Anténor Firmin: un antropólogo silenciado a lo largo de 150 años

Anténor Firmin: un antropólogo silenciado a lo largo de 150 años

(*) Por José Bengoa

Artículo publicado en The Clinic

Caminando hace unos años, en una librería pequeñita y desordenada, como las buenas librerías, me tropecé con la obra de Antenor Firmin en su edición moderna en francés. El 2 de Junio del 2001 en Rhode Island, Estados Unidos había habido un seminario dedicado a Firmin. La ocasión era la traducción y publicación de su obra en inglés a cargo del profesor Asselin Charles, profesor de literatura en Taiwán, “The equality of Human Races”. Positivist Anthropology. Garland Publishing. 2000 y después publicado en paperbacks por la University of Illinois Press, con introducción del profesor Fluehr-Lobban, quien organizó al parecer el citado seminario. Finalmente Ghislaine Gèloin, al parecer francés pero en Rhode Island, Estados Unidos, ha publicado la versión francesa en L´Harmattan  el año 2003, que es la que encontré. Nos dice que ha sacado esta versión de una microficha de la Biblioteca Nacional, Francois Mitterand y que ha obtenido el original que se encuentra en el Museo del Hombre del Trocadero de Paris. Entro en todos estos detalles eruditos ya que parecen increíbles. Por una parte es un esfuerzo globalizado de rescate o recuperación  de una obra, quizá impensable en otros tiempos: Rhode Island, Taiwan, Paris, etc..

El libro escrito en 1884 fue “clasificado”, esto es escondido, olvidado y ocultado por más de un siglo, salvo en Haití, en que se recordaba su vida y obra[1]. Es un extraordinario caso de racismo académico e intelectual. Por misteriosas razones las copias se perdieron y solamente quedó constancia en la biblioteca en que se guardan todas las publicaciones que se han producido en Francia. En el 2000 fue la edición en inglés, en el 2003, 120 años después, en francés y hace unos años se lo tradujo en Cuba por parte de la Casa de las Américas, versión que lamentablemente no conozco.

Anténor Firmin (1850 – 1911), nacido y educado en Haití, fue abogado e inspector de las escuelas en el cabo Haitiano. Fue redactor del Diario el Mensajero del Norte y político del Partido Liberal. Fue derrotado en las elecciones y viajó a Paris en 1883 como diplomático. Posteriormente fue Ministro y candidato a la Presidencia de la República de Haití. Como sabio, diplomático y escritor había ingresado a la Sociedad de Antropología de Paris que fundara Broca en 1859, quizá la primera Sociedad de Antropología del mundo. Firmin ingresó a esa Sociedad que tenía como principal tema de investigaciones la demostración que las razas humanas eran diferentes y que en particular la negra era inferior. Entró a formar parte el año 1884, el 17 de Julio de 1884. En esos días el racismo se había hecho doctrina oficial y el libro de GobineauAcerca de la desigualdad de las Razas Humanas” (“de la Inegalité des races humaines”) parecía ser la Biblia de quienes creían hacer antropología o lo que eso se denominara. Firmin escribe un libro en contra de estas ideas el que fue publicado en 1885 en Paris, es el “anti Gobineau” escrito nada más ni nada menos que por un sabio afro haitiano.  “De l´egalité des races humaines se denomina y lleva por subtítulo Anthropologie positive y firmado por A. Firmin  “Membre de la societé d´anthropologie de Paris”.

El libro es simplemente fantástico y podría haber sido escrito el año recién pasado. Es totalmente vigente en su lenguaje, sus ideas, sus argumentaciones y propuestas. Quizá lo único que es preciso cuidar en su lectura es el concepto de “raza”, que en esa época se ocupaba sin mayor análisis crítico, y que hoy día es impresentable[2]. Es un alegato contra lo que pensaba la clase culta europea, la llamada academia científica que iniciaba en esos días la llamada “antropología”. Es un alegato frio, racional, usando “las armas del enemigo” que establecía con plena certeza que un negro no podía acceder al pensamiento racional.

Géloin[3] cuenta que en la sesión del 19 de noviembre de 1885 [4] “la Societé (d´Anthropologie de Paris)  a l´honneur d´examiner tris (sic) Australiens qu´on exhibe depuis quelques temps  dans les capitales d´Europe (le quatrieme étant mort le matin même, on n´a pu regrettablement obtenir son cadavre). Le raport  note les commentaires des societaires, entre autres, le type laid de la race inferieure, leur odeur de bouc, la femme est traitée d´abrutie (or on sait que c´est son mari qui est mort le matin). Bref, on en conclut qu´il s´agit de véritables brutes. On les fait chanter et parler pour étudier leurs voix de negres primitifs. Observations froides et savants insensibles consigées telles quelles. On se demande si Firmin asistait à cette exhibition!” [5]

