Criminalizar para moralizar al cuerpo social: creando causas para lograr la restauración conservadora que Chile necesita
* Por Ximena Valdés
Columna publicada en Le Monde Diplomatique
La estrategia desatada por estos ingeniosos criollos aprendices de Goebbels para apuntar derecho al derrotado corazón octubrista, a erradicar el feminismo, es una estrategia poderosa pues vehiculiza cierto tipo de información que viaja mucho más rápido que su contenido. Crean, apelando al sentido común acusaciones que se transforman en verdades indesmentibles. El común de las gentes las creen y he ahí su efectividad. Son acusaciones graves que destruyen personas inscritas en instituciones que albergan un pensamiento crítico, a veces disruptor de las verdades consagradas. Se trata de criminalizar a personas para volver atrás en el campo cultural de lo logrado en términos de cambio en las costumbres y leyes en materias como los derechos sexuales y reproductivos, las libertades individuales y otros, acusando día a día sin tregua a mujeres ahora como incitadoras a la pedofilia. Esta campaña de propaganda de restauración conservadora, caza de brujas de por medio, se produce tras el grito colectivo contra el abuso, contra el control de los cuerpos, contra el acoso sexual, grito que se produjo en nuestro país en estos últimos años. Tal campaña no es fácil de frenar.
Al parecer la historia no nos desmentirá que luego de movimientos tan fuertes como los que conocimos hace pocos años, vienen tiempos de vuelta atrás. Todavía no hay desmentidos históricos.
Tras las acusaciones a las profesoras guías de dos tesis en la Universidad de Chile, se observa miedo, preocupación, demasiadas personas al interior de la Universidad de Chile actúan huyendo al desprestigio que les podría caer encima y lo hacen de manera muy vergonzosa adhiriendo al coro acusador, mujeres al interior del feminismo que se demarcan arguyendo que ellas están limpias de pecado, y claro, las ratas de todos los pelajes y lugares que nunca faltan en estas situaciones complejas muy difíciles de encarar. A ello se suman todas las personas que repiten y creen todo lo que se dice en medios y redes. Para eso son estas campañas de propaganda política: para difundir ideas entre la población, ideas que viajan más rápido que la verdad.
Como era de esperar este no fue más que el comienzo de la campaña de propaganda del “goebbelismo criollo” para amenizar una progresiva ocupación del espacio desde el Senado, la Cámara, los medios, las redes, las iglesias y todo lo que les sirva para lograr un adecuado ambiente que permita la restauración conservadora deseada (como en Estados Unidos que se eliminó el aborto, como los pasos atrás del gobierno Bolsonaro, como más radicalmente lo hacen los Talibanes sin subterfugios democráticos).
Es necesario para las derechas la campaña iniciada. Es su campaña. Ya han ensayado en este campo y no hace mucho tiempo. Dijeron entre otras barbaridades que en el Apruebo se iba a matar guaguas, eliminar fetos a punto de nacer y, así en adelante. Esta campaña cuenta con etapas encadenadas. Hace un tiempo desde el Parlamento se solicitó la revisión de los estudios de género en universidades: nombres de docentes, programas, etc.; ahora se acusa a un par de tesis universitarias de incitar a la pedofilia (cuyas profesoras guías están amenazadas de muerte); siguiendo con libros de editoriales de izquierda que comprometen a mujeres del “segundo piso” del gobierno por sus vínculos con profesoras guías de las tesis criminalizadas.
Este encadenamiento propagandístico que supone para sus poderosos autores el monopolio de las buenas costumbres, la perfecta ética y la moral ejemplar es útil y necesario para lograr desmantelar la experiencia octubrista, el zócalo feminista, el espacio logrado por la diversidad sexual y, sin duda, para encuadrar el año que viene, el 2023, donde se elegirán “expertos y expertas” y constituyentes para armar una nueva y “buena” constitución.
Crear un ambiente de limpieza moral, a imagen y semejanza del pensamiento no solo conservador sino fundamentalista de distintos grupos de derecha con intereses compartidos en liquidar a esta plaga nefasta de degenerados de izquierda y, en particular, de perversas mujeres feministas con conductas académicas aberrantes, le proporcionará al país el ambiente necesario para avanzar en la “limpieza moral” deseada.
Se hará usando cualquier pretexto, cualquier argumento, cualquier interpretación, cualquier frase sacada de contexto, o simplemente todas las ideas que no les parecen aceptables porque no corresponden a su cultura católica o evangélica, puritana, blanca, de clases acomodadas se buscará erradicarlas. Todo eso que ocurrió en las calles y ocurre en las instituciones universitarias, todo lo que concierne la rebelión del sujeto: FUERA (y el fin justifica los medios).
La pregunta es ¿cómo resistir o cómo encarar la estrategia propagandística de estos poderosos cultores de la limpieza moral que trabajan recurriendo al sentido común usando informaciones que no constituyen necesariamente verdades?
Las derechas no aceptan el movimiento octubrista contra el abuso, no aceptan las nuevas identidades sexuales y sus derechos, no aceptan las nuevas claves y conceptos que han hecho avanzar en conocimientos no sexistas, no aceptan el abandono hecho por multitudes de mujeres del “reino del hogar”. Y para volver a una sociedad “limpia” de malas prácticas usarán todo lo que encuentren a su alcance para aniquilar los cambios culturales habidos en nuestra sociedad.
Sabiendo que no es fácil encarar la campaña de la derecha, es muy mala política sumarse sin los fundamentos que exige una polémica tan delicada, a las acusaciones y a la criminalización en particular de las profesoras cuestionadas.
Hay procedimientos para analizar lo que se acusa y eso debe dar a lugar a una investigación institucional y además a un amplio debate universitario sobre temas y problemas actuales y sobre sus límites: ¿quién los pone? , ¿el cuerpo académico, miembros de partidos políticos o miembros del Parlamento, pastores, sacerdotes?
En esta situación, es vergonzoso ver y escuchar en el mismo medio universitario incluso en redes sociales y feministas cómo se acusa a las personas involucradas sin que se esgriman argumentos de una lectura seria de las tesis en cuestión sumándose a la campaña de moralización de las derechas extrauniversitarias.
Hay que considerar que lo logrado en Chile con respecto a libertades individuales, reconocimiento de identidades, diversidades sexuales, soberanía del cuerpo, derechos sexuales y reproductivos no significa un triunfo permanente. Ya lo decía Norbert Elias: la historia no es lineal y admite retrocesos tras los avances logrados. Y por ello, moverse colectivamente en contra de esta campaña es uno de los pocos dispositivos para frenar la disputa política que las derechas se juegan hoy en los textos escritos, en las aulas universitarias, en editoriales.
(*) Docente Escuela de Geografía UAHC. Directora de Centro de Desarrollo de la Mujer CEDEM