Crisis de las políticas públicas y el sentido de la cultura en el aislamiento

Crisis de las políticas públicas y el sentido de la cultura en el aislamiento

(*) Por Luis Horta C.

Columna publicada en Remolino Popular

El Plan de Apoyo recientemente anunciado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, emanado tras una “consulta pública” que respondió sólo un 10% del espectro, ha demostrado el estado crítico en el que se encuentran actualmente las políticas públicas del área. Vivimos la mayor crisis que ha enfrentado el sector, en el cual, según estos datos, un 85,1% de los encuestados se declaran como trabajadores independientes, por tanto, fuertemente afectados por la cesantía derivada de la cancelación de actividades y el cierre de espacios públicos.

El Plan presentado, dividido en cuatro ejes, profundiza las políticas culturales ya existentes y se alinea principalmente en torno a la compra de contenidos y la futura apertura de concursos públicos. Esta estrategia no se puede denominar como “Plan”, ya que se trata de una mera reasignación financiera que continúa privilegiando a quienes son capaces de operar bajo las prácticas del mercado. Resulta desalentador que este aparente apoyo, nuevamente, dividirá al sector entre una minoría de triunfadores y una mayoría de perdedores, replicando la pirámide de clases que actualmente existe en el país.

La actual crisis de la institucionalidad cultural deriva de un modelo que aparenta igualdad de oportunidades en la concursabilidad, pero que solo ha entregado desigualdades, fomentado el clientelismo y el lobby. Para obtener recursos, muchos gestores culturales y artistas se ven obligados a desarrollar herramientas propias de la economía, donde el gran sueño estatal de convertir a cada creador en una microempresa capaz de comercializar su creatividad, hoy vive su fase más ruinosa al demostrarse su fragilidad.

En el contexto de crisis sanitaria, la agenda cultural ha sufrido una transformación radical, y la demanda de la comunidad ha superado infinitamente la capacidad reflexiva del Gobierno, que sólo ha respondido en los estándares de la publicidad, ofertando recursos que, presupone, son consumidos por el público. Así, los indicadores de calidad son desplazados por la mera instalación en el espacio público de contenidos que día a día se multiplican, aun cuando, proporcionalmente, la participación e incidencia de la comunidad en ellos se ve restringida. Se trata de un sistema que premia los valores del marketing, del estatus y la legitimidad dada por la esfera pública, escondiendo tras de ello la precariedad en que subsisten numerosas instituciones y trabajadores de las artes.

Este contexto debiese ayudar a establecer una reflexión respecto a la legitimidad de un modelo que ha fomentado prácticas que hoy son puestas en cuestión por la misma comunidad. Un real Plan de Apoyo a los trabajadores de la cultura deberá, a partir de esta experiencia, focalizarse en repensar el rol del Estado con sus creadores y mediadores, comprendiendo los modos en que se manifiesta el sentido de la cultura en el aislamiento. La estructura agotada de las actuales políticas públicas debiese desembocar en la necesaria reestructuración de la actual noción de Estado, actualmente absorbida por demandas propias del neoliberalismo. Que el sector cultural se hunda en una de sus mayores crisis, y que a cambio el apoyo estatal se remita a la reasignación de recursos que ya son insuficientes, debe no solo emplazar la idoneidad de los responsables políticos a cargo, sino hacer efectiva la posibilidad de repensar estructuralmente las transformaciones de este campo.

(*) Realizador cinematográfico, guionista. Académico de la Escuela de Cine UAHC