Homo Viator, un nuevo tiempo para las migraciones

Homo Viator, un nuevo tiempo para las migraciones

(*) Por José Bengoa

Columna publicada en The Clinic

Llegué a Copenhague después de un largo viaje desde Pudahuel, casi del polo sur al norte, sin escalas. En el aeropuerto me topé con la enorme figura de Augusto Willemsem Diaz, guatemalteco, gran persona por fuera y por dentro; ya ostentaba larga barba blanca. “Venimos a lo mismo”, me dijo. “Qué emoción”, le dije, viajar a Groenlandia. “Igual”, me respondió. Al alba nos sacaron de la cama y partimos al aeropuerto. No me podía imaginar las distancias, ya que los mapas como es sabido, han distorsionado los territorios cercanos a los polos de la tierra. Mercator me tenía confundido y no sabía si Groenlandia era tan grande como aparece o está terriblemente desfigurada.

Nuuk es la capital de la autonomía del pueblo Inuit. Una pequeña ciudad portuaria. Allí hay un Museo muy hermoso. Al ingresar hay una fotografía gigante de un grupo familiar Inuit. La sorpresa de quienes somos del sur del mundo es enorme, ya que es una fotografía prácticamente igual a las que se tomaron en la misma época, comienzos del siglo veinte, a los Onas o Selknam de Tierra del Fuego y también, sobre todo, a los canoeros Yámanas o Yaganes del extremo Cabo de Hornos. Los mismos rostros, expresiones corporales, ojos rasgados, enfundados en hermosas pieles curtidas de animales polares.

La reflexión no tiene respuesta. ¿Cuál es la razón de tanta similitud entre quienes vivían en el polo norte y quienes en el sur? ¿Será solo el clima?. Volviendo desde Nuuk en el aeroplano,  que iba a baja altura, pensaba al observar esos enormes hielos, en las teorías del poblamiento americano. Dicen que el enfriamiento glacial se habría extendido entre los 100 mil años y los 12 mil;  durante 19 mil años se podría haber cruzado por el Estrecho de Bering. Pero, son distancias y períodos  tan enormes, se me hacen tan grandes, que difícilmente pueden servir a la comprensión de lo ocurrido. Por cierto que está entre las probabilidades, pero  no me parecía una aventura demasiado sencilla descifrar desde la ventana de ese pequeño avión  la migración, de esos primeros seres humanos cruzando por los hielos. La imaginación se une a la admiración.

Porque, los seres humanos han  migrado, podríamos decir, desde que existe la especie. Hemos sido tan “Homo Sapiens” como “Homo Viator”, caminantes, viajeros. Buscadores de nuevas alternativas, de nuevos panoramas, territorios,  y a la vez buscadores de la “perfección” del vivir mejor, del dar un futuro de esperanzas a los hijos. En la Edad Media europea eran grandes masas humanas que se desplazaban y ahí estaba el camino de Santiago, la búsqueda de Jerusalém, objetivos que han cambiado con el tiempo pero hoy dia existen nuevas jerusalemes de la modernidad y la abundancia supuesta. Porque los motivos para “moverse” son muchos; por ejemplo religiosos,(dicen que al otro lado del mar hay un “Paraíso recuperado”, libro del Premio Nóbel Islandés, Halldor Laxness acerca de los viajes a Salt Lake City de los primeros mormones), o prestigio y poder, o la  búsqueda de salud que ha sido otra gran dimensión de las migraciones. Y por cierto las evidentes motivaciones comerciales. Finalmente somos peregrinos en esta tierra y por cierto migramos, viajamos, nos movemos, somos Homo Viator.

Los que migran dejan sus lugares y buscan otras tierras. Está en la estructura básica del ser humano el viajar, el migrar. Es un universal de la cultura, no todos viajan pero siempre hay espíritus viajeros. Siempre está presente el Homo Viator. La pregunta es evidente y sigue siendo vigente. ¿ De dónde vinieron los seres humanos que habitaron el continente americano? ¿Cuándo llegaron? ¿Llegaron otros por diversos caminos?.

América es el único caso en la historia europea en que aparecen otros seres de los que no se tenía conocimiento alguno. Porque de los pueblos de Asia y África se sabía desde siempre su existencia. Podía no conocerse en detalle a la China o Japón, pero desde la antigüedad se sabía muy bien que en esa dirección había grandes imperios, ciudades, en fin, sociedades humanas y tan humanas como las del mediterráneo. Pensemos que el propio Alejandro Magno llegó hasta la India. Los griegos les decían “Ethnos” de dónde viene el concepto de “étnico”, esto es, otros pueblos que no son “como nosotros”, que son culturalmente diferentes. Pero de la existencia de América solo había ambiguas invenciones como las de la Atlántida, pero nada concreto de la existencia de un mundo totalmente separado del euro afro asiático occidental.

