Medios de comunicación y sondeos de opinión

Medios de comunicación y sondeos de opinión

(*) Por Carlos Eduardo Mena

Columna publicada en El Mostrador

A partir de ahora y hasta poco antes del 4 de septiembre presenciaremos una proliferación de campañas solapadas de opinión pública, y publicación de sondeos de opinión.

La democracia representativa no se caracteriza por ser un gobierno del saber sino que es un gobierno de la opinión que se fundamenta en lo público. Por tanto, desde esta perspectiva, para existir y funcionar, le basta con que el público tenga opiniones suyas; nada más pero nada menos. El tema, en consecuencia, es cómo se construye una opinión pública autónoma que sea verdaderamente del público. Es evidente que esta opinión debe estar expuesta a flujos de información sobre el estado de la cosa pública. Si fuera sorda o demasiado cerrada y excesivamente preconcebida en lo que concierne o lo que incluye, entonces no serviría.

Cuando la opinión pública se plasmaba fundamentalmente en los periódicos, el equilibrio entre opinión autónoma y opiniones heterónomas o heterodirigidas, de alguna manera estaba garantizada por la existencia de una prensa libre y múltiple. Esto no se alteró con la aparición de las radios. El problema ha surgido con la televisión, en la medida que el acto de ver suplantó al acto de discurrir. Con la televisión, la autoridad de la visión en sí misma es la autoridad de la imagen. No importa que la imagen pueda engañar, lo importante es lo que el ojo ve, y que lo que ve parece real, lo que implica que parece verdadero.

Pero los gigantescos cambios tecnológicos han generado nuevas maneras y formas de comunicación y de formar opinión a través de las distintas y diversas redes sociales. Estas generan relaciones mucho más horizontales. Las redes sociales cibernéticas carecen de barreras de ingreso, toda vez que, si se posee una conexión a Internet, se propagan en tiempo real y, por tanto, están libres de censura, adolecen de compromiso clientelares porque cada usuario, a la vez, es un protagonista y un receptor. En los medios de comunicación tradicionales los emisores son protagonistas: en la radio un solo sujeto habla y muchos escuchan, en la pantalla de televisión unas cuantas personas aparecen y casi siempre están predeterminadas.

Las otras voces públicas o del público, están constituidas por los sondeos de opinión publica que pretenden indicar en porcentajes lo que piensa la gente. Los sondeos de opinión consisten en las respuestas que se dan a preguntas formuladas por el entrevistador. Esto define de inmediato dos cosas: que las respuestas dependen ampliamente del modo en que se formulan las preguntas y, por tanto, del que la fórmula, y que, frecuentemente, el que responde se siente forzado a dar una respuesta improvisada en aquel momento. ¿Es eso lo que piensa realmente la ciudadanía?

Si esto se afirma, no se está diciendo la verdad. Se está mintiendo. La mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos son: A) débiles, no expresan opiniones intensas ni sentidas profundamente; B) son volátiles, pueden cambiar en pocos días; C) inventadas en ese momento para decir algo –si se responde no sé, puede quedar mal ante los demás–; y sobre todo D) producen un efecto reflectante, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicación. En definitiva, las opiniones recogidas en los sondeos son por regla general débiles, y es raro que alguna vez se recojan opiniones profundas. Es cierto que algunas veces tenemos una opinión firme y sentida con fuerza, pero incluso cuando es así, no es seguro que la opinión que dictará nuestra elección de voto sea esa.

Por otro lado, tenemos el problema de la fácil manipulación de los sondeos. Así, por ejemplo, preguntar si se debe permitir el aborto, o bien se debe proteger el derecho a la vida, que presentan las dos caras de la misma pregunta; de una pregunta sobre un problema que se entiende mejor que muchos otros. Sin embargo, la diferente formulación de la pregunta puede cambiar la respuesta de muchos de los interpelados.

Los sondeos no son instrumentos que revelan la voz del pueblo, sino sobre todo son una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo, y su influencia bloquea frecuentemente decisiones útiles y necesarias o, bien, lleva a tomar decisiones equivocadas sostenidas por simples “rumores”, por opiniones débiles, deformadas, manipuladas e, incluso, desinformadas. En definitiva, por opiniones ciegas.

Por ello, hay que estar vigilantes. Detrás del Rechazo en el plebiscito constitucional hay fuerzas muy poderosas destinadas a mentir para generar miedo y generar miedo para mentir. A esto se debe agregar que, quien se deja influenciar o asustar por los sondeos, a menudo se deja engañar en la falsedad y por la falsedad.

Los partidarios del Apruebo en el plebiscito constitucional no pueden dejarse engañar ni por el miedo ni por las encuestas de opinión. Deben ser capaces de informar a la opinión pública el verdadero contenido de la propuesta de nueva Constitución, e identificar y dar a conocer los intereses que hay detrás, de la desinformación y de la mayoría de los sondeos de opinión.

Afortunadamente, a pesar de la gigantesca campaña de manipulación de los medios de comunicación tradicionales manejados por grupos económicos, y de los sondeos de opinión que aparecerán profusamente, la ciudadanía se informará a través de los múltiples mecanismos de las redes sociales, y sabrá tomar una decisión libre, para impulsar los cambios estructurales necesarios que el país requiere, que se expresaron con toda claridad en las demandas planteadas por la ciudadanía en octubre de 2019.

(*) Abogado, politólogo y docente  UAHC.