Terremoto, instituciones y desigualdades (Inauguración año académico 2010)

Terremoto, instituciones y desigualdades (Inauguración año académico 2010)

por Roberto Pizarro

Pocos días antes del terremoto, el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, había anunciado la incorporación de Chile al club de los países ricos, la OCDE. Sin embargo, el mismo 27, y los dramáticos días posteriores, revelaron la ironía que significaba esa incorporación. En efecto, quedó de manifiesto la fragilidad de nuestras instituciones, las desigualdades se mostraron en toda su crudeza y quedó en evidencia, además, la debilidad de las redes sociales, la inexistencia de sociedad civil organizada.

Con el terremoto, los éxitos macroeconómicos, la potencia exportadora, el consumismo en los malls, el Yingo y los realities de la televisión abrieron paso a la muerte, la destrucción de carreteras, viviendas, escuelas y hospitales. Y en ese momento se pudo constatar que el jaguar se convertía en gato.
Gobierno, fuerzas armadas, medios de comunicación, la clase política y el sector privado se revelaron completamente inútiles en la hora de la verdad. Vale decir, cuando se requería proteger a los ciudadanos, alimentar y entregar un techo a los que lo habían perdido todo.

Las principales instituciones de la República fracasaron rotundamente. Esas instituciones que el ex Presidente Lagos decía que funcionaban (y quizás por ello no las modificó) se comportaron de manera desastrosa:

  • El SHOA de la Marina no fue capaz de anunciar el tsunami que significó la muerte de cientos de compatriotas. El 10% de las ventas del cobre había servido para comprar fragatas de guerra, pero no para instalar sistemas modernos de detección
  • La ONEMI no tenía a su disposición alimentos, techo y abrigo suficientes para los damnificados. Un estado sin recursos y sin trabajo de planificación, incapaz de adelantarse al futuro, se reveló inútil ante la magnitud de la tragedia.
  • El derrumbe de la telefonía fija, móvil y el mismísimo Internet desmintieron el mito que los servicios públicos privados son mas eficientes que cuando están a cargo del Estado.
  • El sector privado, en medio de la tragedia, apuntó a ganar más y a intentar recuperar prestigio. Los empresarios de las cadenas de Cencosud, Líder, Unimarc y los supermercados del sur aparecieron con Don Francisco en un acto de donaciones, en cadena de medios de comunicación, como héroes generosos haciendo publicidad a sus marcas. Sin embargo, pocos días después los ejecutivos de las cuatro cadenas construyeron un negocio redondo en que el gobierno compra les alimentos en desmedro de los pequeños empresarios y feriantes.
  • Las inmobiliarias dejaron a la gente de sectores populares y medios en la más absoluta indefensión, viviendo en la calle y frente a sus edificios derrumbados o con daño estructural.
  • Los partidos políticos brillaron por su ausencia.

En suma, lo que quedo en evidencia con el terremoto es la existencia de un Estado con instituciones que no protegen a los más débiles, un sistema económico que no regula adecuadamente al sector privado y medios de comunicación al servicio de las minorías.

Pero, además, el terremoto reveló la inexistencia de una sociedad civil debidamente organizada, porque el propio Estado y los partidos políticos se han encargado de destruirla: trabajadores con baja sindicalización, estudiantes desmovilizados, organizaciones vecinales frágiles, etc. ¡Qué diferencia con la respuesta al terremoto de valdivia en 1960!
En consecuencia, las debilidades de la institucionalidad chilena para atender a las mayorías no pudieron ser compensadas por la propia sociedad civil, la que ha sido deliberadamente desorganizada por el régimen económico y social que vivimos desde hace casi cuarenta años.

Lo que nos vienen ocultando por casi 40 años los medios de comunicación, y en particular el duopolio de la prensa escrita, ha quedado de manifiesto en la catástrofe reciente: que nuestro país está marcado por profundas desigualdades; y que las instituciones están encargadas de reproducirlas.

En efecto, el régimen económico, la Constitución Política y el orden social existente han instalado el Estado mínimo, en el entendido que el mercado es el que debe resolver los problemas de Chile. La lógica imperante es que cada cual se las arregla como puede y, en consecuencia. los humildes, los débiles, es decir la mayoría nacional, no tienen protección alguna. Las instituciones funcionan, pero para los poderosos. A los débiles las instituciones les resultan inútiles.
En este cuadro económico, social y político, que ha sido desnudado por el terremoto del 27 de febrero, la Universidad, nuestra Academia, tiene inmensos desafíos por delante. Y estamos dispuestos a enfrentarlos porque somos una universidad privada pero al servicio del país, porque nuestros estudiantes son pobres, pero desean progresar y porque nuestra universidad tiene modestos recursos, pero desea ser la mejor entre las mejores.
En lo inmediato, hemos ofrecido nuestra solidaridad a los compatriotas que han sido afectados por el sismo. Nuestra comunidad, sus estudiantes, desde la primera hora de la catástrofe, se dirigieron a Cobquecura para apoyar material y moralmente a los damnificados ubicados en el centro del terremoto.

Pero junto a nuestra acción solidaridad a favor de aquellos que han sufrido el terremoto, tenemos desafíos que tienen que ver con el quehacer universitario permanente.

En primer lugar, queremos una universidad que ayude a nuestro país a salir del pensamiento único, que entregue a la juventud herramientas variadas para desempeñarse en la vida. Universidad es pensamiento diverso y, por tanto, la Academia tiene la responsabilidad de enseñar todas las vertientes del pensamiento. En consecuencia, desafiaremos al país, a sus medios de comunicación y al establishment demostrando que existen ideas y propuestas alternativas al neoliberalismo para resolver los problemas de Chile.

En segundo lugar, nuestra tarea es apoyar desarrollo de sociedad civil. Porque con más sociedad civil podremos hacer democracia efectiva en Chile. Con más organizaciones sociales podremos contrarrestar la hegemonía del Poder Económico. Y, con mejor sociedad civil podremos enfrentar con efectividad las catástrofes que nos amenazan de tanto en tanto. Nuestro pensamiento, investigaciones y actividad docente estarán al servicio de las organizaciones de trabajadores, pequeños empresarios, consumidores, medio-ambientalitas, estudiantes, defensores de las ciudades, campesinos, etc.

Finalmente, pero quizás lo más importante, nuestro gran desafío es construir una universidad de excelencia. Una universidad capaz de competir con las mejores universidades del país, especialmente aquellas de la cota mil. Si lo logramos tendremos profesionales de calidad, que podrán no sólo enfrentar la vida con éxito sino también serán personas con una visión solidaria de la vida para beneficio de toda la sociedad chilena.

Quiero y espero que nuestros profesores, nuestros administrativos, y especialmente nuestros estudiantes sean los mejores. Porque Chile lo exige. Ello ayudará a la construcción de una sociedad mas justa.
Esos son nuestros desafíos. Para enfrentarlos necesito vuestro compromiso.

13 de abril, 2010