Democracia o Barbarie

Democracia o Barbarie

(*) Por Álvaro Ramis

Columna publicada en Le Monde Diplomatique – Edición Chilena

Sobre el resultado electoral del 21 de noviembre propongo los siguientes 10 puntos que buscan perfilar el Chile que hay que convocar en la segunda vuelta electoral:

  • Chile sin duda quiere un cambio. Pero es un error identificar ese cambio específico con lo que propone la izquierda. No es un cambio unívoco. Para los seguidores de Kast el “cambio” es la mano dura que impone un orden, sin las consideraciones políticas y los “complejos de culpa” que le achacan al gobierno de Piñera. Para el votante de Parisi el cambio podría dibujarse como el fin de lo que experimentan como abusos de las élites de todo tipo, no sólo económicas, sino también políticas sociales y culturales. Es la reivindicación de la “gente común” que no participa de la esfera pública o las corrientes de opinión vanguardistas, y que no se siente representada por quienes participan de ellas en cualquiera de sus dimensiones.
  • Se podría decir que la agenda del cambio, luego de dos años de tanta incertidumbre y alteración de todas las dimensiones de la cotidianidad, puede interpretarse también como un tiempo de tranquilidad y estabilidad. En la candidatura de Apruebo Dignidad y en la dinámica de la Convención Constituyente ha primado naturalmente la pulsión hacia la transformación. Pero esa agenda deberá ponderar la forma de plantear cambios simultáneos en todos los frentes de la realidad, sin gradualidad y proporcionalidad, y avanzando más rápido que lo que puede entender y asimilar una sociedad compleja.
  • Chile es un país fragmentado por muchas variables. La desigualdad económica es sólo una de ellas. Es necesario ponderar la asimetría entre la capital y regiones, entre los defensores de su identidad territorial, religiosa o cultural, y los innovadores sociales que plantean cambios relevantes. Existe una distancia cada vez mayor entre quienes disfrutan o valoran las modernizaciones capitalistas y buscan mantenerse o ingresar en sus beneficios, y un campo social que advierte críticamente sus riesgos, su insostenibilidad y aspiran a modificar el curso de sus procesos. En esta tensión chocan valores contradictorios: consumo versus sostenibilidad ambiental, acceso al crédito versus necesidad de desendeudamiento, seguridad y orden público en la vida cotidiana versus respeto a los DDHH sin abusos policiales, apertura al mundo versus desconfianza ante los migrantes, participación política activa versus descredito y apatía ante la institucionalidad que permite esa participación.
  • Chile transita en un estado de tensión entre un discurso voluntarista que desea transformaciones profundas y rápidas, y la preocupación por otras personas que viven ese discurso como una incertidumbre que no pueden asumir. Este choque de percepciones exige empatizar con este segundo campo de personas que vive el eslogan de un “Nuevo Chile” como amenaza más que como esperanza. Además, requiere un reconocimiento de sus demandas cotidianas inmediatas, que surgen desde un sentido común naturalizado.
  • Chile enfrenta una segunda vuelta electoral ante el riesgo de triunfo de un candidato que reúne todas las características propias de la nueva ultraderecha mundial. Más que caracterizarlo o denunciarlo como fascista, es necesario atender a las diferencias que se deben establecer entre el viejo fascismo y la emergencia de fenómenos como Trump, Bolsonario, Milei, Abascal o Zemmour. Insistir en denunciar su extremismo no basta. Es necesario comprender su modus operandi, sus razonamientos, sus formas de penetrar la subjetividad de una parte de la sociedad que está desconectada de las instituciones socializadoras propias del pensamiento crítico, como la universidad, la ciencia, el arte de vanguardia o la cultura innovadora, y se socializan en espacios fundados en la tradición y la costumbre, como las iglesias, el deporte, las redes sociales, el consumo masivo y las festividades folclóricas.
  • De esa manera, es importante no asumir que todas las personas que votan a Kast adhieren a sus ideas. Una parte importante lo buscó porque les es funcional para satisfacer una necesidad anterior, por ejemplo, estabilizar su situación financiera, dar garantías de seguridad a su entorno familiar, amenazada por las nuevas formas de delincuencia como el narcotráfico, o por la incertidumbre que genera la migración repentina y rápida en los barios populares. Estas necesidades son reales y legítimas, aunque se deba confrontar duramente las respuestas que entrega la ultraderecha a cada una de ellas.
  • Chile debe defender la débil e imperfecta democracia que ha construido. La derecha ha optado por reconstruirse desde el liderazgo de Kast, y por eso lo va a votar en masa. En este hecho no hay ninguna duda porque habiendo apoyado unitariamente a la dictadura no experimentan problemas de fondo para votar y trabajar por él. Su clave de acción se mueve en la lógica del anti-comunismo básico y normalizado.
