Autor de Sangre de Baguales_Pedro Cardyn: “Noto en el trabajador chileno una especie de autoflagelamiento”
Como parte de la serie de actividades “Chile en septiembre, memorias en disputa” de la Escuela de Historia, el ambiente histórico-festivo abrió este mes con la conferencia del médico, escritor y ex militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Pedro Cardyn. El autor de “Sangre de Baguales. Epopeyas mapuches y obreras en tiempos del Complejo Maderero Panguipulli. Un efecto mariposa inconcluso” (LOM, 2017) expuso sobre el contexto que da origen al libro, como excusa para conversar con los estudiantes sobre el devenir de los movimientos sociales.
Protagonista de los últimos 40 años de transformación social en la Araucanía y, mucho antes, del inspirador proceso de la toma de predios forestales del Complejo Maderero Panguipulli, Cardyn sostuvo el debate con Paulo Ahumada, estudiante de Pedagogía en historia y Manuel Fernández, director de la escuela respectiva. Recordó también el histórico momento en que, como un estudiante de la Universidad Católica, participó del despliegue del lienzo que fustigaba la línea editorial de El Mercurio en la parte más álgida de los años de la reforma universitaria de 1968 momento que, al igual que su paso por Neltume, son parte de una revolución compartida pero que no ha llegado a puerto aún. “Un efecto mariposa inconcluso, una erupción social profunda” en sus palabras.
Mirando en perspectiva, Cardyn asegura lacónico que hoy “nadie es héroe de nada. Todos somos lo que somos y lo que permanece son las grandes revoluciones. La verdadera aventura no era ser estudiante, sino irse al sur de Chile a “correr los cercos”. De hecho en la UC apenas había un marxista en ese entonces… creo que lo toqué una vez”, dice entre risas. “Cualquiera podía tomarse la universidad. Eso era cosa de estudiantes, lo importante era tomarse las fábricas y después el mundo”, agrega.
Recuperando un país colaborativo
Hoy, el doctor está embarcado en extender el radio de influencia de Panguipulli y su “buen vivir” como trabajo colectivo, espiritual, pero también político. Para ello invita cada año, a quien quiera seguirlo, al Verano del Territorio; una actividad que convierte al turista en un activista real a través de su celebrado Parlamento de Coz Coz, que tiene lugar a 7 Kms de Panguipulli cada primera semana de febrero.
“Todo chileno debería ir por lo menos una vez en su vida a un guillatún. Es algo transformador que puede devolvernos a nuestra esencia de un país colaborativo, de mingas y de compartir conocimiento”, convoca. Pedro Cardyn tiene fe en que regresen las abejas, los chilenos de antes y para ello confía en que serán los jóvenes quienes concluirán este efecto mariposa interrumpido por la dictadura. Sin embargo, tiene sus reparos.
“Me da mucha emoción ver las luchas de los jóvenes hoy y compararlas con el recuerdo de mi juventud. Es algo muy grato, pero siento que la forma en que se paran los jóvenes es demasiado prudente. En mi época, ese apasionamiento se notaba y aunque a veces era algo agotador, había que cuestionarlo todo. A los cabros ahora los veo muy educados, pero quiero verlos que se pongan maleducados. Ojo, que es algo que digo súper cariñosamente porque entiendo que las formas de relacionarse hoy son diferentes”, explica.
-¿A qué aleteos de mariposa en Latinoamérica le está poniendo atención actualmente?
-Creo que son muy interesantes las cosas que pasan en Chiapas con el tema del buen vivir y en general los pueblos indígenas. Nos hemos olvidado de que somos descendientes de indígenas, y que ellos son testigos vivientes de que se puede vivir de forma amable. En Canadá, hay un festival autóctono donde se integra a todo el que quiera asistir. Eso es parte de su sabiduría original, que también cuestiona todo y tiene una dialéctica irónica pero obrera e indígena capaz de poner todo patas arriba. Sin ir más lejos, en Panguipulli los que no somos indígenas y sentimos que el gobierno nos maltrata, somos acogidos e incluidos.
¿Te digo una brutalidad?, creo que el gobierno debería asistir a un parlamento mapuche donde pueda encontrarse con los jóvenes y viejos que están realizando un mestizaje al revés. Llegar, como ellos, diciendo: “Permiso, ¿podemos vivir aquí?”. No como los españoles que te ponían la espada y la pata encima, te plantaban la biblia y te daban el ultimátum: “se suman a esto o se mueren”.
-¿Hacia dónde ha notado esa evolución en la conciencia del trabajador chileno?
-Respecto a los 60, noto en él una especie de autoflagelamiento. Como que se huasquean solos haya o no haya un jefe presente que les diga que trabajen. Recuerdo que antes había un ambiente en el que todos se sentían vinculados, compañeros. En el complejo maderero, en la construcción, en todo orden de cosas. Esa sensación ha sido reemplazada por una de soledad que es algo que ves en el metro a diario entre trabajadores, entre gente decente que cumple un rol importante en la sociedad y donde jamás anda un político cagándote. Si pones atención, debajo de esa seriedad y apuro hay gente buena que necesita cambiar una visión de cómo nos relacionamos.