La salud pública en Chile: normalizando lo amoral
(*) Por Esteban Muñóz Valdés
En el Hospital San José las personas están hospitalizadas en sillas, en el Hospital Barros Luco a una persona le inmovilizaron su pierna quebrada con cartón y cinta adhesiva, durante 3 o 4 años a la señora Juanita la han hecho esperar para tener su operación de caderas. Estas son algunas de las situaciones que se viven a diario en nuestro sistema de salud.
Hoy al despertar me enteré de que una de las pacientes que atiendo como psicólogo había muerto. La misma a la que vi durante la semana en la sala de urgencias mientras mis compañeros médicos intentaban estabilizarla con los pocos recursos que se tienen en APS. Vi también cómo fue derivada al hospital en dos ocasiones, o quizás más, pero finalmente el desenlace fue fatal.
¿Qué está pasando con nuestro sistema de salud?, si todos sabemos que existe falta de recursos financieros, humanos, de infraestructura, ¿Por qué no tenemos las mejoras en el aquí y en el ahora?, Muchas veces desde el rol de jefatura, tuve que intentar dar respuesta a este tipo de situaciones, intentando tapar el sol con el dedo sin darme cuenta de que con ese discurso, simplemente se invisibilizan estos temas. Y yo, que tenía una cuota pequeña de autoridad, con un espacio pequeño de poder, muchas veces terminé normalizando este tipo de problemas que ocurren a diario en nuestro país, razonando con discursos tan insensatos como el del director del Hospital San José, donde se normaliza, se invisibiliza, las situaciones de vulneración, y donde lamentablemente las personas que somos funcionarios de este sistema de salud nos hemos hecho cómplices de la vulneración de derechos a nuestros usuarios, dado que permitimos que a diario existan este tipo de prácticas.
Nuestro sistema de salud, requiere urgente una reforma y que, de una vez por todas, visibilicemos que en Chile estamos vulnerando los derechos humanos al no entregar atenciones de salud dignas e igualitarias para todos. No es posible que quienes pueden pagar salud, tengan mayor acceso a la tecnología, la comodidad y que quienes son parte del sistema público tengan que recibir las sobras de un sistema que es decadente.
No es posible que normalicemos que las personas tengan que esperar años para recibir salud, que muchos mueran en el intento y que el Estado no genere cambios significativos y reforme como lo requiere nuestra sociedad. Que los sistemas de pensiones sean quienes abandonan al adulto mayor después de haber entregado riquezas por años a quienes manejan las AFP.
Es tiempo de que la comunidad entienda que nos debemos unir por un propósito de mejora en el sistema de salud y en general de nuestra sociedad, que no se siga permitiendo, que nuestros derechos sean vulnerados, día tras día, minuto tras minuto. Y que lo sigamos aceptando, como algo normal. De verdad, no debe ser normal, que la mayor parte de la población tenga patologías de salud mental, no puede ser normal que se priorice el desarrollo empresarial por sobre la salud, no es normal que nuestros políticos se corrompan en pro de obtener beneficios propios, por sobre las otras personas, no es normal tener que trabajar tanto y abandonar nuestras familias para tener acceso al pan y vestimenta.
En eso estamos hoy: normalizando lo amoral, lo que no debe ser, poniéndonos vendas en los ojos, que lo único que hacen es crear una falsa felicidad. Haciéndonos creer que mientras tengamos el último celular pagado en 36 cuotas somos felices y completos.
Vivimos en la permanente esperanza de que todo mejorara, pero ahí también es donde muchos mueren esperando ser atendidos en el sistema de salud. Con la esperanza –porque eso ha hecho perfecto el sistema neoliberal que hoy tenemos- de creer que somos felices por las cosas que tenemos. Con la esperanza de que mañana podemos tener más y ser felices, manteniéndonos en la inacción, en la ceguera, en la competencia, en el desamor, desunidos, potenciando y aceptando lo que no debe ser.
Así veo que esta nuestro país. Bajo un sistema socio económico que está enfocado en lo económico, en lo productivo, abandonando lo humano, donde cada persona es un engranaje que hace funcionar la máquina que lleva a la mayoría de nosotros a la desolación, la locura y la muerte.
(*) Psicólogo UAHC. Magíster en Educación Emocional.