¿Tolerancia? Te acepto, pero…
(*) Por Pablo Zuñiga
Columna publicada en El Quinto Poder
Siempre he sentido una repulsión natural a la discriminación, sin embargo la forma de discriminación es también el reflejo de una época, de una generación, que busca imponer su sistema de creencias para despercudirse de la generación pasada. Sin embargo, ¿qué pasa cuando una o dos generaciones pretenden hacerlo sin haber asimilado por completo su última generación?, se pasan varios pueblos de largo….
A mis casi cincuenta años debo reconocer que soy una suerte de generación de una triste espera, nunca llegué a reconciliarme por completo con la generación que vivió en carne propia la dictadura, ya que sus “referentes” institucionales no hicieron la pega de hacer una bajada de línea valórica objetiva al respecto, fue en la medida de lo posible, fue con culpables extemporáneos en donde respondieron por crímenes también extemporáneos, porque nunca se hizo permanente y vigente la defensa de los Derecho Humanos, no se hizo pedagogía de ello.
Se buscó conciliar con una élite que siempre supo que al final de un proceso inventado por ellos ganaría, pues aun cuando muchos de ellos apoyan con su silencio pasmoso el golpe de Estado y dictadura cívico militar, ni uno de ellos pasa por tribunales, salvo los advenedizos, los que se compraron el hecho de creer que pertenecían a ellos por osmosis, gran error, igual que los que creen que pertenecerán a ellos solo porque les va bien en los negocios o se van a vivir cerca de ellos, o como ellos. Recuerden que ellos siempre arrancan del centro, siempre buscan la los sectores altos, la noción periferia es para los pobres y cuando se les se critica, una mayoría no menor acusa a quien lo hace de resentido.
No dejo de no entender el lenguaje discriminatorio de esta generación, sólo me explico lo poco o nada que hemos hecho para calar hondo en la búsqueda de sistemas de derechos y deberes y no solo de derechos que siempre de alguna forma terminan siendo derechos reivindicativos de una minoría organizada capaz de viralizar, que se siente con el derecho de interpretar todos los derechos de los demás, desconociendo que nadie sobra, reconociendo como legítima y necesaria la discrepancia, la diferencia, sino existiese esta última seriamos todos aburridamente iguales. Todos necesitamos ser defendidos por una institución que nos garantice nuestro derecho a ser minoría o mayoría cualquiera sea el caso, más aún si el sistema de valores que me identifica se sitúa en el sistema político, que al final del día, es el que define nuestra identidad, es en este en donde se consensuan los valores, que como integrante de la sociedad defiendo y si no lo hago al menos los respeto.
Vivir dentro de la diferencia implica respetar las trayectorias de vida de cada uno de sus integrantes: a. la iglesia está plagada de casos de paganos que resultaron ser santos; b. hay ladrones que terminan defendiendo la ley; c. de heterosexuales que aceptan su homosexuales, d. de militares que renuncian para pasar a una vida civil, (hubo militares torturados, por militares torturadores).
Si cada persona está predestinada a ser una sola cosa en su vida, por miedo a no explorar otra opción, por miedo a recriminación de sus pares, entonces nos condenamos a un fascismo cotidiano, este siempre comienza con el miedo o el rechazo a los próximos, comienza por tener que aceptar la masa, que raramente es irreflexiva, siempre tiene un objetivo, en torno a esos objetivos pequeños y mezquinos se moviliza y tiene como medio emocionalizar la realidad, convertirla en una razón binaria del me gusta o no me gusta; me cae bien o me cae mal; ahí está su fuerza… en la simpleza, en la opinión, y no en la razón argumentada, es más, huye de ella, por lo mismo no busca institucionalizar nada, si lo hiciera entonces debe construir tradición, así se disfraza de un progresismo permanente…
¿Qué hacemos? Pedagogía, una y otra vez, aun cuando seamos minoría, podemos equivocarnos en una decisión o muchas, pero al final del día si ese error es por la defensa de principios, amparados en la defensa de la democracia, podrá ser error, pero jamás mentira, esta última sólo moviliza circunstancias, los valores movilizan ideales.
Por eso la tolerancia como concepto, no me convence, es la suspensión eventual del conflicto, que es lo mismo que decir, te acepto, pero: si eres gay, hasta ahí no más; si eres milico; si eres comunista, si eres facho…. Si eres esto o eres lo otro…y no eres como yo o como quienes definimos un nosotros. No tienes el derecho a ser.
Al final de día te puedo discriminar hasta por tu aliento o el color de piel, pero si te acepto, te integro, acepto tus diferencias como componente esencial de mi espacio y cultura, sino es así es solo discurso, palabras vacías al final de día.
(*) Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica y Licenciado en Educación, Universidad Austral de Chile. Magíster en Ciencia Política, Universidad de Chile. Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.