Museo de la Memoria ¿incomprensible?
El próximo año se cumplirán cuatro décadas del golpe de Estado y pareciera, entre otras cosas, que el debate en torno a la memoria ya comienza a sacar chispas. Por un lado, están quienes justifican el “pronunciamiento militar” de 1973 y sus secuelas, y por otra, quienes lo repudian como una acción inmoral que dejó miles de muertos y víctimas.
Ahora la polémica que está en la palestra es en torno a una serie de cartas que ha publicado El Mercurio sobre el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, obra que fue concebida bajo la administración de Michelle Bachelet y que deja de manifiesto las diferentes visiones que existen en Chile sobre los Derechos Humanos, y la interpretación de los acontecimientos que afectaron al país durante la dictadura militar.
Magdalena Krebs, Directora de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dibam expone en una carta que el Museo debiera contribuir a la armonía en la sociedad, y que sería valioso que los visitantes comprendieran cuales fueron los factores que habrían llevado al colapso de la democracia, como por ejemplo la violencia imperante. Luego en otra carta dice no justificar las violaciones a los DD.HH. y sólo plantea que los museos deben estar abiertos a la reflexión.
Por su parte, en una carta en el mismo medio se plantea que la creación del Museo de la Memoria es un disparate, y Sergio Villalobos afirma que se trataría de un intento por falsificar la historia, en cuanto sería un acontecimiento singular, separado del resto de nuestro relato, y por lo mismo incomprensible.
¿Incomprensible? No deja de llamar la atención la particular afirmación del Sr. Villalobos que muy bien debe saber que en la historia de los últimos años quien triunfó, por escrutinio popular en 1989, le guste o no, bien o mal, que es otro tema, fue la democracia y no la dictadura del general Pinochet que bien sabemos tenía planes para eternizarse en el poder. Por lo mismo, es importante que tanto la señora Krebs como el señor Villalobos entiendan bien que el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, no es un capricho de un grupo de personas que profitan del pasado, muy por el contrario, se trata de un proyecto democrático que es el resultado de las políticas de restauración y reconciliación de este país, que tienen como misión dar a conocer las violaciones a los DD.HH. que se contabilizan en 40 mil víctimas de prisión política, tortura, ejecuciones, y desaparición forzosa.
Estamos hablando de un museo de víctimas, no de victimarios, que lo que hace es profundizar justamente una reflexión en torno a nuestro pasado, que es parte de nuestro testimonio como proyecto de reparación histórica.
Hay que necesariamente sumar al debate el documental sobre Pinochet que fue exhibido hace algunos días en el Teatro Caupolicán que dio cabida a una serie de rencillas político mediáticas, y a un pugilato en las calles mal sano y degradante a estas alturas del partido, como también las trasnochadas confesiones del Ministro Andrés Chadwick, y del ex Presidente Aylwin que abren una brecha no menor en la discusión. Aylwin pone en el tapete la tesis de la crisis institucional por la que atravesaba Salvador Allende que habría dado origen al golpe, y el Ministro vocero de gobierno reafirma por medio de su arrepentimiento, culposamente claro está, la postura ideológica de la UDI en pos de la salvación del país haciendo vista gorda de las violaciones a los derechos humanos.
Tanto Chadwik como Aylwin saben muy bien, por mucho que busquen responsables en desuso, que en Chile existió una dictadura brutal y despiadada. Después de la guerra todos son generales ¿o no?
Si bien el pinochetismo hoy es un movimiento que siguen viejos militares obsoletos, señoras fanáticas, ex damas de no sé qué, y uno que otro personaje marginal, no deja de ser cierto que parte importante de las autoridades que hoy gobiernan, quienes fueron sus más férreos adherentes y defensores, hoy también se desmarcan de su pasado y se reciclaron en la escena democrática con una soltura de cuerpo asombrosa.
Que la señora Krebs afirme que el Museo de la Memoria deba explicar los hechos dieron cabida al golpe de Estado del ’73 es una artimaña ridícula. Sería como explicar porque Stalin ejecutó a miles de personas, los incomprensibles hechos que motivaron a la Alemania nazi a organizar los campos de concentración, o las matanzas en Ruanda. Es fundamental que la directora de la Dibam se sacuda de su relativismo moral puesto que sencillamente es peligroso. Es importante que se conozca la historia como ella plantea, pero el Museo habla por sí solo. No hay nada que explicar ni justificar, y eso es valedero para cualquier parte.
El debate debe ser más amplio, y sería importante y recomendable que a través de la función educativa pudiéramos aproximarnos a conocer experiencias como las del futuro Museo 9/11 que recordará a las víctimas del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, o el Museo del Holocausto en Alemania para entender que más allá de un contexto histórico, no hay nada que puede justificar la incomprensible violación a los derechos humanos en donde no se discuten procesos, ni se analizan necesariamente épocas.
Finalmente hay que ser claro en que el Museo de la Memoria no es una apología a la Unidad Popular, como tampoco es un hecho aislado como pretende encasillarlo el señor Villalobos. El Museo simplemente es un espacio para abrir la reflexión y hacerse preguntas necesarias, como también para darse la oportunidad de decir “Nunca más” y ver que las víctimas más allá de su condición, ideología o pensamiento fueron víctimas sin juicios justos que tal como lo afirma un titular del diario La Segunda de la época, fueron perseguidos y acribillados como “ratas” ¿Qué tal?
*Periodista. Coordinador Académico Gestión, Patrimonio e Industria Cultural Universidad de Academia de Humanismo Cristiano.
Artículo publicado en El Mostrador