Los Mapuche un pueblo guerrero. Nunca terrorista

Los Mapuche un pueblo guerrero. Nunca terrorista

(*) Por Domingo Namuncura

Columna publicada originalmente en el blog El Quinto Poder

Hacia 1535, a 43 años del descubrimiento de América, era muy poco lo que quedaba en pie del histórico y ancestral Imperio Inca. El conquistador Francisco Pizarro se ocupó de concluir la tarea de someter a sus descendientes y consolidar el dominio español. Es entonces cuando Pedro de Valdivia junto a 150 aventureros marchó 2.400 kilómetros hacia el sur cruzando el desierto de Atacama, y en diciembre de 1540 arribó al valle del río Mapocho y fundó ahí un poblado al que llamaron Santiago del Nuevo Extremo.

A los pocos meses, y enterados por otras tribus del avance de los conquistadores los indígenas Mapuche Picunche, al mando de Michimalonco asaltaron el poblado en señal de rechazo a su presencia. Valdivia escribirá en su bitácora: “Nos hemos quedado con los andrajos que teníamos para la guerra y con las armas que apenas traíamos a cuesta”. A pesar de su sorpresa, los españoles reconstruyeron el poblado y se prepararon para un nuevo ataque. Siete Caciques fueron tomados prisioneros en la nueva confrontación e Inés de Suárez, pareja del conquistador, los hizo decapitar y sus cabezas fueron expuestas en picanas a modo de advertencia. Así fue el inicio de las relaciones entre los Pueblos Indígenas de Chile y los conquistadores españoles. En 1546 Valdivia se aventuró hasta el Golfo de Arauco a 500 kms de Santiago y fue atacados por miles de mapuche. En 1553 fue destruido un fuerte español y Valdivia, finalmente, fue emboscado en Tucapel, hecho prisionero y muerto.

México, Centroamérica y Perú habían sido conquistados con relativa facilidad por los españoles y el avance hacia el sur del continente estaba previsto como una misión fácil y sin mayor resistencia. A través de la mensajería oral, sin embargo, los Pueblos Pehuenches, Huilliche, Picunche y Cunco ya estaban alertados y preocupados de la posibilidad de ser ellos las siguientes víctimas de la conquista. En consecuencia, se dispusieron para un largo tiempo de resistencia que duró exactamente 347 años y que se puede esquematizar como un primer período de “Guerra ofensiva” que va desde 1540 hasta la batalla de Kuralaba en 1598 (58 años); luego, desde el 1612 hasta el 1626 (14 años) como la “guerra defensiva” y desde 1626 hasta 1662 (36 años) como un nuevo período de “guerra ofensiva”.

Desde 1662 a 1654 será un período de años con menos confrontación y mayor espacio de Parlamentos. En 1641 se instaló el primer parlamento en los llanos de Quilín y en el 1647 fue abolida la esclavitud. Luego vinieron las paces relativas con el Parlamento de Boroa en 1656 y hubo una sublevación que alcanzó hasta 1692. Con el nacimiento de la República de Chile y el avance ahora del nuevo ejército, la lucha militar alcanzó nuevamente ribetes intensos hasta concluir con la campaña de la “Pacificación de la Araucanía” en 1883 con la derrota definitiva del Pueblo Mapuche y su total exclusión del naciente modelo republicano. Los Mapuche fueron el pueblo que durante más tiempo resistió la conquista española y luego la expansión militar del ejército republicano. Son tres siglos de lucha. Todo lo cual indica claramente su voluntad guerrera.

Hoy, el pueblo mapuche es tildado o motejado de terrorista. Desde el incendio de tres camiones de empresas forestales el 11 de diciembre de 1997 han transcurrido 20 años de tensión y conflicto. Y se equivocan quienes se refieren al ímpetu belicoso del mapuche.Esto, que es una expresión de la cultura ancestral no es sinónimo de terrorismo. Cuando el Pueblo Mapuche se levantó en armas durante tres siglos no lo hizo en la clandestinidad ni desarrolló una “guerra de guerrillas”. Sus decisiones políticas fueron tomadas en grandes Trawün (asambleas) y los Caciques de diversas tribus al sellar un pacto auto-defensivo nombraron a un Toqui (Michimalonco, Galvarino, Caupolicán, Lautaro entre muchos) para conducir militarmente a las comunidades. Pero no eran solo guerreros. También negociaron importantes períodos de paz a través de 14 Parlamentos, y la corona española tuvo que reconocer sus derechos territoriales, los mismos que luego la naciente República desconoció absolutamente y aquí está la raíz primera del conflicto.

