Las interpretaciones de Sergio Micco

Las interpretaciones de Sergio Micco

Columna publicada en El Desconcierto

 

Enorme revuelo y gran preocupación causó el director del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), Sergio Micco Aguayo, en una entrevista concedida el sábado 2 de mayo recién pasado. En particular una frase incendió las redes sociales y alertó a parte del Directorio de la Corporación y a la Asociación de Funcionarios y Funcionarias del INDH, los que emitieron sendos comunicados en rechazo a la siguiente afirmación del directivo “No hemos hecho lo suficiente para comunicar (a los jóvenes) una de nuestras verdades: no hay derechos sin deberes”.

Previo a cualquier intento de análisis de esta frase, debemos dejar un punto establecido: los derechos humanos son incondicionales, es decir, no son moneda de canje o premio a buenas acciones; son derechos que tiene todo ser humano por el hecho de ser persona y es obligación del Estado respetarlos, garantizarlos y promoverlos.

Esta descripción, que probablemente usted escuchará con frecuencia, puede encontrarla explicada con peras y manzanas en textos educativos que el propio INDH ha construido y difundido como parte de sus obligaciones, en tanto ente promotor de los derechos humanos en nuestro país.

Tanto recurso puesto al servicio de nuestra población no sostiene que el máximo representante de la institución que los genera incurra en dichos tan contradictorios. Porque es una enorme irresponsabilidad confundir a la población en los tiempos que corren. La entrevista realizada al Sr. Micco propicia ese escenario desde el inicio, situando al directivo como un “activo defensor de los derechos humanos (…) dispuesto a hablar de deberes”. En este punto cabe un llamado de atención a la periodista, quien, de haber revisado los Informes Anuales entregados por el INDH desde su formación, sabría que quienes integran esta institución, activos defensores y defensoras de los derechos humanos, han trabajado sin pausa para educar sobre cuáles son los deberes en materia de derechos humanos y establecer, según los estándares internacionales y los compromisos suscritos por nuestro país, a quiénes corresponde cumplirlos.

Sin embargo, la profesional y el medio al que pertenece optan por situar a Sergio Micco como una suerte de defensor solitario de la educación de los derechos humanos, quien desea darle a la institución que dirige una dimensión más “valórica”, como si en estos diez años de trabajo en pro de los derechos humanos ese carácter hubiese estado ausente del compromiso de quienes allí trabajan.

Respecto de la educación en derechos humanos (EDH), cabe aclarar que se trata de un ámbito que viene siendo promovido de manera ininterrumpida desde los años ochenta por educadores y educadoras que comprendieron, gracias a sus experiencias pedagógicas, que los derechos humanos no eran solo un cúmulo de leyes y tratados internacionales circunscritos al dominio de abogados, sino que también eran una herramienta que debía ser enseñada y promovida entre la población para ser llevada a la práctica.

Quienes nos dedicamos a la EDH sabemos bien que el pensamiento expresado por el Sr. Micco en la entrevista no es ni original ni nuevo y, más bien representa una línea de pensamiento que históricamente busca emparejar la cancha respecto de los derechos humanos, donde se enseña que, para que el Estado garantice estos derechos, la población debe primero cumplir con ciertas obligaciones.Basta echar una mirada al Currículum Nacional oficial o tener hijos en enseñanza básica para leer, por ejemplo, en la Unidad IV “Los derechos de las personas, el Estado y las actitudes cívicas”, del libro de Historia, Geografía y Ciencias Sociales de quinto básico, el siguiente objetivo de aprendizaje: “Reconocer que los derechos generan deberes y responsabilidades en las personas y en el Estado (…)”. Eso mismo repetirán sistemáticamente niñas y niños desde primero básico, cuando lean la declaración de los derechos del niño; desde ese minuto se les explicará que tienen derechos, pero – siempre hay un “pero”- también tienen deberes. Lo que para ellos equivale a que, si no cumplen con sus deberes, no tendrán derechos. Por lo tanto, se equivoca el Sr. Micco al afirmar que no se ha hecho lo suficiente para transmitir esa lógica. Ella es justamente la que ha primado en un malentendido ejercicio de promoción de los derechos humanos, la que se ha replicado de generación en generación porque la formación inicial docente carece de formación en EDH, y es también la lógica que ha buscado revertir el INDH y la Red de Equipos de Educación en Derechos Humanos de nuestro país en su titánica tarea por generar una formación idónea en materia de derechos humanos, ajena a las malas interpretaciones.

Los dichos del actual director del INDH evidencian un distanciamiento respecto del trabajo desarrollado hasta hoy por esa institución y por quienes promovemos la educación en derechos humanos. Tal vez este se deba a que, a diferencia de sus predecesoras, el Sr. Micco no posea una trayectoria profesional específica en el campo de los derechos humanos, o tal vez este lamentable hito sea la prueba de que no basta tener buenas intenciones para ocupar un cargo de tal relevancia para nuestro país.

(*) Académica del Observatorio de Educación en Derechos Humanos. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.