Las pretensiones de Bolivia y el rol de Perú: Una relación complicada

Las pretensiones de Bolivia y el rol de Perú: Una relación complicada

(*) Por José Orellana

Columna publicada originalmente en diario La Nación

El Presidente boliviano Evo Morales utiliza permanentemente su cuenta de Twitter para expresar sus opiniones sobre la situación limítrofe y sus apreciaciones sobre la diplomacia chilena realizada por el canciller Heraldo Muñoz. La reacción de Morales sobre Muñoz y su declaración de Bolivia carece de credibilidad en los foros internacionales, se encuentra con la lacónica respuesta del mandatario altiplánico que solicitó “digamos la verdad a los pueblos del mundo” y enfatizó una supuesta contradicción del canciller chileno, el que, según Morales, reconoció los derechos de Bolivia y luego los negó.

En más de una oportunidad, la Política Exterior Boliviana de los últimos años dio muestras de asertividad y permitió a Chile actuar con coherencia en ese sentido (o eso parece). Esto, desde la utilización del multilateralismo propuesto por la ONU y otros organismos a diversa escala. Internamente también, desde el ex Presidente Carlos Mesa Gisbert, se inicia explícitamente un enfrentamiento interno que continuó Evo Morales de manera efectiva y que fue derivando en la condición de plurinacionalidad del país. Se podría afirmar que Chile se transformó en un eje de acción política interna y externa que permitiría una coherencia de gestión nacional, que probablemente, contribuya a proyectar todavía más el mandato de Evo Morales, atendiendo a la Constitución Política Plurinacional vigente.

Lo anterior, en el ámbito externo, se constata con la demanda interpuesta por Bolivia contra Chile en el Tribunal de la Haya que buscaría, entre otros aspectos, obligar a negociar una salida útil por el Pacífico, a propósito de los derechos expectaticios, desplegándose desde ahí diversas derivadas políticas que se crean en el sistema internacional. Propaganda indicarán algunos para allanar reales o imaginarias voluntades de diversos países. Tal circunstancia, utilizada hábilmente en la vida interna del país, es útil no sólo para la causa, indicarán otros, sino que también para enfrentar la disputa interna. No porque Morales haya estado más de diez años en el poder significa que no existan (o existieron) disputas profundas por el redireccionamiento de los destinos del país plurinacional (por ejemplo, desde los regionalismos internos).

Un instrumento concreto de ello, es el logro del Libro del Mar, el cual no sólo se ha utilizado interiormente, sino que hasta en Chile por algún profesor del sistema educacional, lo cual hay que reconocer, es didácticamente útil para entender la argumentación boliviana.

Mientras, por el lado de Chile, lejos de allanarse a jugar el juego de Bolivia, bajo la consigna del respeto al Derecho Internacional, se reacciona con otra demanda contra Bolivia para que sea el Tribunal de la Haya quien zanje, finalmente, si el río Silala, es río internacional, como argumenta Chile, o, un manantial, como argumenta Bolivia, el cual ha sido intervenido durante años, generando un ‘otro’ profundo detrimento de desarrollo económico a ese país, hoy plurinacional. A esto hay que agregar otros actos de iniciativa chilenos de no responder a las acciones bolivianas en estas materias, la publicación del campaña “Mito y realidad” y otra ofensiva comunicacional a través de los reportajes del canal estatal que evidencian la otra cara fronteriza de Bolivia, una menos amable, inclusive con sus propios nacionales. Algo menos habitual por el lado chileno.

Las recientes diatribas de Evo Morales a través de redes sociales son parte del mismo proceso reciente de detención de los dos militares y siete funcionarios de la Aduana de Bolivia detenidos en Chile desde marzo pasado en un incidente fronterizo y que suma como ingrediente la supuesta vulneración de derechos humanos de estos ciudadanos según el gobierno vecino.

Estos hechos, unos más estratégicos y otros más coyunturales, recuerdan al internacionalista José Rodríguez Elizondo que escribía en “Todo sobre Bolivia”, a propósito de la búsqueda de una salida al mar de Bolivia, cómo Perú, por tratado de 1929, sí o sí debe ser consultado, en un marco no sólo jurídico, sino que también en uno político, identitario y simbólico.

Esta complejidad, es constatada y refrendada también por otros prominentes autoridades de la política exterior de Perú como Edgardo Mercado Jarrín y Juan Miguel Bákula. El primero, porque el tratado de 1929, es genuinamente (como debiese ser con todos los tratados limítrofes – fronterizos) el logro de la paz, en el entendido que Arica, aún es considerada como Provincia Cautiva; y el segundo, porque, el sentimiento en política exterior, no sólo es útil y genuino en Bolivia (o cualquier país), sino que también en el Perú, no sólo por la provincia cautiva de Arica, sino que por el recuerdo del cómo entra Perú a la Guerra del 1879, se mantiene y termina en la misma.

Elizondo a propósito de la opinión de Bákula sobre la aspiración boliviana, indica que Perú no puede acceder al mismo por una cuestión de Honor Nacional o de “inconsecuencia”, incluso, anota. “..la alternativa de obtener del Perú una cesión voluntaria en su territorio era un imposible absoluto”, agrega Elizondo.

Con lo anterior, queda preguntarse, cómo Bolivia pondera esta situación en el diseño de su Política Exterior, que reconociéndola más asertiva, pareciera que no necesariamente se hace cargo de esta dimensión instalada por Perú, que obligó y obliga a Chile, a consultarle para explorar, la única alternativa viable conocida con Bolivia, como es el corredor por Arica. De hecho, Perú, no sólo avanzó en redefinir su frontera marítima con Chile en la CIJ, sino que además formalizó el sobre el triángulo territorial político disputado por ambos países, cuestión que afectaría las pretensiones de Bolivia.

*Académico Escuela de Ciencia Política y RR. II. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Doctor © en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.