Aníbal Quijano (1930-2018)
(*) Por José Bengoa
Columna publicada en The Clinic
Esta semana ha muerto en Lima, Aníbal Quijano a los 90 años. No se le notaban. Siempre correcto, gentil, pareciera que los años le pasaban por encima y no lo castigaban. Fue bien conocido desde muy joven como un intelectual de gran lucidez y energía, cosa que lo llevó varias veces a la cárcel. Se puede decir que fue un observador crítico de la sociedad latinoamericana durante a lo menos setenta años. La Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales (CLACSO) le ha publicado una “Antología esencial”, en que están escritos desde los inicios de los años sesenta hasta hoy. No es difícil afirmar que ha fallecido uno de los mayores intelectuales latinoamericanos.
El año 1965 se lleva a cabo en el Instituto de Estudios Peruanos, conocido como el IEP, centro de estudios de la más alta excelencia ubicado en Lima, un seminario sobre el libro recién publicado por José María Arguedas, titulado “Todas las sangres”. Ese seminario se ha transformado en leyenda. Nuestro amigo Guillermo Rochabrún, ha transcrito no hace muchos años, las cintas que en ese momento se grabaron y publicado su transcripción. Allí estuvieron los más conocidos y afamados intelectuales del Perú de esos años: Alberto Escobar, José Matos Mar, José Miguel Oviedo, Bravo Bressiani, Salazar Bondy, Julio Cotler y Aníbal. Arguedas, quizá uno de los escritores de mayor importancia del Perú, entrelazado al fin de sus días por múltiples vínculos con Chile, pintaba un cuadro de los desafíos y encrucijadas del Perú moderno. Como es bien sabido se trataba de un escritor quizá motejado injustamente de “indigenista”, pero evidentemente partidario de la supervivencia del mundo indígena.
El debate en el Seminario se fue poniendo cada vez más complejo ya que se trataba en fin de cuentas de comprender el carácter de la sociedad peruana que se avecinaba a mediados de esa década llena de transformaciones. Si “lo indio” se impondría o si la modernidad dominaría lo peruano, su cultura, y la política. Quijano va a preanunciar lo que en buena medida será su pensamiento a lo largo de décadas; la sociedad peruana vivía un cruce entre una sociedad de castas y una sociedad de clases. Los movimientos sociales campesinos, venían en ese momento bajando de una visita a la sierra, serían dominados y dirigidos por un tipo de personaje que llama “los indios cholificados”, personajes de dos mundos, suerte de bisagras entre el mundo antiguo indígena y el mundo moderno urbano.
No cree Quijano en ese momento en la solución indígena al problema campesino y prevé, quizá con mirada certera de largo plazo, la reidentificación de las comunidades indígena campesinas, y en general la reformulación de las identidades indígenas en la modernidad parcial de nuestros países. El tema lo va a seguir analizando a lo largo de su vida. Escribirá un trabajo notable sobre la figura del “Cholo”, y más recientemente un artículo y luego libro sobre los movimientos indígenas en América Latina. Frente a miradas “blanquiñosas” como gustaba decir a Don José Matos Mar, Aníbal abría la complejidad de nuestros países, de sociedades en que las identidades se redefinen, en que el mestizaje juega un papel central, en fin, a pesar de la crítica a Arguedas, en que lo que hay que analizar son “Todas las Sangres”.
La cuestión del desarrollo y la dependencia será otro hilo permanente en su obra. Tuve la suerte de estar trabajando en el Centro de Estudios Socio Económicos de la Universidad de Chile cuando Aníbal estaba en la Cepal, años 69 y 70, y visitaba regularmente el CESO y participaba en sus seminarios. Quienes en esos años lo conocimos e hicimos amistad con él, nos sorprendía su limpieza de lenguaje: “hablaba en limpio”.
En esos seminarios participaba Gunder Frank, Theotonio dos Santos recientemente fallecido, Ruy Mauro Marini y muchos autores de la Teoría de la Dependencia. Quijano en esos años había trabajado y escrito sobre los procesos de urbanización. Era parte de los dependentistas pero al mismo tiempo se alejaba de ellos ya que observaba con mayor complejidad los aspectos internos de nuestros países y no solamente los referidos a la crítica al imperialismo y el modo dependiente del desarrollo. No podía ser menos, mirado desde hoy, dada la fuerte dependencia al pensamiento de José Carlos Mariátegui, el gran Amauta y principal intelectual y político del Perú del siglo veinte.
La pura relación de dependencia entre centro y periferia no le permitía una comprensión cabal de los fenómenos ligados al llamado subdesarrollo. Quijano adicionaba elementos culturales, los sistemas de dominación interna, el gamonalismo por ejemplo, y conceptos que como el de “raza”, no eran incorporados en los análisis económicos. Esto lo llevó años después a revisar sus propias teorías y surgir con una fuerte crítica al “eurocentrismo” y plantear los estudios coloniales y la des colonización. En su último tiempo Aníbal se hizo famoso por esta temática, sin duda de una enorme riqueza y sobre todo de afirmación de lo específico de América Latina, y de la necesidad de pensarnos desde nosotros mismos, desde nuestra Historia, de la Conquista y colonialidad, y en fin, de la modernidad compleja que surge de todos estos procesos. Quijano se renovó totalmente en los últimos años y no cabe mucha duda que renovó las ciencias sociales latinoamericanos con sus propuestas teóricas y sus análisis de la descolonización.
Cuando fue el Golpe de Estado en Chile muchos chilenos viajamos a Lima. Por tierra llegaban buses repletos de compañeras y compañeros que venían saliendo del Estadio Nacional, de cárceles, de campos de concentración, en muy mal estado. La solidaridad peruana con los chilenos fue impresionante. Se organizaron casas de acogida, sistemas de apoyo médico, en fin, un apoyo que no siempre se lo recuerda y que mucho menos se lo agradece. Aníbal fue muy activo en todo ese proceso. Tuve la suerte y privilegio de estar haciendo clases en la Universidad Católica del Perú y nos veíamos frecuentemente con Quijano, quien era muy activo en la solidaridad. Meses después fue él quien tuvo que salir expulsado del Perú, por algo que escribió, creo que junto con Julio Cotler, y que no fue del agrado del régimen militar de Velasco Alvarado.
La obra de Aníbal Quijano se inicia en esos años sanmarquinos, de la Universidad Mayor de San Marcos, en que joven llega de Yungay, su pueblo en Ancash, a la gran ciudad. Allí gobernaba Odría el Dictador peruano de los años cincuenta cuyo ambiente está contado con gracia en las Conversaciones de la Catedral de Mario Vargas Llosa. En una fuente de soda cerca del Barrio Universitario en el centro de Lima, donde en ese entonces funcionaba la Universidad de San Marcos, que quizá se llamaba “El Copacabana”, según él contaba, se arreglaba el mundo con un par de “Pilsen”. Seguidor de Mariátegui no fue comunista, sin embargo y como siempre mostró su espíritu libre, lo tildaron de trotskista o motes semejantes.
Durante años publicó diversas revistas, siendo la de mayor importancia y duración la titulada Sociedad y Política, editada junto con Julio Cotler y otros importantes intelectuales peruanos. Casi setenta años de historia americana circulan por las páginas de Aníbal, que esperamos se reúnan en sus Obras Completas prontamente. Vino a Chile muchas veces, tuvo amistades, compañerismo y causas comunes. Lo vamos a extrañar en las reuniones de Ciencias Sociales en que su palabra siempre alumbraba, motivaba y sobre todo deslumbraba por su calidad, belleza en el hablar y modestia en el decir.
(*) Profesor de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.