En vísperas del fallo del Tribunal de La Haya

En vísperas del fallo del Tribunal de La Haya

Por Héctor Salazar*

A pocos días de conocer la sentencia del tribunal, se han ido conociendo prudentes declaraciones que buscan ir preparando el ambiente para digerir ese fallo. Nadie se atreve adelantar un pronóstico pero se percibe un clima más bien pesimista.

El próximo evento me trae a la memoria un hecho que viví durante los días en que desde Holanda nos llegaban los ecos de los alegatos de las partes contendientes, y alguna frase dicha en esa instancia generaba reacciones en uno u otro lado de la Línea de la Concordia y, con mayor o menor intensidad, todos estábamos pendientes de lo que allí ocurría.

Me encontraba en Temuco y me aprestaba a subir a un taxi colectivo que me conduciría a la Universidad donde imparto clases, entre otras materias, de Derecho Internacional Público. Ya arriba del vehículo el conductor me miró como tratando de reconocerme y después de un par de minutos me preguntó: “¿abogado, qué cree Ud., vamos a ganar o perder en la Haya?

La pregunta era directa e ineludible por lo que pensé que mi respuesta no podía ser elusiva. Era la pregunta de un  conductor de taxi que en esos momentos representó para mí la pregunta que muchos chilenos y chilenas comunes y corrientes se hacían en esos días bombardeados por los medios de comunicación de las diversas alternativas del mentado pleito.

Se me vinieron a la mente también los nombres de dos personas que estaban representando  nuestros intereses en esa corte internacional y con quienes había compartido aulas en la Facultas de Derecho  de la Universidad de Chile como compañeros de curso. Me refiero a María Teresa Infante y Alberto Van Klaveren. El recuerdo de sus nombres pesaba al responder al taxista.

En suma mi respuesta ante tan claro requerimiento debía estar a la altura de mis convicciones, las cuales por cierto no eran muy optimistas respecto al resultado de ese pleito para los intereses de Chile. Derecha y escuetamente la respondí al taxista que yo pensaba que Chile perdería y ganaría la posición peruana. Luego intenté argumentar el por qué de esa mi conclusión, agregando una serie de consideraciones entre jurídicas e históricas, no sin sentir una especie de culpa por pensar así.

El taxista me escuchaba con mucha atención y respeto mientras yo desarrollaba mis argumentos y solo percibía en él un movimiento de su cabeza como negando lo que yo sostenía.

Cuando concluí mis argumentaciones me miró y me dijo: “Yo creo que está equivocado abogado.  Chile no va a perder. Los que van a perder son los Luksic”.

Su respuesta tan simple pero llena de sabiduría popular me martilló brutalmente en la mente y no pude menos que reconocer que más allá de los conocimientos eruditos que se han desplegado para construir la defensa de la posición chilena, la percepción de un simple ciudadano estaba llena de sentido común y daban cuenta de un conocimiento de nuestra realidad mucho más profunda de lo que la elite supone.

Me bajé del taxi habiendo recibido una lección que hoy comparto con Uds. en vísperas del fallo que  esperamos con expectación.

*Abogado de DD.HH y docente de la Escuela de Derecho de la U. Academia de Humanismo Cristiano.