¿Por dónde vinieron?. ¿Cuándo vinieron? Son preguntas difíciles de responder. Un tanto con ironía y científicamente en serio, en la Conferencia Mundial contra el racismo y la xenofobia que se realizó el año 2001 en Durban, Sudáfrica, un afiche decía “Todos venimos de África”, porque los más antiguos vestigios de seres humanos están en ese continente. Cuando los españoles llegaron a América fue también  la pregunta que se hicieron. ¿Quiénes son? ¿De dónde vinieron? Algunos pensaron que los humanos habían surgido de manera paralela en diversas partes del planeta. Pero las creencias cristianas impedían pensar seriamente en esa posibilidad: que hubiera habido varias creaciones de seres humanos. En términos éticos es muy importante. Somos todos iguales. Y la biología lo demuestra de una manera absoluta. La anatomía del  ser humano es igual en todos los casos. Por lo tanto la cuestión de la expansión de los humanos por el orbe sigue siendo un tema del mayor interés científico.

Paul Rivet, sabio francés, fundador y director durante largos años del Museo del Hombre de París, en el Trocadero, hizo famosa la teoría de que grupos de cazadores se desplazaron entre los hielos del Estrecho de Bering y fueron poblando América. Ya los antiguos jesuitas , el Padre Rosales,  lo señalaban como posible. Para él era de la mayor importancia teológica comprender que los “indios americanos” eran también “hijos de Dios”. La pregunta sigue vigente y sus respuestas están plagadas de consideraciones ocultas. Nada hay menos “científicamente puro” que este tema.

Está contaminado por ejemplo de Eurocentrismo, como habría dicho Aníbal Quijano, esto es, de que al explicar que los americanos provienen de Eurasia, por ejemplo, serían sus descendientes. El descubrimiento de la “gallina polinésica” en el Golfo de Arauco, en el sur de Chile, abre por ejemplo, el camino a nuevas conjeturas. Se trata de restos de gallina polinésica en tumbas americanas antiguas; es evidente que no pudieron viajar volando y debieron acompañar a seres humanos. Varias de estas migraciones habrían ocurrido por el extremo norte y el famoso puente que se habría formado con los hielos hace miles de años. De ahí se habrían desparramado por América del Norte y seguido al sur, en un viaje que cada vez se lo considera más rápido, a pesar de que no hablamos por cierto de años sino de siglos o milenios.

El caso de Monte Verde, cerca de Osorno, estudiado por nuestro amigo el arqueólogo y antropólogo Tom Dillehay, pone fechas que van hasta los treinta mil años de antigüedad de rastros de la presencia de los seres humanos por estas tierras. Monte Verde tiene una importancia epistemológica determinante, ya que muestra que las teorías aceptadas son siempre procelosas y dependen de los instrumentos utilizados, de los restos descubiertos y de las hipótesis posibles.

Viajar y migrar son dos cosas muy diferentes, como se sabe. Viajar consiste en ir a un lugar y regresar. Además del regreso la clave del viaje, es contar lo que allí se vio. El viajero es por antonomasia un relatador de historias que le han sucedido, como acá se está viendo. Todo el sentido del viaje es regresar a contar lo que se ha visto. Las migraciones en cambio son de otra especie. Son seres humanos que buscan otro lugar donde vivir y que su objetivo no es regresar a contar, ya que muchas veces a los que han dejado en el lugar se los desprecia, teme u odia. Muchas de las migraciones o casi siempre ocurren por guerras internas, odios religiosos como los “Pilgrims” que fundan la Nueva Inglaterra, o por hambre y desesperación. La mayor parte de las veces se trata de “arrancar” del lugar de origen y adaptarse lo mejor posible al lugar al que se llega.

Las guerras, los controles territoriales, las presiones de otros grupos humanos, han sido también motivos permanentes de huida. Y finalmente la búsqueda de una “tierra prometida”, un paraíso en la tierra, un lugar amable donde vivir y reproducirse. De lo que no cabe duda es que el asunto es fascinante.

Un punto de vista humanista conduciría las investigaciones en busca de todo tipo de contactos y comunicaciones. De esa manera se podría comprender a los americanos como unidos por decenas de lazos de origen con el resto del mundo. Como diría Simón Bolívar miles de años después, América sería efectivamente el “crisol de todas las razas”, el espacio dónde se mezclaron todos, lo que es un sueño utópico y deseable. Posiblemente desde su inicio, origen fundante, las poblaciones americanas se fueron formando con el aporte de migraciones de todas partes del mundo de entonces y quizá descubramos que siguieron caminos diferentes y unos llegaron por el norte, otros por el sur desde las islas del Pacífico y otros cruzaron, como ya decía Ben Israel, de la Noruega, adelantándose en varios cientos de años a los descubrimientos de la llegada de los Vikingos al Canadá. Discutir si migrar es un derecho humano es una simplicidad casi ingenua. Los hechos son que los humanos son migrantes en sí mismos. Encerrarse en un castillo lleno de alambres de púa, aterrorizados por la aparición del otro, de otros, es ir contra la historia humana. Es finalmente una pérdida de tiempo ya que al final nos vamos a mezclar todos con todos y eso es muy bueno. Hay que mirar con optimismo el nuevo tiempo de las migraciones. En definitiva está en nuestro ser profundo el Homo Viator.