Un borde costero elástico
(*) Por Genaro Cuadros
Columna publicada en The Clinic
Entre enero y febrero de este 2021, millones de veraneantes invaden las localidades costeras o lacustres del país. A pesar del Covid19, más de 1 millón 200 mil personas solicitaron permisos para trasladarse hacia lugares de veraneo. Escapamos de las grandes ciudades, pero llevamos con nosotros los mismos problemas de congestión y saturación, así como nuestras prácticas, hacia localidades más pequeñas.
Esto merece una urgente reflexión sobre el impacto que estas prácticas de ocio, pero también económicas, implican. ¿Qué pasará cuando por ejemplo 23,2% de los santiaguinos que declaran que les gustaría mudarse a otra ciudad según la encuesta “Santiago Como Vamos”, finalmente comiencen el éxodo hacia ciudades menores, o localidades costeras donde poseen segundas viviendas?
Desde la Colonia se conocen los desplazamientos estivales. La oligarquía latifundista acostumbraba a desplazarse al litoral más cercano en tren o a carreta, en busca del aire fresco del mar. Después se masificó, de la mano del automóvil, con desplazamientos desde las grandes ciudades al litoral central. Ahora este fenómeno se ha extendido a sectores medios y populares de la mano de la red de buses interurbanos, produciendo serios impactos ambientales, urbanos y económicos. ¿Es sostenible estos desplazamientos temporales? ¿Podemos seguir llenando de segundas viviendas el borde mar o de lagos? ¿Qué implicancias tiene para estos territorios?
Muchas ciudades intermedias y menores, o pueblos y caletas, se ven invadidas cada verano. Esto se ha profundizado de la mano de los sistemas de transporte, la industria inmobiliaria, del poder adquisitivo de servicios turísticos o del acceso a segundas viviendas, cuestión que la arquitectura ha explotado hasta la monotonía. Son pocas las ciudades, como Viña del Mar, con dinámica económica y productiva propia, que no sólo dependen del turismo para seguir desarrollándose. ¿Qué ocurre con las localidades menores cuya elasticidad termina por quebrar a los municipios costeros en sus servicios básicos de basura, agua, alcantarillado, seguridad, salud e infraestructura vial?
Hay una economía local que depende del éxito de estas estrategias, pero los ganadores son los grandes jugadores de la industria, a saber: los sistemas de transporte, casinos, hotelería y aplicaciones, que invaden localidades y comunidades, al mismo tiempo que las impulsa económicamente.
Uno de los primeros efectos es la disputa por el acceso a dichos bordes costeros. También se debe considerar la proliferación de condominios, o la invasión de humedales o dunas con proyectos inmobiliarios gigantescos, con severas consecuencias ambientales como son los casos de Los Molles o de Concón. El aumento de tacos gigantescos en localidades que cuentan con apenas una arteria estructurante y un crecimiento por extensión lineal que refuerza todos los problemas de esa urbe.
Todo territorio se satura si la carga de uso es superior a su capacidad. Así, seguramente autoridades y habitantes residentes de estas localidades están empezando el año sacando cuentas de qué hacer para el próximo verano, dónde invertir y cómo sobrevivir durante el invierno para poder continuar con un ciclo de dependencia que cuesta mucho romper si no hay apoyo del Estado y una visión de real desarrollo sustentable.
(*) Arquitecto y urbanista, jefe de la carrera de Arquitectura UAHC.