Gobernantes con riqueza, pero sin fortuna

Gobernantes con riqueza, pero sin fortuna

(*) Por Pablo Zúñiga San Martín

Columna publicada en El Quinto Poder

Si tenemos de música de fondo, la cantata “Carmina Burana” de Carl Orff,  Fortuna Imperatrix mundi, mientras este profesor escribe, es obvio que la exaltación saldría por los poros… ¡pero bajemos la intensidad!, pues no estamos pensando sobre seres celestiales, estamos escribiendo sobre sujetos que al final del día serán devorados por los democráticos gusanos, “puede un hombre pescar con el gusano que comió de un rey y comerse el pez que nutrió el gusano” (Hamlet), o sea, nacemos y morimos como actos de igualdad, y nuestros destinos están sellados por seres minúsculos.

Nuestro presidente, ̶ porque es el presidente de  todos ̶ , nos guste o no,  es un ser de una extraña naturaleza… lo tiene todo, dentro de un modelo que él mismo creó y del cual está convencido que es el mejor de planeta. Sin embargo, no está del todo acompañado por la diosa fortuna, que es misteriosa al momento de marcar los designios del gobernante, todo indica que es solo eso, gobernante  pero no un líder, sólo lo es en función de una elección con pocos votantes y un  mandato jurídico al fin  y al cabo.

Como alguna vez lo escribimos, ganó en votos pero perdió doctrina (si al final del día no se gana reproducción y proyección del poder, solo se es un paréntesis en cualquier institución), pues esto último, requiere ideas con convicción, para no tener que justificar permanentemente el ejercicio del poder en función de alguna ley o un estatuto (hay muchas en ese sentido) sino, por el contrario, me refiero de ese poder inmaterial que fluye de los convencidos en función de una idea compartida, sin esto, a poco andar quienes apoyan al gobernante comienzan a sentir la pérdida de mística y de todo lo inmaterial que significa seguir una idea y abrazar una unidad de propósito.

En su primer periodo, ya con las réplicas de un infausto terremoto, que sorprende a la ex presidenta Bachelet al final de su periodo (Fortuna), del cual no tuvo que hacerse cargo, por la dimensión temporal, su ida del país y el peso de lo cotidiano la alejaron de las culpas y la acercaron a la ilusión de su regreso al poder (inclusive, con toda la performance que organizó la derecha para buscar responsabilidades).

La misma derecha nos había ilusionado con un mago de las finanzas como líder, para ello no trepido en criticar al gobierno que reemplazaba como el más magro en los resultados económicos, aun cuando las cifras eran alteradas (y lo reconocen), pero quien debe administrar la crisis de expectativas es el ahora el actual gobernante. En el primer periodo, eclosionan todas las carencias sentidas, que estaban contenidas. Se vino el primer estallido social, la antesala de un capítulo que tendría la segunda parte, el mismo relato restaurador “nosotros sabemos de economía y dar empleo”, saldremos la debacle económica; pero a poco andar vendría un estancamiento de la economía mundial, y el argumento por cual se erosionó el anterior gobierno, el mercado mundial sirvió para justificar el poco crecimiento interno.

Si un minúsculo virus, conocido meses antes de que hiciera su arribo al país por esta administración, que tomó medidas  tardías para enfrentarlo, que decía  tener todo fríamente calculado y que a poco andar tendría que reconocer las falencias estructurales de nuestro modelo económico y con ello haría relevar la institución más odiosa por el modelo neoliberal, el Estado, nuevamente la fortuna no está de lado del presidente, su destino al parecer es tener, pero no ser. La tristeza de una épica efímera, ganar para terminar siendo el administrador de funerales, acompañado solo de las ideas de grandeza y el peso de la promesas incumplidas y quienes le apoyaron incondicionalmente, hoy lo miran a la distancia, y quienes le rodean son sujetos destinados a estar en la periferia de la historia, la fortuna lo ha abandonado  ̶  dirán ̶ .

El presidente es emblemático, no pudo comprar (porque no se puede), algo tan intangible, pero siempre tan deseable: el respeto del pueblo. Éste (el pueblo), ama a quienes se visten como estadista o al menos muestran la decencia de fingirlo e infunden una cierta mística, que solo la da el semblante de la certeza; todo ello, sostenido por un aura de la diosa fortuna, pero al mirarlo a él, no se observa a la diosa, pues las miradas se centran en su ayudante, siempre representado con ella,  el dios Pluto, el de la riqueza, que primero fue ciego y daba la riqueza sin discriminar, pero luego recupera su vista y juró que solo favorecería a los hombres buenos… curioso.

Tenemos a Pepe Mujica que posee ambas condiciones respeto y mística a tal punto que parece incombustible a las críticas que pudiesen hacérsele, estas son apenas un paréntesis de un relato mayor que trascenderá a el mismo, (fortuna), porque a él le tocó vivir un modelo injusto y él tiene las herramientas para defenderse coherentemente, siempre fue de izquierda y valorado por su gente, es decir su momento es sincrónico, jamás tuvo que justificar su NO voto a un dictador, no tuvo que justificar su riqueza en un modelo para ricos porque no lo es. El momento de los multimillonarios no es éste, pues hoy por hoy se requiere humildad y por sobre todo “saber cuánta pobreza hay en Chile”, asumir  y comprender que para que existan esos pocos ricos, tuvieron que provocar gran parte de esta pobreza, incluso empobreciendo a nuestro Estado.

Por otra parte, para ser gobernante hay que tener una virtud inesquivable, parafraseando al buen Maquiavelo,  pues solo desde la llanura se dibujan bien las montañas y desde las montañas se dibujan bien las llanuras, alguien que solo ha vivido en las montañas y da un paseo por la llanura, está destinado al fracaso, pues su mirada será siempre torpe, siempre a medias, nunca podrá calibrar los deseos del pueblo, porque nunca los ha sentido como suyos, la fortuna no está en las ambiciones desmedidas, siguiendo este a autor, al sentido común y por sobre a la fortuna y  la virtud, esto es algo que se encuentra sólo en un líder  exitoso, y no en autoridades destinadas a ser un paréntesis en la historia de una institución.

(*) Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, UAHC