  • Bajo esta lógica, es previsible que Kast aplique las mismas estrategias de Trump o de Bolsonaro para destruir la democracia desde dentro, desmantelando las garantías básicas que permiten el pluralismo político, partiendo especialmente por la posibilidad del diálogo y deliberación común. Su falta de sujeción a la idea misma de “verdad”, como criterio que hace posible la convivencia, rompe las posibilidades de la democracia sin siquiera alterar el sistema legal, ya que instala la mentira como una herramienta política legítima. Este dato no puede ser indiferente para sectores políticos que, sin desear el triunfo de Boric, deberían analizar las consecuencias desoladoras que implicaría la victoria de Kast para la democracia.
  • Chile no posee una verdadera derecha democrática y liberal, al menos en su forma orgánica. Sin duda hay una pléyade de intelectuales de esta nueva derecha, pero que se mueven en un plano teórico o académico y de modo individual. La derrota de Sichel representa su imposibilidad de articulación política seria. La hegemonía absoluta la mantienen quienes adhieren al conservadurismo valórico y al nacionalismo extremo, junto a una noción neoliberal absoluta de lo económico y del Estado. Los intelectuales de la derecha liberal pueden debatir académicamente con la izquierda, pero su influencia en el curso de los procesos políticos reales es muy baja.
  • La posibilidad de absorber votos de Parisi implica analizar su discurso y el perfil de sus votantes. Los electores del Partido de la Gente son mayoritariamente hombres (63,7%, según el sondeo de Activa Research), jóvenes, de estrato popular, y parecen reactivos al discurso feminista y las reivindicaciones de género. No es casual que arraigue especialmente en el mundo minero y que en sus paneles sólo hablen hombres. Este electorado ve a la derecha como la responsable de las crisis económicas, abusadora y la precarizadora de sus condiciones de vida, en tanto élite acomodada y corrupta que vive a costa de la gente. Pero a la vez, considera a la izquierda como violenta y legitimadora del vandalismo del estallido social y por eso inmadura e incapaz de garantizar estabilidad y gobernabilidad. El punto de encuentro con ellos es que en su inmensa mayoría votaron Apruebo, y parecen concordar en que la forma en que gestiona los problemas Sebastián Piñera es enormemente destructiva, por lo que no sería razonable agudizar ese estilo de gobierno.
  • Desde su nombre, el “Partido de la Gente” busca sintonizar con las mismas pulsiones que motivaron el voto por la Lista del Pueblo en la elección a la Convención Constitucional: es la representación del ciudadano medio, hastiado de la “clase política”, de los partidos tradicionales y de sus mecanismos. Aunque el contenido político concreto del PdG es muy distinto al de la Lista del Pueblo, ya que no asume una perspectiva de derechos colectivos, sino de desarrollo individual. Asume cierta tradición discursiva cultivada antiguamente por la Democracia Cristiana bajo el eslogan de “ni izquierda ni derecha” (a quienes llaman “duopolio”) y ofrece una “marea azul” apolítica, que busca acabar con la corrupción. Su programa identifica problemas muy claros y concretos para ofrecer soluciones rápidas y plausibles. Parisi posee una capacidad de explicar de manera simple y clara estas ideas, sin restar nivel a su exposición. De esa forma, abarca desde un público especializado hasta el más desinformado o de baja capacitación previa.
  • El curso electoral va a influir de forma radical en el recorrido de la Convención Constitucional. Es necesario que su trabajo se centre en la redacción misma del texto constitucional bajo el criterio de hacer posible y viable su aprobación en el plebiscito de salida, bajo cualquier escenario presidencial.
  • El resultado es remontable. Pero Gabriel Boric deberá escuchar e interpretar estos elementos para hablar y gestualizar los temas y preocupaciones de quienes votaron por Parisi y las otras opciones distintas a Kast. Es una cruzada por “salvar la democracia”, pero el discurso no debe centrarse en esa épica, sino inductivamente captar las preocupaciones de un electorado que no valora sustantivamente la democracia sino sólo de forma instrumental a su interés individual. Pero deberá devolverle a Kast la política del miedo que ese sector instaló, mostrando los enormes riesgos a la gobernabilidad que su gestión representaría. Kast es ingobernabilidad, con nuevas formas, estallidos sociales espasmódicos, recurrentes, y sin otro mecanismo de control distinto a la represión y la violencia policial.

(*) Rector Universidad Academia de Humanismo Cristiano