Pero si sabemos que Firmin estaba presente en la sesión del 21 de Abril de 1892. Se discutía en esa sesión de la Sociedad de Antropología de Paris la cuestión de los cráneos, dolicocéfalos, braquicéfalos y toda esa locura de clasificaciones de las cabezas de los humanos. Y por cierto que la tesis que presidía la audiencia era que los cráneos expresaban el nivel de capacidad del cerebro y por tanto eran la prueba irrefutable de que había unos entes semi humanos (“humanoides”) con menor capacidad cerebral y otros con mayor capacidad. La discusión era sin duda complicada ya que en los hechos se trataba de utilizar evidencias empíricas para sostener una ideología que provenía de intereses ligados al colonialismo y la esclavitud. Nunca como es bien sabido las series craneanas les coincidieron. Mientras todos los sabios doctores pontificaban acerca de las limitaciones de la raza negra se escucha del fondo de la sala un “pido la palabra”, en un muy buen francés.

Se la otorga Brocca e interviene Firmin  señalando su tesis que la capacidad humana depende no de la naturaleza del hombre si no del medio ambiente especialmente social en el que se ha desempeñado. Probablemente su argumentación fue extremadamente brillante por lo que uno a uno de los presentes comienza a darse vuelta y asombrarse que quien habla es una persona de tez negra. Un miembro presente le dice al conferencista que “no puede ser”, “su teoría se derrumba”….el Señor Bordier, miembro de la Sociedad, por cierto muy contrariado de que su teoría se estaba haciendo pedazos, le pregunta a Firmin si acaso no hay “des Blancs parmi ses ascendants” (..algún blanco entre sus ascendientes). A lo que Firmin le responde que no cree imposible que haya alguna parcela de sangre blanca pero que no cree que se deba a ello su inteligencia. El académico le vuelve a decir que quizá esa “parcelle de sang blanc” le pudo modificar el cerebro y de allí proviene su inteligencia. Otro académico le solicita al Señor Firmin si él estaría de acuerdo a dejarse medir el cráneo en público en medio de la sesión. Firmin accede siempre que lo hagan todos, lo que así ocurre. “Bordier très fier, rappelle a l´assemblée qu´un mulâtre, membre de la Societé, etait dolichocèphale” [6]

Hacía mucho tiempo que no leía una página más brutal acerca de los orígenes de la Antropología. Efectivamente el tema central de la Antropología durante decenas de años fue demostrar lo indemostrable: que habían seres humanos y seres semi humanos. La prueba estaba en los cráneos. Cuando el año 1968 viajé de Valparaíso a Santiago a visitar el Instituto de Antropología de la Universidad de Chile, buscando una beca que finalmente me dieron, lo primero que me llamó la atención fueron las repisas de cráneos y sobre todo una llena de polvo frente a una ventana, en la oficina de Juan Munizaga, en que se veían los huesos y las terroríficas mandíbulas llenas de dientes salientes. Eran unas casas prefabricadas ubicadas en la parte de atrás del Instituto Pedagógico en Macul donde se habían instalado los primeros y pioneros también, que hacían antropología en la Universidad de Chile. Carlos y Juan Munizaga, Alberto Medina, Mario Orellana y varios otros.

La craneología aún le otorgaba cierto color o prestigio científico a la antropología, aunque no se creyera ya demasiado en la  “inegalité de les races humaines”. Un antropólogo sin una oficina llena de cráneos podía ser considerado poco científico me imaginé, hace ya casi cuarenta años. La pinza medidora de cráneos estaba colgada de las murallas como símbolo de la profesión clasificadora por excelencia. Todos lo hicieron. Gusinde le midió la cabeza a cuanto Ona y Yámana encontró. Según Jorge Pavéz, le siguió midiendo cabezas a judíos y otros perseguidos por los nazis cuando regresó a Viena, por ser de cráneos chicos y por tanto catalogados de semi humanos. Latcham se dedicó a medir cráneos de muertos y vivos. En fin, un día nadie midió más los cráneos, afortunadamente, pero las ideas craneológicas y racistas se mantuvieron en el tiempo imperturbables.

El racismo autodenominado “científico” es la página más oscura de la Antropología. Sus teorías sin prueba ninguna sin embargo “llegaron para quedarse” en el sentido común, el vulgo y por cierto en muchos antropólogos y Escuelas de Antropología.

