Por refrescarnos la memoria, gracias Krassnoff

Por refrescarnos la memoria, gracias Krassnoff

Por Pablo Zúñiga.

A estas alturas resulta complejo comprender que solo el Alcalde Labbé hubiese sabido del comentado homenaje a Krassnoff; difícil de creer de un alcalde que es un respetado miembro de un partido altamente jerarquizado como la UDI. De no haber sido así es perfectamente posible pensar que el ataque fue al corazón de la Moneda. La pregunta es por qué. Da hasta para sospechar que fue por la certeza de que el poder político ganado en las urnas (con las reglas de la democracia que este partido y su sector nos dejaron) comienza rápidamente a alejarse y por lo tanto lo que hay que salvar, antes que el barco de hunda, el ropaje que le da al menos una identidad.

Es sólo una conjetura, ya que la derecha posee muchos otros elementos de identidad además de su recurrente reminiscencia de los militares, camaradas que según las palabras del mismo Labbé, son tratados como piedras en el zapato por un grupo de “cobardoides”, que se refugian en las sombras del silencio.

Lo realmente digno de destacar es el desmarque por parte de una generación completa, no sólo de la generación que se fraguó bajo las banderas nacistoides de Chacarillas: la otra, que prefiere anestesiar esos momentos y que mira con ojo torvo todo aquello, esa derecha que quiere adoptar las ventajas del modelo despojándola de las atrocidades de la dictadura. Esa misma derecha que prefiere recordar las profundas diferencias que Jaime Guzmán tuvo con Manuel Contreras y no reconocer que las atrocidades y el modelo económico son una sola cosa.

Negar ahora que el modelo en el cual vivimos es fruto de una terapia de shock que sin dictadura hubiese sido imposible de implantar, como lo señaló el mismo Milton Friedman, santo patrono de nuestro modelo (shock, con todas sus terroríficas letras), es ver solo una cara de la Moneda.

La gran mayoría de la actual generación, encarnada en algunos políticos jóvenes de derecha, hace la vuelta de tuerca y reconoce la violación a los Derechos Humanos. Habla de “excesos” y hasta algunos son capaces de reconocer que se pudo haber hecho mucho más, pero sosteniendo de todas maneras que lo horrible fue inevitable, hasta hay quienes lo califican como un mal necesario.

Es loable que uno que otro parlamentario u autoridad salga hablando tibiamente en contra del acto de reconocimiento a Krassnoff, pero digámoslo una vez más: los responsable somos todos, o al menos la mayoría que optó transar dignidad por carreteras, malls, banda ancha barata y todo aquello que nos hace vivir en apariencia como ciudadanos del primer mundo…y un sistema de derechos del tercer mundo.

En cualquier país serio, con una democracia representativa de verdad, nadie que hubiese sido ministro de alguna dictadura militar, podría optar a cargo público alguno, nadie que hubiese sido miembro de alguna organización como la DINA podría ser alcalde. El punto es que ellos sabían, civiles y militares, que con “la medida de lo posible” al final lo único que fue posible fue blanquearlos a todos. Sabían que nuestra “democracia designada”, ha servido para defenderlos a todos: a los concertacionistas y sus adversarios de derecha, pues las instituciones saludablemente funcionan.

Hoy es el momento de repensar la república, a pesar de lo grandilocuente que suene el llamado. Si no pensamos en grande no llegaremos ni a la mitad de nuestros sueños. Krassnoff hizo que el país recordara la brutalidad de lo que fue la dictadura; días antes lo hizo el recuerdo del niño Anfruns, que tenía seis años cuando fue torturado y asesinado. Yo tenía 8 años y fue la primera noticia que pude seguir hasta final; hoy sé que todo lo que pude entender a esa edad y ahora fue una mentira.

¿Es posible que los civiles que trabajaron en el gobierno militar no supieran de Krassnoff, de Manuel Contreras, de Álvaro Corbalán, del “Guatón Romo” y tanto sujeto siniestro? Por supuesto que es posible, porque muchos así lo han dicho, está escrito en los diarios, en documentales, en nuestros medios de prensa siempre dispuestos a otorgar espacios para que esta parte de la historia sea contada una y otra vez, y asumida como una verdad que incluso nos permite dudar de la otra verdad, la de los que no la pueden contar.

Esta generación, en su mayoría no está dispuesta a comulgar con instituciones, ni nada que conspire a favor del silencio, es la misma generación que algunos critican en selectas reuniones, en instituciones formadas por un grupo caballeros y señoras de bien, que sigue determinando inconsultamente cómo debe vivir la mayoría.

Pues bien, esta es la generación que vino para quedarse y no acepta ninguna institución, por milenaria que sea, que haya estado alservicio (o haya sido cómplice) de la mentira, de las verdades a medias. Esta es la generación que nos gobernará pronto y espero que en ella no exista ninguna posibilidad para que un Krassnoff aparezca, para robarle la dignidad a nuestra historia.

Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo cristiano