Las ballenas

Las ballenas

(*) Por Luis Campos

Ballenas que colgaban del techo. Eran de mimbre, como las sillas que estaban en la casa de mi abuelo. Pero gigantes. Sé que había otras figuras, aunque lo que más me quedó en la memoria fueron esos inmensos pescados tejidos de paja que parecían volar.

Fue uno de esos días, de domingo otoñal, en que salía toda la familia a pasear. Algunas veces era a la Plaza de Armas para ver al orfeón de carabineros y luego comer una pizza en el Ravera. Otros domingos eran de carreras, de juegos Diana, del cerro San Cristóbal y de rodar por la ladera de pasto que en ese entonces me parecía un abismo.

Esa vez fue la ballena gigante que volaba por los aires y justo debajo de ella, como si fuera una señal tácita para ese niño de ojos asombrados en el que me había convertido, las grandes fuentes de acero inoxidable, con sus bandejas coloridas y toda esa comida que, a pesar de su cantidad, no conseguía ocultar el más delicioso manjar que pude ver en mi vida: los deliciosos e irresistibles vasitos de yogurt.

 

 

*Luis Campos es director de Investigación de la UAHC.