Es como los estudios de criminología craneana de Lombroso. Visitar el Museo[7] de su gabinete en Torino es uno de las experiencias más horrorosas  que se puede tener. En grandes frascos de formol, alcohol, o algo parecido, flotan unas cabezas de asesinos, violadores, ladrones de gallinas y personajes tenebrosos. Los pelos aun flotan desde hace décadas, como medusas en el líquido amarillento. Se les sale la lengua flotante, larga, blancuchenta, en el alcohol. Al sabio turinense no le cupo duda que los asesinos tenían en común varias cosas: pelo muy oscuro, cejas juntas, frente estrecha, ojos bizcos y profundos, dispuestos a matar. De ahí a la clasificación, un paso. Por una extraña casualidad todos se parecían y se parecen a los italianos del sur, a los “sicilianos”, casi africanos o vecinos de ellos. 

Esas ideas llamadas científicas se desprestigiaron con el tiempo en los medios académicos y han sido criticadas mil veces, pero no han sido erradicadas del vulgo, de las policías que cuando tienen que atrapar a un sospechoso, observan  en primer lugar el color de la piel, los pelos, ojos, narices, promontorios y demás accesorios que el ser humano lleva en su superficie.[8] La amenaza del terrorismo hoy en día ha puesto nuevamente en vigencia estas conductas y miradas del “racismo corriente” o también denominado “racismo ordinario”. Es frecuente ver en los aeropuertos a la policía “pajareando” a quienes bajan de los aviones, por su pinta, color, (de allí viene tener buena o mala “pinta”), aspecto. Lombrosso, Don Cesare, vive en gloria y majestad en las policías del mundo y en las imágenes cotidianas con las que muchas personas se comportan. [9]

Firmin dice, “les Morton, les Renan, les Broca, les Carus, les de Quatrefages, les Büchner, les de Gobineau, “toute la phalange fière et orgueilleuse qui proclame que l´homme noir est destiné á servir de marchepied á la puissance de l´homme blanc, j´aurai le droit de lui dire à cette anthropologie mensongère: “Non , tu n´est pas une science” (página 139) . [10]Hoy dia es fácil decirlo pero no en 1885.

En el primer capítulo se pregunta por lo que es o no es la antropología y sus discusiones siguen siendo válidas, sobre todo frente a la confusión que hoy en día presenta esta disciplina. En el segundo capítulo analiza los primeros ensayos de clasificaciones del ser humano y logra mostrar lo ridículo y arbitrario de ello. Continúa en la discusión de las clasificaciones humanas hasta llegar al tema “Hybridité ou mètissage?” y se mete en las páginas siguientes en asuntos que ya Néstor García Canclini hubiese gustado escribir. La discusión al parecer tan actual en América latina y Estados Unidos ya la había planteado plenamente Firmin en 1885.

Sería ingenuo pretender describir cada uno de los argumentos que llenan este libro de  más de 400 páginas. Una profunda caja de sorpresas que bien debería conocerse y leerse en las escuelas de antropología.

Después de poner las citas de los académicos e intelectuales mas ilustres (por ejemplo Ernest Renán que  escribió “Los hombres no son iguales, las razas no son iguales. “Le Negre par exemple est fait pour servir aux grandes choses voulues et concues par le blanc”)  (Dialogues philosophiques), Firmin escribe: Confieso que nunca he podido  leer estos pasajes sin sentir un profundo sentimiento de horror…Uno quisiera no creer en la veracidad de lo que está allí escrito, se siente la necesidad de protestar en voz alta…pero la palabra queda muda en nuestro pecho oprimido….”

Tuve la oportunidad hace unos años de visitar la Escuela de Antropología de la Universidad de Puerto Príncipe en Haití[11] y dar una conferencia. Al entrar al patio había un enorme grafiti en el muro con el rostro de Firmin como uno de los próceres y fundadores de la Escuela antropológica haitiana. Viene al caso retomar este tema hoy que en Chile tenemos una enorme migración proveniente de ese país y vemos a miles de jóvenes hombres y mujeres, desempeñando por lo general los oficios más humildes como ya lo había dicho el famoso político e intelectual francés Ernest Renan. Quizá la antropología tiene como su principal objetivo en este momento hacer de la lucha contra el racismo y la xenofobia su sentido y razón de existencia.

(*) Profesor de la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano

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[1]
Una versión preliminar  de este artículo  fue publicada el volumen dos de los Cuadernos de Desclasificación. Paris/Santiago. Segundo Tomo. 2000.

