Migración e injusticia: Reflexiones acerca de la muerte de inmigrantes africanos en aguas del Mar Mediterráneo

Migración e injusticia: Reflexiones acerca de la muerte de inmigrantes africanos en aguas del Mar Mediterráneo

Por Christian Larotonda*

Es imposible leer una noticia que relate la muerte de 700 (tal vez 950)  personas sin caer en estupor. Esto me sucedió el lunes recién pasado, cuando leí sobre el hundimiento de un barco con inmigrantes que naufragó en el estrecho de Sicilia. El asombro e indignación creció al ver las posteriores reacciones de los gobiernos de la UE, para quienes los 700 muertos cobran un valor muy distinto al tratarse de inmigrantes africanos queriendo ingresar “ilegalmente” a territorio europeo en las inmediaciones de la isla italiana de Lampedusa.

En especial me resultan incomprensibles y casi insultantes las declaraciones del primer ministro italiano quien culpó de la tragedia a los traficantes. Es verdad que la trata de personas es un delito deleznable, pero ¡Hay que ser obtuso para creer que ese es el problema! O acaso el Sr. Renzi cree que acabando con los traficantes (y su “servicio”) se acaba con la escandalosa realidad que hace a miles, millones de personas estar dispuestas a arriesgar su vida con tal de llegar a un lugar que supuestamente les brinda la garantía de una vida con un mínimo de dignidad. ¿Cómo el Sr. Renzi y el resto de los gobiernos de UE no se preguntan por qué esta gente quiere ir a Europa, aun sabiendo los peligros que corren? ¿Por qué tantas guerras en África? ¿Cómo no se preguntan por qué es tan pobre?. Estas últimas preguntas debieran hacérselas sobre todo aquellos que explotaron colonialmente vastas zonas de ese continente. O ¿acaso creen que en África son todos flojos y que por eso son pobres? ¿Cómo no se plantean la posibilidad de que sus acciones del pasado (y del presente) han moldeado al África actual?

La injusticia del mundo, la historia de explotación e imperialismo estalla frente a los ojos de la pulcra y bien compuesta Europa, la que se escandaliza e inverosímilmente se declara inocente. Propone, además, como gran medida perseguir a los traficantes… parece el cuento del sillón de don Otto.

En el último país del mundo que uno hubiese pensado que esto pudiera suceder, es en Italia, el país de emigrantes por excelencia (60 millones de entre 1860 y 1960). Lo dice un descendiente de alguien que se tuvo que ir de esa tierra, pero al que no lo dejaron ahogándose en medio del mar. ¡Qué falta de memoria!

La historia de la humanidad muestra que las poblaciones humanas se han movido hacia los lugares donde había más recursos (reales o simbólicos). Las estructuras de la economía mundial han creado en África vastísimas regiones de una pobreza desquiciada. El resto del mundo no podemos seguir haciendo y fingiendo que eso no es problema nuestro. Empezando por Europa, deberán tomarse medidas que resuelvan el problema de fondo: la injusticia, la pobreza y la violencia.

Por lo menos hay una gota de esperanza: las declaraciones de la ministra de relaciones exteriores de la UE, la también italiana Federica Mogherini: “Con esta nueva tragedia ya es demasiado. La UE ya no tiene excusa, los estados miembros ya no tienen excusa”.

Quizás, en un futuro no tan lejano, podamos entender que la condición humana y su dignidad inherente no se pierden por ser migrante o africano. Quizás podamos empezar por ocuparnos de nuestros propios migrantes… eso espero.

*Vicerrector (s) Universidad Academia de Humanismo Cristiano