
Las coaliciones políticas: sin consenso vinculante
Por Pablo Zúñiga.
Para que una sociedad acepte los valores por los cuales se estructura como tal, precisa que este sistema la interprete; que las instituciones que gobiernan no sólo sean legales sino que también legítimas
El actual gobierno nos ha demostrado que permanece en un estado de instalación permanente. Asistimos a una crisis de emblema y todo indica la falta de símbolos orientadores; porque a fin de cuentas lo que se critica es la democracia, y ese es un peligro para cualquier sociedad contemporánea.
La Concertación, o lo que queda de ella poco contribuye, posee escasa legitimidad por su incapacidad para establecer un discurso coherente que interprete a la sociedad civil, y que la interprete a sí misma. La ex Concertación sigue actuando en los hechos como si gozara de una aprobación transversal indiscutida y sigue tomando acuerdos sin considerar a sus bases partidarias. Ello aumenta la brecha entre representante y representado, y los medios siguen tratándola como el referente capaz de establecer los consensos básicos para el otro Chile. Ese que es necesario refundar, pero que al fin de cuentas, es el mismo que ellos no se atrevieron a crear.
Por su parte, la derecha parece incapaz de interpretar siquiera el triunfo legitimo que obtuvo en las elecciones. Busca consensos precisamente en los lugares donde la sociedad vuelca todo su malestar: envía leyes al legislativo, luego de explotar alguna coyuntura (caso La Polar, caso Sernac financiero) o sea, se legisla para resolver la coyuntura, como lo sucedido en Aysén. También la “reforma tributaria”, que al final del día, no es más que un téngase presente con respecto a dar respuestas mínimas a las movilizaciones del año pasado, pues nunca estuvo en su programa, ni menos en la convicción de la derecha.
La otrora concertación fue capaz de dialogar y tal vez hasta sofocar los movimientos sociales y políticos, por poseer al menos un par de fibras de ADN vinculantes; algo de ideología que enunciaba un modelo de sociedad que no gustó. Pero a la luz de lo que hoy se plantea, terminó siendo una coalición que sólo administró, y por eso quizás hoy, es una oposición con un muy bajo porcentaje de apoyo. Recordemos que la derecha gana las últimas elecciones presidenciales por el voto de los desencantados. Hay muchas razones para explicar esto, pero el punto medular es que fue incapaz de refundarse.
La concertación se quedó sin emblema, pues cuando en un sistema de símbolos el emblema cae y no hay estructura argumental que la sostenga. El Chile que ellos vinieron a cambiar ya está cambiado, a tal punto que los que antes defendían la obra de la dictadura hoy callan o lo miran con ojo torvo. Hoy son otros, que no están, en ninguna estructura partidaria los que impulsan los cambios.
Orden y Patria es nuestro lema. No hay consenso vinculante y la razón es majaderamente simple, la derecha no tiene nada que ofrecer. Porque además, históricamente lo único que ofreció lo impuso con la fuerza, nunca buscó ni necesitó consensos en la sociedad civil o los movimientos sociales. Por lo tanto, no puede ni relacionarse, ni orientar movimiento social alguno, ni mucho menos desarticularlos sino es con cuotas de violencia real o simbólica. Tampoco puede gobernar un país que le dejaron sus padres, que nunca necesitaron de la ciudadanía. Hoy gobernar es difícil, los hijos y nietos de los otrora ministros deben hacerlo con esta chusma que se organiza y sin preguntarles su opinión. Y a la ex concertación, tampoco.
La situación para ambas coaliciones no puede ser más mala. El gobierno, aunque nos parezca difícil de creer posee una coalición al menos organizada, no dispersa, eso dice el imperio de la apariencia, habrá que ver como se mueven las piezas los presidenciables. Sobre la concertación, podemos sostener que el poder da márgenes de unidad, permite que los partidos se ordenen, pero cuando no existe ni poder, ni proyecto, lo que impera es el sálvese quien pueda, así no es plausible un gobierno, tampoco una coalición.
Los líderes no suman, escasamente se suman, ¿cuántos hubo en la última movilización convocada por los estudiantes? ¿Cuánto asistieron a la marcha del 1° de mayo? ¿Fueron invitados?, los políticos de profesión no son ya sujetos capaces de orientar un discurso que cautive, no poseen un discurso que posea un emblema, mientras no cambien las estructuras. Hoy por hoy, no son referentes y mientras eso no ocurra no habrá discurso coherente, y estaremos asistiendo permanentemente al funeral de un sistema político heredado, enfrentándonos a un modelo que fracasó.
No hay una ideología que posea una proyección, un modelo de sociedad en la cual los muchos nos sintamos interpretados, sólo existe la búsqueda de la satisfacción de las demandas de tipo consumidor, lo que se busca es que el precio de un producto no suba y en ese proceso lo que sucede es que no se le se da valor a los derechos ciudadanos. Comienza así la destrucción de la democracia y sus emblemas: Igualdad, libertad y justicia.
*Docente Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Artículo publicado en Cambio 21. Ver aquí