Lo que ha ido ocurriendo en las últimas décadas es un proceso que los chilenos deben examinar con mucha profundidad y rigurosidad. El Estado de Chile a partir de 1810 desconoció diversas conquistas políticas y territoriales del Pueblo Mapuche suscritas con los Virreyes y Gobernadores españoles. Ese desconocimiento obligó a nuevas refriegas militares y con enorme dificultad el Estado chileno avanzó hacia el sur en medio de un charco de sangre. Las heridas de esa confrontación, eufemísticamente producidas en la “Pacificación de la Araucanía”, tiene al coronel Cornelio Saavedra como exponente máximo de una guerra injusta, violenta y cruda. Por cierto, algunos historiadores conservadores podrán alegar que los guerreros mapuches no eran precisamente santos en la batalla. La guerra, para ambos lados tenía motivos y sus propias prácticas. El Estado de Chile tuvo que imponer toda la fuerza militar de la que disponía para vencer, finalmente, al único pueblo indígena que en la historia de América Latina había sido capaz de resistir la conquista, la colonia y la República naciente por trescientos años.

Luego del final de la “Pacificación de la Araucanía”, desde 1883 hasta nuestros días han transcurrido 134 años en donde las relaciones entre Pueblos Indígenas, Estado y Sociedad pasaron a un plano de sometimiento social, cultural y político. Los Mapuche han sido excluidos -hasta hoy- de tres Reglamentos Constitucionales y de siete Constituciones nacionales, a diferencia de otros 15 países que en el continente optaron por incluirlos con diversas connotaciones.

Las tierras indígenas fueron confiscadas para el Estado y a los colonos se les brindaron privilegiadamente grandes extensiones de esas tierras en tanto que a sus propietarios originales se les ubicó en inmerecidas Reducciones, en las peores tierras disponibles y bajo condiciones socialmente ignominiosas. Lo indígena fue invisibilizado por la República de Chile, y eso que la lucha de emancipación de la corona española estaba inspirada en la Revolución francesa y en el pensamiento progresista de la Ilustración.

Nuestros tatarabuelos, abuelos y padres y actuales familias han traspasado de generación en generación los dolores de este proceso, y en privado -al margen del sometimiento institucional y social- cada familia mapuche resguardó sagradamente las tradiciones, lengua, costumbres y formas de organización, las que nunca pudieron ser doblegadas por los regímenes gubernamentales sucesivos, hasta hoy.

Hubo algunos gobernantes en nuestra historia que tuvieron una perspectiva o visión progresista en cuanto a la relación del Estado con los Pueblos Indígenas. De partida, O’Higgins. Probablemente por su propio origen, como hijo natural y soldado que tuvo que caminar un pedregoso camino antes de convertirse en el libertador de la Patria, acogió en su casa a niños mapuche huérfanos, víctimas de la guerra y declaró que todos los habitantes de Chile son iguales ante la Ley y que ningún indígena sería considerado esclavo. Poca cosa, pero no menos importante. Gobernadores posteriores desconocieron estos principios y de igual forma hicieron aprobar o hicieron la vista gorda y miraron para el lado, cuando fue necesario dictar normas o decretos para consolidar la usurpación de tierras y anexar los territorios indígenas a la propiedad del Estado o entregarlas a colonos o aventureros en busca de oro y piedras preciosas.

¿Cómo olvidar la indiferencia del Estado ante el genocidio de los indígenas Selknam en el extremo sur del país, asesinados por mercenarios contratados por familias de hacendados que no encontraron mejor manera de “certificar” mediante el crimen que las tierras indígenas australes “no tenían dueño” conocido? Para pagar a los mercenarios por sus cacerías de indios exigieron eso sí, la comprobación correspondiente mediante orejas, narices o cuero cabelludo ante su vista. ¿Ha pedido perdón, alguna vez, el Estado de Chile por este genocidio? Todos los detalles escabrosos están recogidos por la literatura nacional y particularmente por el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Nuevo Trato (2004).

El conflicto que está en desarrollo en diversas comunidades mapuche del sur de Chile no es el “conflicto mapuche”. Es el conflicto entre el Estado y la sociedad chilena con el Pueblo Mapuche. Y esto no está suficientemente reconocido ni claramente explicitado. Y es un problema que trasciende la cadena de situaciones de violencia extrema, en donde no está claro para toda la sociedad, que los actores de tales hechos sean en su totalidad mapuche y que esto responda en su gran mayoría solo a una demanda de autonomía y territorios. Esta mirada es limitada, especialmente si no reparamos en los antecedentes históricos y políticos que están en la base de los problemas existentes. Y la verdad no es como se pinta, especialmente, si atendemos a resoluciones de Tribunales en donde se ha condenado la simulación de incendios de bienes y camiones por parte de terceros no indígenas.

*Profesor de DDHH y Procesos Culturales en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Fundador del Programa de Derechos Indígenas-Observatorio DDHH-UAHC.