
Día del Medio Ambiente: hora de replantear el concepto
El medio ambiente es un concepto contingente pero a la vez complejo y contradictorio. Hoy como nunca antes es parte del lenguaje de políticos, empresarios, medios de comunicación y movimientos sociales. Lo vemos como fundamento en la creación de aparatos estatales de carácter local o nacional, en la necesidad de incluir innovación tecnológica en los procesos productivos, en la vanguardia de remodelación urbana en distintas escalas, o en el discurso reivindicatorio de los derechos territoriales. Pero ¿Qué es el medio ambiente? ¿Políticos, empresarios y pobladores hacen referencia a lo mismo? ¿Es el entorno? ¿Es la ciudad? ¿Es el campo? ¿Son los arboles? ¿Sus habitantes? ¿Todo a la vez?.
Cada cierto tiempo se dejan escuchar slogan gubernamentales que dicen “cuida el medio ambiente” o “por un medio ambiente mejor”, como si este fuera un elemento externo a la condición de vida de las personas. Más llamativo aun es el “somos una empresa responsable con el medio ambiente”, como lo indicado por Pure Salmon Campaign, Codelco o Barrick Gold en su momento. Empresas que por esencia extractiva modifican, y en buena parte destruyen su propia base de producción: el medio ambiente.
Antes de continuar la reflexión sobre el concepto se debe aclarar que este último hace referencia a un sistema. Es decir, a una serie de elementos o dinámicas que operan de manera conjunta. O en otras palabras, sistema se podría entender como una relación compleja y significativa de infinitas cosas que obedecen a múltiples causas, procesos y efectos. Para el caso del medio ambiente, lo que se encuentra densamente interrelacionado son los componentes humanos, ecológicos y físico-materiales (o el espacio social, natural y construido). Estas tres dimensiones -en constante y mutua transformación- son productos individuales y colectivos particulares que obedecen a procesos espacio-temporales. Tal como retrataba un antiguo geógrafo francés, ningún punto del planeta es igual otro aunque esté intensamente relacionado.
Para dar un ejemplo de lo anterior podríamos interpretar el colapso ambiental inducido de manera irresponsable, tanto por aparatos públicos y privados, en la Isla de Chiloé y la X región en general, donde el vertimiento de varios miles de toneladas de salmones muertos al océano desencadenó una serie de fenómenos negativos en el ecosistema y en el sustento productivo de la población. También se puede repasar lo hecho por la gran minería en el norte del país, donde la extracción de minerales destruyó y contaminó de forma irreparable fuentes de agua (como glaciares y ríos) en zonas áridas y semiáridas, degradando la tierra y forzando la migración de población rural a las ciudades. Sin embargo, y pese a lo anterior, queda la esperanza de que tales intervenciones irresponsables con el medio ambiente también sean leídas como un movilizador y catalizador político por parte de los territorios. Hasta el momento se han presentado de manera esporádica y puntual atisbos de organización política, pero sin converger aun en un proyecto amplio y concreto. Vale la pena poner atención y colaborar en estos procesos de evidente proyección.
Cabe cuestionarse si somos parte co-constitutiva del medio ambiente ¿por qué no estamos siendo artífices activos de su transformación? ¿Por qué no son los pobladores de los territorios quienes están desarrollando mejoramientos de sus propias condiciones de existencia? ¿Por qué no vivimos en el medio ambiente que queremos?. Aquí es donde queda en evidencia el espacio en disputa que reviste el medio ambiente.
La política y economía neoliberal ha hecho del medio ambiente un concepto neutral y de consenso común. Casi como una dimensión de buenas intenciones abordable por planes de reciclajes, huertas, edificios verdes o la vaga idea de sustentabilidad. Se debe aclarar que acá no se critica de forma negativa tales iniciativas, pues un buen número de ellas se presenta como una buena plataforma de encuentro, reflexión y discusión sobre las formas de vida cotidiana que está llevando la sociedad. Sin embargo, aquellas acciones no dan cuenta de la importancia y transversalidad del asunto ambiental. Si por un lado el medio ambiente se interviene con medidas como las señaladas anteriormente, por otro también se está abordado por estrategias indiscriminadas de privatización. En Chile sabemos lo que se ha hecho con el agua, los peces, las montañas, los bosques, la tierra y el carbono. Efectivamente, el neoliberalismo también se ha encargado de crear un mercado de este elemento químico.
El derecho a un medio ambiente limpio, consagrado irónicamente en la Constitución de 1980, debe hacernos conscientes de cómo el capital o la lógica de mercado se extendió indiscriminadamente sobre los sustentos de vida de la sociedad. Ante este escenario ambiental que pone en tensión la lógica económica y las condiciones para suplir necesidades básicas, quedan algunos caminos posibles de construir y recorrer para transformar nuestra propia realidad ambiental.
Uno de ellos es el fortalecimiento de una educación multidisciplinar que sea pertinente a las realidades geográficas de las personas. Para llegar a este punto es necesaria la pertinente inclusión y diálogo de las ciencias sociales, biológicas y físico-matemáticas en la búsqueda de comprensión y entendimiento de las dinámicas ambientales. También el arte desde su faceta rupturista puede comunicar, canalizar y hacer justicia sobre las formas de relación más íntimas y abstractas que han construido las sociedades con sus espacios. El desafío es grande, pero somos nosotros, los propios habitantes, constructores y proyectores del ambiente, los encargados de establecer ciertos rangos de justicia y equilibrio entre sistemas.
*Geógrafo. Licenciado en Geografía de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Docente de la Escuela de Geografía y miembro del Núcleo de Investigación y Docencia en Ambiente y Sociedad (NIDAS), Escuela de Geografía e Instituto de Humanidades, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.