juntos, integrado, además por el ex apoyo estratégico de Carlos Mesa en la elección anulada en 2019, Samuel Doria Medina, la lleva como flamante candidata a la presidencia (el Tribunal Supremo Electoral – TSE -, fijó para el 3 de mayo del 2020, las elecciones a presidente y del congreso)
Tras la inhabilitación de Evo Morales como candidato a Senador por Cochabamba, decretada por el TSE, producto de no cumplir con el requisito de residencia que exige la ley electoral (el principio de residencia habitual registrado; debe ser donde desarrolla su proyecto de vida; y se requiere la residencia efectiva en ese distrito) ¿qué es lo que viene ahora, antes del 03 de mayo y posterior a ese día con los resultados electorales?, más cuando a Evo lo han declarado Jefe de campaña del MAS para estas elecciones del 03 de mayo, donde, además, busca el gobierno de transición y facto, aplicarle justicia en función de los delitos de fraude electoral del 20 de octubre del 2019, agregándosele desde los sectores en competencia responsabilidad por los decesos producidos en las manifestaciones políticas y sociales que se inauguraron tras el triunfo de Evo y el MAS en 2019.
Una respuesta debería buscarse en los resultados de la elección del 2019 y en la última encuesta realizada, la cual permitió una consistente intención de votos al MAS por medio de su binomio y una fragmentada intensión de voto para la derecha representada en Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana), en Fernando Camacho (Creemos), Jeanine Añez (Juntos) y en el Coreano Chi Hyun Chung (Frente para la Victoria), circunstancia no muy distinta a lo que vivenció el sector durante los años de apogeo del gobierno masista (e inclusive en la última elección anulada), cuestión que augura ingobernabilidad, si es que en una segunda vuelta ganan la primera magistratura y los números en el Congreso acompañan al masismo, configurándose, en un clima de crispación y polarización política como el vigente, un explosivo gobierno dividido, tan propio de Sudamérica, cuando de presidencialismo se refiere. Por lo pronto, a días de la elección y, tras los resultados de la última encuesta[4], se buscan nuevos alineamientos para enfrentar al MAS, competitivamente, tanto para una primera vuelta, como también para una segunda, si es que los resultados lo permiten. Quedará ver el efecto que tendrá el informe del MIT, en el MAS, gobierno y en la oposición política, como también en el electorado, ya que demostrarse que la elección del 20 de octubre no estuvo viciada, complicaría la argumentación de fraude electoral, instalando otro aspecto de tensión en la ya convulsa y polarizada sociedad boliviana. Ello, independiente de que hoy se considere falso desde el gobierno Añez y la mayoría de los candidatos que enfrentan la elección del 03 de mayo.
Si en la eventualidad de que el binomio Luis Arce-David Choquehuanca se impusiera en primera vuelta (¿difícil situación?), junto con la sorpresa que provocaría, no sería garantía de que se volviera a la normalidad, o bien, a un reordenamiento en gobernabilidad, ya que el regionalismo, activado como es de costumbre por los comités cívicos de Bolivia, con el racismo, operando transversalmente en amplios sectores de la sociedad civil boliviana, lo resistirían. Si ganaran en segunda vuelta, tras realineamientos, sobre todo el de las FF. AA. (se entiende que también con los sectores populares, campesinos, cocaleros… los subalternos), la situación no debiese cambiar demasiado, en cuanto resistencia, ya que continuarían siendo gobernados por un movimiento/partido que representa todo lo que no buscan los sectores más conservadores y oligarcas, cristalizados en los regionalismos indicados. De todos modos, el debilitamiento político tras una eventual derrota, aseguraría mantención y aumento de la fragmentación del sector, posibilitando un periodo de calma.
Una interpretación posible para comprender lo que ocurre en Bolivia, tiene que ver con cómo su sociedad se ha esculpido a lo largo de los años. Sería su ethos de conflictividad social y política articulada en unas elites dependientes y subalternas a los capitales centrales nacionales o de corporaciones transnacionales, organizadas en racismo, clasismo y regionalismo, una explicación posible. Durante los casi catorce años del gobierno de Evo y el MAS, se interpeló a los ordenamientos sociopolíticos y socioculturales logrados en este ethos, no sólo por mostrarse rebelde con la condición de subalterno a toda escala, sino también por incorporar mayorías postergadas (en gobierno y clase media), que no sólo le dieron estabilidad al país, sin perjuicio de los errores cometidos, sino que también permitieron crecimiento y desarrollo, que aunque no se escapó de las matriz clásica en la que se organiza Sudamérica (extractivismo), y su constitucionalizada filosofía del buen vivir, permitió más calidades de vida para vastos sectores de la bolivianidad.
Inverosímil sería, que, ante la existencia de un ethos de conflictividad permanente, el cual ha dificultado la consolidación de un proyecto nacional clásico, el gobierno del MAS, que también se gestó en conflictividad en los años 2000, no la experimentase tras los casi catorce años en el poder, más allá de sus errores, sea en el ejecutivo como en el legislativo. Lo cierto es que, otra vez, como ha sido una constante en Bolivia y una mayoría de los estados nacionales de Sudamérica, las FF. AA. tienen un rol estratégico en este tipo de coyunturas. Lo tuvieron en la caída de Evo, pero también en su mantenimiento como gobernante. Son importantes, porque, pareciera ser, son parte del ‘cemento’ que permiten la convivencia entre dos proyectos regionales globales difícilmente complementables como han sido el altiplánico v/s el del valle (Santa Cruz), que guste o no a las elites regionales, con el gobierno del MAS, se logró el más largo gobierno de la historia boliviana, haciendo del proyecto de la plurinacionalidad, otro eje cohesivo, permitiendo el reconocimiento de las mayorías populares e indias, mientras el crecimiento regional de Santa Cruz (media luna), no sólo se consolidó, sino que también creció y diversificó, según indican varios indicadores económicos, demográficos y políticos[5].
[1] Ver en https://www.elquintopoder.cl/internacional/bolivia/
[2] Ver en https://www.eldiario.es/internacional/electoral-derrocamiento-Evo-Morales-Bolivia_0_967303850.html
[3] Ver en https://www.eldiario.es/internacional/MIT-probabilidad-Evo-Morales-Bolivia_0_1000550128.html
[4] Ver en https://www.elmundo.es/internacional/2020/02/17/5e4aea0f21efa03a5c8b45c1.html
[5] Ver en https://www.celag.org/la-economia-boliviana-2019/
(*) Geógrafo, académico Escuela de Ciencia Política y RR. II. UAHC. Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.