La derecha hirviendo o de cómo ya alcanzó su punto de saturación

La derecha hirviendo o de cómo ya alcanzó su punto de saturación

*Por Pablo Zúñiga

Hemos visto hasta la saturación, que lo vivido en las calles desde el 2006 ha tenido impacto en la clase política en general, y en la derecha en lo particular. Su actual desesperación es un indicio claro. Hoy,  su oferta no va más allá de conservar lo que se pueda y para ello sacrificar lo que se deba.

El punto está, en que la  línea divisoria entre ambas derechas  ya no parece clara, pues la derecha ideológica, apegada a los valores tradicionales (y con la impronta de la dictadura) y la derecha económica (también ideológica, pero esencialmente pragmática), comienza a entrar en fricción.

No entender que ambas necesitan del  neoliberalismo como sustento de  su aparato ideológico y a su vez, precisan tener influencia formal en el creación de  leyes, es no entender la razón por la cual existe un modelo injusto y que por lo visto tiene cuerda  para rato. Por lo menos,  mientras empresarios condenen las conductas de quienes son iguales a ellos en simposios y congresos (sólo con el propósito de dar una apariencia de seriedad a partir de una ética de medio turno), mientras que en privado y en silencio aplaudan sus prácticas como normales y justas.

Palabras al viento, saludos a la bandera, aplausos para una galería indolente y tristemente ignorante, que es incapaz de juzgar la ética o la moral pública, porque hace rato que como sociedad anestesiamos la realidad, con la parafernalia visual de un modelo  de luces y centellas.

El discurso autorreferente, queda perfectamente anclado en la defensa de los valores republicanos. Valores que en un  Chile desigual, es imposible que alguna vez hayan existido, pues la cosa pública nunca ha sido creada por todos, sino por unos cuantos, los mismos que siempre ponen los huevos  en la máxima cantidad de canastas posibles, para evitar el descalabro de sus intereses.

La derecha apuesta a ganador, (independiente cualquiera sea el resultado en la urnas). Quizás habrá cambios, pero solo para ellos ganen un poco menos. Sería una locura creer que no sabían que algún día podría ocurrir, que todo aquello vinculado a lo peor de la dictadura, no se pondría al menos, en algún momento,  en duda; pero saben, que al final, se mantendrá con otra cara, pero siempre persistirá, aún cuando las calles clamen por cambios de verdad, mediante  eslóganes campañeros.

Hay un dato no menor, que no podemos dejar de mencionar, es un presidente de la derecha económica, el mismo que ha sacado ventajas de todo cuanto ha podido del modelo, es el que le ha cerrado las puertas a la derecha conservadora, he ahí su pragmatismo , ¿acaso no es la misma que compró las empresas del Estado a un precio irrisorio y que después se negó a que  el Estado pudiera recuperarlas, usando como santo argumento el derecho que ellos mismos hicieron?

La derecha alcanza su punto de saturación desde que Lavín es desplazado por Piñera; ese es un golpe mortal para UDI y para el sector conservador. Quizás por eso, su primer candidato presidencial en esta pasada,  fuera un no militante como Golborne (que incluso votó por el NO), al que no dudaron en dejar caer cuando vieron que no era capaz de despegar. Luego,  nombran a Longueira, todos  ya sabemos lo que pasó y hoy tiene que aceptar a regañadientes a una candidata que es incapaz de proyectar la mística que cruce ambas derechas.

Para no perderlas todas, la derecha conservadora es capaz de sacrificar parte de lo que tiene; pues lo que debe evitar  a cualquier precio es la construcción de un nuevo derecho, uno consensuado por las mayorías, uno en que todos se sientan representados, uno en que una minoría no pueda decidir perpetuamente el destino de todos. Todo, porque aún no acepta que la quimera de la derecha conservadora no está en el país de futuro.

Sin consensos vinculantes, la derecha no puede ganar esta elección, no puede conservar lo que hasta ahora el peso de la dictadura le hacía mantener. Aún, cuando se crezca al 6%, se tenga un bajo índice  de desempleo y que todos estemos comprando lo que queramos en los malls.

Lo que ha quedado en evidencia, es que el discurso exitista, tiene como resultado sólo un eco vacío. Porque quien lo grita hasta la saciedad es un gobierno incapaz de venderlo con éxito. Así,  el resultado es la frustración que provoca al hablar de dieciséis mil dólares de ingreso per cápita, del orgullo de pertenecer a la OCDE y todo a final del día es eso, discurso; que la mayoría de nosotros no es capaz de ver en su vida cotidiana,ni a fin de mes, ni cuando debemos enviar a los hijos al colegio, acudir por salud  o cobrar una miserable pensión.

Por eso, a la derecha, no le queda más opción que defender,  y la desventaja del que resguarda, del protege,  es que defender, lleva siempre a perder más que ganar. Sobre todo, cuando son cada vez  menos los que están dispuestos a escuchar  ese discurso, porque ya son más los que sabemos  que eso,  en estas condiciones no es así.

*Docente Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales U. Academia de Humanismo Cristiano.

Artículo publicado en El Mostrador