La paradoja de Venezuela y la región
(*) Por José Orellana
La primera impresión al mirar el proceso político venezolano es la de un Estado y una Sociedad Civil que administran ingobernabilidad política. Venezuela dejó de ser lo que fue, dirán los expertos políticos, económicos o académicos desde el interior o exterior de Venezuela. Esta última opinión se articula gracias a un sistemático dispositivo publicitario que informa profusamente sobre la cuestión, siendo el número de muertos el eje informativo. Si nos sensibilizamos por los muertos en otras partes del mundo, también debemos hacerlo desde aquí como un indesmentible indicador de que Venezuela se encuentra en dificultades profundas.
En rigor, Venezuela, desde la ascensión de Hugo Chávez Frías al poder, se impone con un proyecto político de desarrollo nacional con pretenciones regionales y globales donde la variable petróleo fue determinante, sobre todo cuando los precios estaban muy caros. Esto le permitió insertarse en la Venezuela profunda y popular permitiéndole altos grados de legitimidad social y, por por supuesto, política. Los partidos oficialistas, sobre todo el Partido Socialista Venezolano, generaron un sincronismo lineal al igual que otras fuerzas políticas.
Lo anterior le permitió hegemonizar durante más de diez años el poder, minimizando democráticamente las expresiones opositoras, las cuales, inclusive, se restaron de participar en los procesos electorales para la Constituyente de 1999, dado que acusaron falta de garantías para participar en los mismos. Permitió entonces un ejecutivo y un legislativo, chavista, se indicará más adelante.
Este campo en disputa política, que para el caso venezolano se formalizó por medio de una nueva constitución y democracia (una del socialismo del siglo XXI, se indicará), permitió en el nuevo juego democrático que las fuerzas políticas derrotadas tuviesen la oportunidad de reorganizarse y articularse con los diversos actores, tanto nacionales e internacionales, funcionales a la toma del poder nuevamente. Tras la muerte de Chávez, y la ascensión de Maduro, el proceso político, no entregó los mejores marcos referenciales para la transición de un ejecutivo al otro, fundamentalmente por la baja significativa del precio del petróleo. Hecho que limitó significativamente el comportamiento social que proyectó la Revolución Bolivariana. Desde el análisis económico político liberal o neoliberal, representará la irresponsabilidad propia de un gobierno populista de izquierda.
Lo anterior, en parte, permitió que la oposición, fundamentalmente organizada en la Mesa de Unión Democrática, con Henrique Capriles a la Cabeza, capitalizara en la última elección de congresistas, una amplia mayoría, hecho político que desestabilizó la transición de Chávez a Maduro, permitiéndose así una legitimidad renovada en el marco de la constitución Chavista, que no le permitió y no le ha permitido levantar cabeza a Maduro. A ello se sumaría todo el desabastecimiento de víveres diversos, producto de una economía interna y externa depresiva.
Desde lo político, hay que agregar la cuestión del encarcelamiento de Leopoldo López, el cual fue una bandera de lucha cohesiva de la oposición, inclusive antes de los comicios que permitieron un Congreso de oposición, consagrando así, bajo la forma de gobierno presidencial, la práctica del Gobierno dividido, el cual, según la teoría de gobierno, permite explicar parte de este tipo de tensiones.
Finalmente, el régimen, se permitió restar legitimidad al Congreso de mayoría opositora, delegándole a otra institución sus responsabilidades (Tribunal Supremo de justicia). En este cuadro de crispación política lo menos recomendable era esa acción. Sin perjuicio de que se restituyeran las funciones de los legisladores, el error ya estaba consumado.
Paralelamente, como salida, la convocatoria a una Nueva Constitución vía nueva Asamblea Constituyente que desde la teoría y la práctica democrática serán siempre deseables de llevar a cabo, su éxito se asegura si existe un consenso mayoritario, como ocurrió en la propia Venezuela de Chávez o en Bolivia con Evo Morales.
Queda la sensación que de llevarse a cabo la elección de los más de 500 constituyentes el próximo domingo, el clima interno no disminuirá en tensión, teniendo además una presión internacional integral para que Maduro, convoque a elecciones en el marco de la constitución chavista. ¡Qué paradoja para todas las fuerzas que estuvieron contra Chávez, las nacionales e ‘internacionales – imperialistas’, como diría él mismo!… hoy defienden su legado. Pareciera ser, que una posibilidad de mantener y gestionar el legado de la Revolución Bolivariana, es avanzar en un camino institucional de mayorías y, y desde ahí, con constitución chavista, articular desde la oposición proyectos de renovación y/o continuidad revolucionaria. Ello, si es que no se logra consolidar y legitimar en mayorías orgánicas la próxima constituyente.
(*) Académico Escuela de Ciencia Política y RR. II. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Doctor © en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.