La PSU, mal predictor del desempeño de profesores

La PSU, mal predictor del desempeño de profesores

La PSU es cuestionable también como factor que predice un buen desempeño profesional en el ámbito de la docencia. No hay evidencia científica al respecto. En cambio, sería bueno preguntarse, primero, sobre qué significa ser profesor y cuáles son los factores que podrían, de alguna manera, predecir la práctica docente futura.

Por Isabel Guzmán.

En las últimas semanas, el debate educativo se ha concentrado nuevamente en la calidad de los profesores que asumen la responsabilidad de enseñar en escuelas y liceos. La formación inicial de los docentes, sale a la palestra una vez más. Desde allí, se cuestiona la calidad de los estudiantes que ingresan a estudiar pedagogía.

Se da por un hecho incuestionable que los jóvenes que optan por estudiar para ser profesores son mediocres, que no les alcanzó el puntaje para estudiar otras carreras, que la pedagogía fue su última opción y que, por tanto, no serán buenos profesores. Sin embargo, es posible cuestionar este supuesto que aparece casi como innegable. De hecho, entre los egresados de las carreras de Pedagogía en Educación Básica que dieron la Prueba Inicia 2008, el 67% señala que estudiar para profesor fue su primera opción.

Por otra parte, se pone como una verdad casi axiomática el poder predictor de la PSU, en el sentido de que esta prueba es una variable que predice el buen (o mal) desempeño, primero como estudiante y luego como profesor. Este supuesto se sustenta en datos que muestran, por ejemplo, que más del 60% de los estudiantes que egresan de pedagogía tienen promedios menores a los 500 puntos. Surgen voces que, simplificando los procesos educativos y la tarea docente, plantean que un aspecto central para mejorar la calidad de los profesores es implementar políticas que permitan exigir puntajes PSU claramente superiores a los estudiantes que ingresan a estudiar pedagogía.

Esta política es discutible, en primer lugar, por su ineficacia, ya que mientras no exista una modificación sustantiva de la carrera docente y de la valoración cultural de la profesión, difícilmente, los estudiantes con mayores puntajes optarán por ser profesores. Muy pocos de los que pueden optar a una carrera con remuneraciones esperadas en torno a los dos millones de pesos elegirán una en que sus ingresos lleguen a quinientos mil. Incluso, si se hace efectiva la propuesta del panel de expertos de un aumento de hasta un 50%, sus remuneraciones no sobrepasarían los $750.000.

Además, la PSU es cuestionable también como factor que predice un buen desempeño profesional en el ámbito de la docencia. No hay evidencia científica al respecto. En cambio, sería bueno preguntarse, primero, sobre qué significa ser profesor y cuáles son los factores que podrían, de alguna manera, predecir la práctica docente futura. Reflexionando en torno a esa pregunta es posible señalar que existe una dimensión sustantiva que constituye al profesor que se relaciona con el sentido social y transformador de su tarea. Sin duda, el buen docente debe aprender y seguir aprendiendo los saberes pedagógicos propios de la profesión, pero si no le da sentido profundo a su tarea, difícilmente podrá asumir adecuadamente la compleja tarea en que está inserto, sobre todo si atiende a niños, niñas y jóvenes provenientes de sectores vulnerados socialmente.

Adicionalmente, la exigencia de puntaje PSU es discutible si se visualizan los posibles efectos discriminatorios que esta medida tendría con los jóvenes provenientes de sectores medios y populares. Es bien sabido que los puntajes de la PSU se vinculan con la variable nivel socio-económico más estrechamente que ninguna otra. Todos sabemos que los mejores puntajes se concentran en los colegios particulares pagados y que éstos atienden al sector más favorecido económicamente hablando de la población. Por tanto, es posible pensar que los jóvenes de los sectores populares quedarían fuera de la docencia. Sin duda que no es lo que queremos como país.

Considerando lo planteado, y desde la experiencia de formación inicial docente de la Escuela de Educación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, es posible con cierta seguridad señalar que la perspectiva de transformación social y humana con que los estudiantes ingresan a estudiar pedagogía es un factor que puede predecir el buen desempeño como estudiante y como profesor. ¿Será posible entonces, buscar maneras de incentivar a aquellos jóvenes que han mostrado interés en este sentido?

* Jefa de la carrera de Pedagogía en Educación Básica de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.