(Pre) textos para una Vida Sin Violencia
(*) Por Gabriela González Vivanco.
Es 25 de Noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer; y en nuestro país ocurren dos nuevos femicidios, que hacen subir a 34 las mujeres muertas por sus parejas ó ex parejas durante este año.
Lamentablemente, no hay mucho que agregar al modo cruento y opresor de estos asesinatos- Desde hace rato sabemos que el machismo habita en los modos amorosos de concebir la pareja, del romanticismo posesivo y asfixiante de las relaciones de dominio que hombres establecen sobre “sus amadas mujeres”: hasta que la muerte los separe -o los una eternamente-, de manera épica cuando además, luego de asesinarlas brutalmente, ellos se suicidan reforzando y perpetuando el carácter de impunidad que tiene la respuesta frente a las violencias contra las mujeres.
En medio de estos crímenes reales, la presidenta Michel Bachelet anuncia que este viernes 25 firmará el proyecto de ley que consagra el derecho de las mujeres a una vida sin violencia. La presidenta sostiene de forma enfática y nos interpela: “debemos detener de una vez la violencia machista que subyace en nuestra cultura. Y para eso no nos podemos quedar en la indignación, tenemos que transformar indignación en acción”.
Obviamente, es difícil no apoyar este anuncio presidencial; tampoco dejar de hacerse expectativas de que algo nuevo pase. Sin embargo, mirado con distancia y con la sospecha que hemos desarrollado las feminista al modo leguleyo en que el patriarcado se ha ido asentando en nuestras formas de vida y practicas sociales, me parece que con justicia podemos asegurar que para un NUNCA MAS de las Violencias de Género, no tan solo hacen faltan leyes que sancionen y juzguen a los hombres –antes que ellos mismos se maten épica y heroicamente- y se enjuicie, de una vez por todas, el patriarcado que gobierna nuestros espacios privados y públicos.
Al parecer, hay en nuestras hablas –y silencios- un juego que hace del machismo una nueva ola: NEO MACHISMO.
La primera constatación de esta sospecha es precisamente que este anuncio se hace en un espacio en el que la mayoría de la audiencia son mujeres: XXII Congreso Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras “Periodismo, Transparencia y Democracia”. Las que escuchaban el discurso eran mujeres diversas (y parecidas), venidas del mundo de las letras, las comunicaciones, la política, las artes (y también la socialité santiaguina). Evidentemente, podemos suponer que todas ellas son mujeres más o menos conscientes de la complejidad del problema de las violencias hacia las mujeres y de los subterfugios patriarcales para invisibilizarla, peor aún, para justificarla. Ahora bien, hasta cuándo las mujeres nos decimos a nosotras mismas que esta cuestión es un problema de vida o muerte; hasta cuándo nos interpelamos a nosotras mismas a tener que hacernos cargo de detener las violencias que recibimos. Se dirán las mismas indignaciones e interpelaciones cuando las audiencias son mayoritariamente masculinas?
Una segunda sospecha de que nada nuevo está ocurriendo, es el hecho de que si bien los femicidios son la acción culmine y definitiva de la expresión de la violencia hacia las mujeres; no dejan de ser un tipo de violencia y circunscrita al campo de la pareja, de lo privado y de lo “paradojalmente” amoroso. A todas nos duelen sus muertes, a tod@s debieran indignarnos; y al mismo tiempo pareciera que como se trata de ese espacio personal y privado de la pareja, nos alivia el hecho de que sólo le pasa a algun@s; y que en general la sociedad está más atenta y vigilante frente al ejercicio de este tipo de violencia en contra de las mujeres. Aún cuando, de tanto enfatizar e indignarnos por sólo una de las formas de expresión de la violencia hacia las mujeres, por cierto la más extrema, dejamos de ver las otras más sutiles, profundamente instaladas y motor ideológico de esta expresión que se ve de la violencia en la pareja.
Cómo se hará cargo este proyecto de ley por el derecho de las mujeres a una vida sin violencia en espacios como el mundo laboral y las brechas salariales?; en la calle y los acosos persistentes?; en el libre ejercicio de decidir sobre nuestra sexualidad y reproducción?; en el derecho a una salud publica integral?; en la regulación del mercado en el uso mercantilizado de nuestros cuerpos?; en la cultura y el acceso a una educación no sexista? Y en la política y la posibilidad de liderar sin tutela?
Y una última sospecha, necesaria y justa de pronunciar en torno a este anuncio, se trata precisamente del campo de la política. Si bien el feminismo nos ha permitido politizar los espacios privados, reconociéndoles como espacios igualmente atravesados por el poder; recordando a J. Kirkwood “lo personal es político”; o el lema del Movimiento de Mujeres contra la Dictadura de Pinochet. “democracia en el país y en la casa”, no podemos dejar de develar que las lógicas y modos que han tomado las dinámicas de la clase política chilena son invariablemente opresoras, violentas y patriarcales.
Qué diría la propia Presidenta del modo en cómo sus compañeros de partido, colegas de coalición y de gobierno, la han tratado durante sus dos periodos presidenciales?; de qué relación se trata la en que los varones establecen el lugar de las mujeres en los liderazgos políticos?; qué puede hacer un proyecto de ley que pretende garantizar el derecho de las mujeres a una vida sin violencia si, cada vez que una mujer lidera o gobierna, los varones se han autoadjudicado el derecho a decirle cómo hacerlo, hasta cuándo hacerlo y con quién hacerlo?
Puede que esta última sospecha sea catalogada de exceso, incomparable a las muertes de 34 mujeres, por cierto lo es. Sin embargo, tal como la Presidenta lo afirma: “debemos detener de una vez la violencia machista que subyace en nuestra cultura”. No es nada nuevo que las mujeres queremos el derecho a una vida sin violencias, bajo ninguna forma. Y este deseo es también político: no queremos una política de los patriarcas y señores varones que vengan desde lo alto de sus posiciones privilegiadas y superiores a decirnos qué tenemos que querer, desear y hacer para que nuestras vidas sean dignas de justicia y libertad.
(*) Gabriela González Vivanco es psicóloga, Directora CAPS-UAHC, Socia Corporación La Morada.