El consumo excesivo esclaviza

El consumo excesivo esclaviza

(*) Por Tomás Moulián

Columna publicada en La Voz de los que sobran

Se conversó mucho sobre las aglomeraciones en los grandes centros de compras o en algunos barrios como Meiggs o Patronato durante el fin de año. Estas ni siquiera se controlan por el temor a la pandemia, uno de los temas centrales del año 2020. Para colmo estas unidades están siendo afectadas por lanzas que aprovechan las fiestas de navidad para realizar sus hurtos.

En todo caso, las aglomeraciones que se suscitan no deberían sorprender, pues en esta sociedad de capitalismo neoliberal el consumo se ha convertido en el centro de la vida. El sistema social imperante impulsa a consumir. Como es obvio el consumo es una necesidad, pero el consumo excesivo es una pasión conectada con la obsesión por poseer. El sistema actúa como facilitador del consumo. Ese es el papel que juegan los centros de compra, a los cuales llamamos con el termino ingles mall, los que se han convertido en una suerte de catedral del consumo.

También es ese el papel que juegan las vitrinas, decoradas para incentivar el deseo de consumir. Además es ese el papel de las tarjetas, las cuales permiten tanto pagar al contado como endeudarse, aun para aquellas personas que no perciben grandes salarios.

La deuda facilita, pero también esclaviza, es decir aliena. En todo caso hay que evitar realizar una crítica moral del consumo excesivo. La crítica debe ser política. ¿Por qué? Porque esa situación perjudica el funcionamiento de la sociedad. Puede decirse que existe una doble dialéctica. El sistema necesita del consumo para funcionar, para que se realice la plusvalía, la acumulación de capitales.

Pero, al mismo tiempo, el consumo excesivo genera distorsiones. Ello ocurre porque la pasión por el consumo está asociada con el ethos individualista, con la propensión hedonista. Mientras el buen funcionamiento de una sociedad requiere de un ethos comunitario.

No se trata en todo caso de predicar una actitud estoica, lo que significaría impulsar un consumo que apenas sea el necesario. Lo que se postula es negarse a lo excesivo, pues esclaviza. No significa negarse al placer de consumir, se trata que no sea el único deseo o el principal.

El gran problema del consumo excesivo es que también genera la pasión desmedida por el trabajo remunerado, dejando sin espacio al ocio, a los momentos en que se pueden frecuentar actividades culturales; por ejemplo, ir al teatro, leer novelas y cuentos, escribir, pensar, reflexionar.

(*) Docente Escuela de Sociología UAHC. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales