‘‘Los y las medicamentos”, ‘‘las y los establecimientos’’
(*) Por Claudia Araya Castillo
Columna publicada en El Mostrador
Muchas y variadas son las maneras en que hoy en día se está expresando el uso de lenguaje inclusivo en nuestra vida cotidiana y en la esfera pública. Ya sea que usemos el lenguaje inclusivo en nuestras prácticas diarias o solo lo escuchemos y leamos, este es un proceso de cambio que, con todas las resistencias que provoca, está en un momento de instalación que va a continuar siendo inestable por algún tiempo.
Así, “los y las medicamentos”, “las y los establecimientos”, expresiones enunciadas respectivamente por Cristóbal Cuadrado, subsecretario de Salud Pública, y Marco Antonio Ávila, ministro de Educación, son una muestra perfecta de una característica inherente a los procesos de cambio: la inestabilidad en su uso.
Cuando hablamos de inestabilidad lingüística, nos referimos al uso variable de los distintos mecanismos de utilización de lenguaje inclusivo en nuestras prácticas cotidianas, justamente porque se trata de una nueva forma de nombrar que recién se está instalando y masificando en nuestro país. Sin duda, las expresiones del subsecretario y del ministro llaman la atención porque asignan características de género binario (femenino y masculino) a objetos del mundo (medicamentos y establecimientos, respectivamente) que no tienen autopercepción de género, como sí lo tienen las personas. Este tipo de enunciados pueden surgir en el afán de nombrar el género femenino en la mayor cantidad de escenarios posibles, lo que, en ocasiones, puede llevar a un sobreúso en situaciones en las que no es posible. De ahí que la utilización de los artículos “los y las”, en el contexto de los medicamentos, haya causado una situación jocosa, pero que es totalmente comprensible y normal en estos momentos de instalación de una nueva forma lingüística.
En términos muy generales, un caso como el uso de “los y las medicamentos” muestra una intención del hablante por visibilizar puntualmente el género femenino en una lengua como la nuestra, que hasta hace muy poco solo consideraba suficiente el uso del masculino genérico: los estudiantes, los profesores, los abogados. Cabe señalar que la reivindicación lingüística que invita a nombrar a las mujeres en las menciones generales (los y las estudiantes, los y las profesoras, por ejemplo) lleva ya algún tiempo instalándose en nuestro país y que ha sido resistida por los sectores más conservadores de nuestra sociedad. Sin embargo, quienes usan la lengua parecen no estar de acuerdo con esta propuesta y están buscando formas alternativas de materializar lingüísticamente este cambio de conciencia. En este respecto, el uso del “femenino genérico”, recientemente observado en las intervenciones públicas de Jaime Bassa, exvicepresidente de la Convención Constitucional, marca un importante precedente en nuestro país al referirse al conjunto que lo incluye como “nosotras”, por ejemplo. Cabe señalar que el uso del femenino genérico en la esfera pública es un fenómeno también observable en lenguas como el francés y en alemán, por lo tanto, podríamos referirnos a un cambio cultural que excede los límites de nuestro país y de nuestra lengua.
Otro tipo de fenómeno relacionado con el uso de lenguaje inclusivo que causó polémica en los últimos días en la prensa fue la indicación de usar el término “les niñes” en un reciente instructivo de la Subsecretaría de la Niñez. Este tema, dicho sea de paso, genera otro tipo de resistencias en algunos sectores de nuestra sociedad. Por una parte, desde una perspectiva cultural, el uso de esta “e” se incorpora en dos sentidos: 1) como una opción para incluir el género no binario, o 2) para nombrar a un colectivo de personas. Por otra parte, desde una perspectiva gramatical, a diferencia de “los y las niñas”, donde se hace uso de artículos masculinos y femeninos presentes en nuestra lengua, la utilización del morfema “e” en el artículo “les” y en el sustantivo “niñes” causa revuelo porque se trata, esta vez, de la incorporación de un elemento nuevo (“e”) a la lengua. Esta incorporación altera el sistema de manera significativa, puesto que implicaría la concordancia de un mayor número de constituyentes de los enunciados (por ejemplo, les niñes pequeñes). Sin embargo, como este es un cambio que se está generando desde las personas que usan la lengua, aún no es posible saber con certeza cómo se irá desarrollando su uso en el futuro.
Por último, resulta interesante observar que esta resistencia no se aprecia con la misma fuerza, por ejemplo, en otros cambios lingüísticos evidenciables en nuestro uso del castellano en Chile, como la convivencia de las formas “tú eres/ tú eríh / tú soi / voh soi / voh eríh”, etc., formas en las que también hay variabilidad de uso y que están presentes en nuestras prácticas comunicativas cotidianas. Por este y otros motivos, es necesario hacer hincapié en que, en este proceso de cambio e instalación, la variabilidad en el uso de estas expresiones es y será naturalmente variable e inestable, y que, por lo tanto, habrá más expresiones como “los y las medicamentos”, “las y los establecimientos” en nuestras noticias por algún tiempo.
(*) Doctora en Lingüística y docente de Pedagogía en Lengua Castellana y Comunicación UAHC.