¿Hacia la recuperación de la dignidad nacional?
Las expectativas que generan las próximas elecciones presidenciales, tienen mucho que ver con los déficits graves de nuestra democracia y con la preocupación equivocada de sectores de derecha sobre los desafíos a la gobernabilidad. Temen, desde la derecha que el país se vuelva a agitar y a poner en “riesgo” la gobernabilidad actual. Falsa percepción a mi modo de ver.
En Chile, aunque nos cueste reconocerlo, predomina una gobernabilidad sistémica que tiene que ver con el funcionamiento de las instituciones, pero no con las reformas democráticas que el país reclama. Dicho de otra manera, Chile tiene un bajo perfil de gobernabilidad democrática, dado que no contamos con las capacidades y la institucionalidad jurídico-política para abordar el reto que mueven las demandas ciudadanas: la gobernabilidad democrática. Nos referimos a la incapacidad de los gobiernos y a la institucionalidad vigente para satisfacer las demandas ciudadanas que hoy reclaman una profundización y perfeccionamiento de nuestra democracia, paralizada por una constitución de bajo perfil democrático, en el sentido más profundo del concepto. Por lo tanto, lo que conmueve o podría conmover al país, con mayor o menor intensidad, es claramente la creación de otros mecanismos de participación, que, en el fondo, debieran significar una recuperación real de la soberanía popular.
Lo anterior, lo podemos ejemplarizar con los déficits institucionales y de participación, que sin duda tienen nuestra política y nuestra democracia. Crisis, por lo tanto, de liderazgo político, de partidos y de instituciones, que permitan el dinamismo renovador de la democracia, la cual exige nuevas formas de concebir la actividad de los partidos políticos y la democratización real de muchas estructuras que en muchos momentos entrampan el desarrollo democrático.
El modelo con que se inicia la transición democrática en Chile, resulta claramente insuficiente para una democracia profunda y madura. El reclamo de la ciudadanía, movido por la legitimidad de la soberanía popular, que es la base de sustentación de toda democracia, de alguna manera nos plantea la necesidad de recuperación de la dignidad de la ciudadanía, que tiene que ver, con una participación real y no con el anquilosamiento de una estructura política social y económica, que a la hora de la verdad está resultando profundamente antidemocrática, ya que no hay posibilidades de satisfacer las demandas ciudadanas, mientras no se transformen y perfecciones las instituciones. Esto, para que ellas permitan, que los actores políticos, los ciudadanos y los gobiernos puedan iniciar procesos de transformación que deben ir en la modificación permanente de las instituciones, que ahora atrapan la autodeterminación de la sociedad y de las personas.
Nuestra democracia, no tiene los mecanismos institucionales, que nos permitan en profundidad resolver las necesidades propias del interés social, con los intereses individuales. Predominan fundamentalmente los intereses de los grupos económicos y del mercado, por sobre los derechos sociales y por sobre los valores éticos y políticos que fundamentan, el espíritu de una real democracia.
La dignidad que está reclamando la gente en estas elecciones, tiene que ver fundamentalmente con los derechos inalienables, que se tienen por el solo hecho de ser ciudadano y de ser persona. Se trata de recuperar la dimensión de un país solidario, que necesita una Estado Solidario, es decir, que le permita a los ciudadanos de nuestro país vivir con un nuevo sistema de derechos y también con nuevas percepciones en cuanto a los deberes. Una sociedad con vigencia total de los derechos humanos.
El país se está moviendo en la dirección correcta, cuando plantea la necesidad de un Estado Solidario. Como alguna vez se movió por la dignidad del sector campesino y por la recuperación de riquezas básicas, que no tienen justificaciones éticas, morales, políticas, ni económicas, para que sean controladas por un capital foráneo o nacional, en un sistema que no pone los recursos al servicio de todos. No estamos, planteando viejos modelos estatizantes, sino concepciones de humanidad lógica, que no conciben que un recurso tal elemental y básico, como el agua, este supeditado, en su propiedad y manejo, al interés de los privados, más que a la evidente necesidad de la comunidad nacional y de las personas.
Difícil tarea, que implica, no solo avanzar en un modelo de mejor democratización sino de mayor dignidad, creo que por eso votará la gente. Creo que ese será el reclamo al día siguiente para los vencedores que quieren representar estas perspectivas. La gran responsabilidad democrática depende solo de más democracia y voluntad política.
*Director Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales U. Academia de Humanismo Cristiano
Artículo publicado en El Quinto Poder