Docentes de la Academia presentan libro que reúne las lecturas críticas de la obra de Marcos García de la Huerta

Docentes de la Academia presentan libro que reúne las lecturas críticas de la obra de Marcos García de la Huerta

La publicación, editada por los profesores de nuestra Universidad Cecilia Sánchez y Marcos Aguirre, ambos del Instituto de Humanidades,  reúne las lecturas críticas de la obra del filósofo nacional Marcos García de la Huerta, realizada por once especialistas, que incluye las respuestas del propio maestro a cada una de esas lecturas.

La presentación del texto,  publicado por LOM Ediciones, contó con la presencia del mismo García de la Huerta, y fue comentado por  Carlos Peña, abogado, Magíster en Sociología. Doctor en Filosofía, profesor universitario y rector de la Universidad Diego Portales y Carlos Ossandón, profesor de Estado en Filosofía y Doctor en Filosofía y director de la Revista Mapocho.

Este último, señaló que son varias las virtudes de este libro. La primera de ellas es que recoge un tipo de trabajo intelectual que se resiste a lo que parece ser el estilo predominante que, poco a poco, comienza a anegar a las instituciones universitarias.

En ese sentido dijo que “las universidades contemporáneas, viven ocupadas, ante todo, de avanzar en los rankings y para ello se esmeran en producir publicaciones indexadas cuyo valor,  aquello que se persigue con esmero, no está dado por el contenido de las publicaciones o el diálogo a que ellas dan lugar,  sino por el número y el impacto cuantitativo que producen. Afortunadamente hay universidades y profesores, y entre ellos, de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, que se resisten a ese destino y en vez de esmerarse en fabricar sólo publicaciones indexadas, en lugar de seguir la guía del dispositivo técnico instalado hoy en las universidades, prefieren seguir publicando libros en los que se contienen trabajos que aspiran a recobrar, para el trabajo intelectual, el desasosiego de la crítica y el diálogo”.

A su juicio, una segunda virtud del texto es que en él se exhibe una forma de ejercer la filosofía que la entrevera con el mundo que tenemos delante; y una tercera es que dialoga en torno a un conjunto de problemas que, desplegados en la obra de Marcos García de la Huerta, constituyen también una agenda de trabajo para la filosofía política en su conjunto.

“Los trabajos de Marcos García de la Huerta están todos inspirados por la convicción que hacer filosofía no consiste en moverse con agilidad en el cielo de los conceptos o transitar como Pedro por su casa por la historia de la filosofía o conocer, hasta sus últimos intersticios, los accidentes genealógicos de los conceptos y las palabras que usan los filósofos, sino que filosofar consiste en pensar, echando mano a todo lo anterior, la época que al filósofo le ha tocado en suerte”.

Agrega que “toda la obra de García de la Huerta está asistida por la convicción que el tiempo que al filósofo le toca vivir no es una realidad quiescente o fija, una realidad independiente del pensamiento que a ella se refiere, sino que una realidad hasta cierto punto modelada por el discurso humano, de manera que los esfuerzos de la filosofía deben encaminarse a comprender de qué forma debió concebirse la realidad para que ella alcanzara la fisonomía que hoy día posee”.

Finalmente concluye en que “hay pocos filósofos cuya obra haya abarcado todos esos temas como lo ha hecho García de la Huerta y que, además, como él, los hayan enlazado tan bien mostrando que la identidad de las personas y los pueblos, es el resultado de capas superpuestas, de una reflexión sobre la reflexión, de una escritura sobre la escritura, de una interpretación sobre otra interpretación,  sin que nunca, desgraciada o afortunadamente, podamos leer el original”.

Por su parte, el filósofo Carlos Ossandón  expresó que “los editores al hacer justicia al autor Marcos García de la Huerta manifiestan a su vez una intención que no se podría sino calificar de política, en la medida que busca señalar un camino, entrar en la pelea por el sentido del quehacer filosófico, remediar en parte esa dificultad de construir o mantener tradiciones, mostrando un “sentido de ubicación” que es bastante raro entre los filósofos chilenos y que es ciertamente bastante menos excepcional en otras disciplinas de las humanidades o de las ciencias sociales”.

Además indicó que “hay un par de rasgos de García de la Huerta que me interesaría destacar que se desprenden del texto que nos ocupa. El primero tiene que ver con el rasgo ensayístico y crítico de su obra; una característica que lejos de ser adjetiva afecta su “nervio”. Se da aquí una rica confluencia – difícilmente distinguible – entre el “alma” y sus “formas”, como diría Lukács, entre una subjetividad punzante, atrevida, inteligente y la dimensión discursiva que la determina. Esta combinación no está hecha para reconstruir con neutralidad “estados del arte”, ni para exponer con palabras sencillas ideas complejas, ni para exhibir destrezas retóricas o estilísticas puramente, ni tampoco para hacer inconfesables confesiones. Su norte es otro: pensar el mundo que le tocó en suerte azuzando para ello el diálogo, el raciocinio”.

En la oportunidad García de la Huerta agradeció la edición de esta publicación, destacando que su presentación se desarrolló como un diálogo de ideas y no como un homenaje a su figura  “realmente estoy muy contento y orgulloso del trabajo que han hecho”, finalizó.