La Educación y la Guerra en Chile

La Educación y la Guerra en Chile

(*) Por Felipe Zurita

La última semana ha estado marcada por una amplia e intensa movilización social de la población chilena a lo largo y ancho del país. Si bien el elemento detonador inicial correspondió a una movilización de estudiantes secundarios contra el alza del valor del Metro de Santiago, ha quedado muy claro que el fundamento de esta movilización corresponde a un malestar profundo y transversal de la población con un modelo político y económico que favorece el abuso impune de los poderosos y la mercantilización de la vida en sus diferentes dimensiones.

En este contexto, el Gobierno optó por criminalizar la protesta y por decretar el Estado de Emergencia y toque de queda, instalando a las Fuerzas Armadas en el escenario público como regulador hegemónico, a la vez que limitó las libertades de la población. En ese contexto, el Presidente de la República Sebastián Piñera declaró el día domingo 20 de octubre en su discurso diario que “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”. Esta declaración merece dos reflexiones desde el punto de vista educativo.

La primera reflexión. En la guerra el opositor pierde su humanidad, puesto que en tanto enemigo es deseable y posible su eliminación. De esta forma, es importantísimo no naturalizar y rechazar de forma vigorosa esta declaración, puesto que la opción de atacar y deshumanizar a potenciales adversarios corresponde a un impresentable ejemplo de falta de dirección política y de debilitamiento del espacio democrático. Las nuevas generaciones, a modo de una exigencia mínima, merecen liderazgos que favorezcan la deliberación política democrática, incluyendo por supuesto las contradicciones y oposiciones, sin caer en la tentación de transformar al contendiente y sus ideas en una imagen monstruosa. Nuestra historia reciente muestra con claridad que la opción de deshumanizar a las personas que piensan de manera diferente favoreció el desarrollo de las más aberrantes violaciones a los derechos humanos en el seno de la sociedad chilena. La formación de las nuevas generaciones no necesita ni tampoco merece esto.

La segunda reflexión. Cuando la guerra se transforma en la prioridad de un Gobierno, la educación es abandonada, desplazada y su potencia humanizadora es deteriorada. Esto ocurrió en Chile cuando la Dictadura Cívico-Militar llevó adelante una guerra interna contra militantes y simpatizantes de izquierda, en un primer momento, y contra la mayoría de la población de forma posterior. Durante la Dictadura Cívico-Militar el sistema educativo vivó un proceso de profundo deterioro, puesto que la inversión fiscal en la misma disminuyó de manera dramática, estudiantes y docentes fueron perseguidos y reprimidos por cuestiones políticas, el Estado abandonó el sistema escolar y universitario público, favoreciendo así que el mercado se constituyera de forma brutal en el mecanismo regulador del acceso y disfrute de la educación. De esta forma, la educación se orientó más a cuestiones de regulación ideológica y de acumulación de recursos, en vez de ser la instancia privilegiada para favorecer el amplio desarrollo de las capacidades humanas de las nuevas generaciones. Esta situación problemática se extiende de forma importante hasta el presente y lo vienen denunciando y enfrentando desde hace mucho tiempo los distintos sectores educativos organizados de nuestra sociedad.

A modo de cierre, no estamos en guerra, su aliento a muerte debe ser desplazado y en educación, como así en las otras dimensiones importantes de la vida, hay mucho que avanzar para alcanzar un modo de vida marcado por la dignidad y la justicia social.

(*) Doctor en Educación, profesor Escuela Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales. UAHC