Segundo acuerdo de producción limpia: compromiso sin espejismos

Segundo acuerdo de producción limpia: compromiso sin espejismos

(*) Por Álvaro Ramis

En este día quisiera alertar, alertarnos, sobre el peligro de la Pareidolia. Este es un fenómeno psicológico donde un estímulo aleatorio es percibido erróneamente como una forma reconocible. Por eso se suele decir que es la búsqueda de desesperada de significado allí donde probablemente no hay ninguno.

La importancia y valor indiscutible del segundo acuerdo de producción limpia que hoy suscribimos es una señal inequívoca del compromiso de nuestras instituciones con una transición justa que nos permita contribuir, a nuestra escala, en el principal desafío global de nuestro tiempo.

Es verdad. Pero a la vez es importante no caer en la Pareidolia y ver realidades donde sólo tenemos signos, alentadores, pero finalmente sólo señales en una realidad que ya ha cambiado y que nuestra especie está tratando de comprender lentamente, mientras las oportunidades oportunas de tomar decisiones ya nos han abandonado.

Es importante: no pensar “que pasará si fracasamos en el futuro”, sino “que hacemos desde las ruinas de un fracaso que ya se ha producido”. Ya llegamos tarde y nos adentramos en un ecocidio que traerá consigo muerte y dolor no imaginable.

Devastamos la biosfera hasta transformar Gaia en el “planeta inhóspito” y en vez de reaccionar contra las dinámicas sistémicas dementes, asumimos el desorden existente.

Si hay seres humanos en el siglo XXII, mirarán hacia atrás con ira y horror, sin lograr comprender: “Cómo pudieron hacernos esto, cómo pudieron…”

Se suele decir que la pandemia en que vivimos es una distopía impredecible. Y olvidamos que forma parte de la misma crisis ecológica que vivimos. Y nuestro anhelo, entendible, por arribar prontamente a la condición de endemia olvida que a la vuelta de la esquina nos aguardan otras amenazas distópicas que cada día incrementan exponencialmente su cercanía.

Pero no es momento de la desesperanza, porque incluso si estuviera todo perdido, además de rezar (en sentido amplio, lo que incluye también escribir poemas o dibujar o cantar en coro), nos queda luchar. Y el gesto que hoy asumimos con nuestra firma es rezo, poema, canto y lucha.

Gesto necesario, pero necesitamos muchos otros. Necesitamos una democracia en la que voten el mar, los árboles, los ríos y los animales.

Necesitamos una educación que pueda hacernos sentir, dolorosamente, las ausencias, las pérdidas, de cada especie viviente que nos abandona, de cada comunidad que migra por la sequía, de cada niña que pierde a su padre por un cáncer prematuro, de cada pueblo declarado en zona de sacrificio.

Porque cada dolor compartido es la única vía para rescatar del extravío la cordura común.

Una leyenda indígena en Guatemala cuenta que los muertos están enterrados con los ojos abiertos. Y que sólo los cerrarán cuando se les haga justicia.  Por eso creo que la tierra, el agua y el cielo nos contemplan con sus ojos abiertos, y cada acto de justicia que realizamos por ellas, por ellos, por pequeño y tardío que parezca, les ayuda a descansar de los dolores y trabajos a las que les hemos sometido.

Que este acuerdo de producción limpia le un poco de descanso a la tierra.

(*) Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.