[2]  La palabra “Raza” dejó de usarse más que por una crítica en sí misma por sus efectos racistas. A partir de la Segunda Guerra Mundial con todas sus consecuencias racistas, y criminales, se omitió el término de los lenguajes cultos y académicos. Sin embargo el debate es altamente complejo. Hay quienes plantean la teoría del “racismo sin razas”, (E. Balibar y E. Wallerstein, Raza, Nación y clase. Edición en español, IEPALA , Madrid. 1991.),  o abogan simplemente por la supresión del concepto, como una manera de defender la igualdad de todos los seres humanos, sea cual sea su apariencia física. La UNESCO ha sido la gran difusora de esta posición afirmando la unidad biológica de la especie humana. (Ver UNESCO. Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales del 27 de noviembre de 1978. Un lector cuidadoso verá que junto con afirmar la unidad del género humano y condenar el racismo, el concepto de raza se filtra por ejemplo en el Artículo 3 de esa Declaración Internacional). Comunmente se ha reemplazado el término por Etnia o alguno semejante. Elizabeth Cunin, analizando el caso colombiano define racismo como: “la construcción social de categorías raciales presentadas como naturales y que legitiman los procesos de dominación”, evitando definir cuáles serían esas categorías, lo que muestra la complejidad del asunto. (Cunin, E. “Aproximaciones a los estudios de raza y racismo de Colombia”; en: Revista de Estudios Sociales, Universidad de los Andes, No. 27, agosto 2007. p. 185). No cabe duda que se trata de una “construcción social” que incluso cambia con las correlaciones de fuerza culturales, con los tiempos, en fin, con las apreciaciones que los seres humanos tienen sobre los otros, como se ve en este artículo. La categorización y clasificación de las personas por sus aspectos superficiales, color de piel, nariz, pelo, forma de los ojos, y muy pocos rasgos más, es una tendencia evidente, que en algunos momentos es peyorativa (como lo que vemos en estos inicios de la Antropología) y muchas otras veces en la Historia ha sido de signo contrario, altamente prestigiosa, como en la novela de Margaritte Yourcenar, Memorias de Adriano, en que la belleza se encontraba justamente en África.

[3]  Todas las referencias que se detallan a continuación provienen de la Introducción de Geloin en la edición de L’ Harmattan, Paris. 2003.

[4] Estas reuniones se realizaban en una sala que aún existe al lado de la Escuela de Medicina de la Sorbona, en la calle Saint Germain por lo que es también conocida como la Sociedad Científica de San Germain de Prés. La sala es un pequeño anfiteatro y que en la parte baja tiene una suerte de mesa de piedra, o camilla (o “altar”), donde se tendía a las víctimas de esos estudios macabros.

[5]  “La Sociedad de Antropología de Paris tuvo el honor de examinar a tres Australianos que se exhibían después de algún tiempo en las capitales de Europa (el cuarto había muerto esa misma mañana y no fue posible conseguir su cadaver para examinarlo publicamente). El informe señala los comentarios de los miembros de la sociedad, por ejemplo, el tipo feo de la raza inferior, el olor de la boca, la mujer es tratada de estúpida (sabemos que era su marido el que había muerto esa misma mañana). En breve todos han concluido que se trata de verdaderos brutos. Se los ha hecho cantar y hablar para estudiar sus voces de negros primitivos. Observaciones frías y sabiondas insensibles que están consignadas en las Actas de la Sociedad tal cual. Uno se puede preguntar si Firmin asistió a esa exhibición. (Trad. JB)

[6] “Bordier con mucho orgullo le recuerda a la Asamblea que un mulato miembro de la Sociedad era dolicocéfalo” Es el Boletín  de la Sociedad el que cita Géloin.

[7] Museo de Antropología Criminal de la Universidad de Torino.

[8] La descripción que realiza Domingo Faustino Sarmiento de Facundo al iniciar su afamada obra (“Facundo. Civilización y barbarie” Editorial Porrúa. México. Edición del 2000), no es muy diferente a lo que acá señalamos.

[9] Junto con las descripciones delirantes de las características físicas del “Delincuente nato”, Cesare  Lombroso tiene un largo trabajo sobre los tatuajes, señalando que son claramente una expresión clara  de la  insensibilidad y carácter salvaje de los potenciales delincuentes.

[10] …  “los Morton, Renan, Broca, Carus…Gobineau, toda la falange orgullosa que proclama que el hombre negro está destinado a servir  de alfombra al poder del hombre blanco, yo tengo el derecho a decirle a esta antropología mentirosa: no, tu no eres una ciencia”.

[11] El Instituto de Etnología fue fundado en los años veinte por Jacques Roumain, uno de los intelectuales, escritores y poeta de mayor importancia en Haití. Estudió en Europa etnología, en la Universidad de La Sorbona (para saber “cómo nos miran los franceses”, según se dice) y al regresar a Haití funda al mismo tiempo lo que será la Escuela de Antropología y lo que posteriormente será el Partido Comunista de ese país (1934). Roumain fue amigo del conocido antropólogo francés que estuvo también en Chile, Alfred Metraux, y a su compañía se debe su libro sobre el Vudú. Roumain muere a los 37 años. Su figura está dibujada como enorme grafiti en las murallas de la Escuela de Antropología de Puerto Príncipe.