Better Call Saul: El gran retrato de un hombre sin ética
(*) Por Vladimir Rivera
Columna publicada en La Tercera
A comienzos de siglo se instaló la discusión sobre cuál serie era mejor, si Los Soprano o The wire. Los números y los premios se los llevó por lejos la primera y The wire quedó como una serie de culto que cada cierto tiempo alguien proclama a los cuatros vientos que es la mejor de la historia. Si una era Shakespeare, la otra era Dickens.
15 años después, un debate similar se instala entre los amantes de Breaking bad y Better call Saul. Breaking bad tiene un número impresionante de galardones y millones de espectadores alrededor del orbe. Es parte de la cultura popular; sin embargo, hay algo que nos hace preguntarnos por qué Better call Saul podría ser mejor.
Lo que en Breaking bad era violencia explicita –gente muriendo derretida en ácido, balas–, en Better call Saul es sutileza. Nadie muere cuando debe morir ni muere el que debe morir. Cada muerte se siente en la historia, nos deja un vacío.
En BB la pólvora se quema rápido, ya en el primer capítulo Walter White ha matado a dos narcos. En cambio, en BCS se quema a fuego lento, nos muestra a Jimmy McGill desde el inicio, cuando era un tipo que estudiaba derecho tratando de que su hermano Chuck lo aceptara. Si BB era sobre el poder, BCS es un drama shakesperiano. Dos hermanos enfrentados desde el cordón umbilical.
Hay que convenir que ambas series son sobre la caída moral. Es decir, cuán bajo podemos caer sin perder nuestra esencia. O, mejor dicho, si dicha caída mostrará nuestra verdadera naturaleza. En ese sentido, Jimmy va destruyendo moralmente todo lo que toca, lo va degradando, pero a menor escala, como la vida misma. Las derrotas morales ocurren entre cuatro paredes. Frases que destruyen el amor, pequeños gestos que hacen que dos hermanos dejen de amarse para siempre, que un hijo no quiera ver a su padre. En ese sentido, BCS indaga en esa miseria humana cotidiana.
Ambas series son sobre el cambio. En BB, lo dice Walter, “la química es la ciencia del cambio”, y en eso se basa la transformación que va teniendo el personaje, hasta convertirse en Heisenberg. En BCS ocurre lo mismo, pero de manera más realista, no tan atropellada, entre Jimmy/Saul/Gene. Jimmy no sabe quién es, no ama su herencia y puede ser quien quiera ser. Jimmy cuenta una anécdota reveladora al principio de la serie: tuvo sexo con una mujer convenciéndola de que él era Kevin Costner.
Si en BB es el capitalismo desaforado el que abandona a los que no despiertan, BCS nos muestra las mutaciones del capitalismo. Jimmy quiere tener dinero, quiere tener prestigio, pero cada vez que lo obtiene lo vuelve a perder, porque en su lógica el lograr las cosas no es el fin, el medio es el fin, la mutación. Eso lo hace mucho más peligroso que Walter. Jimmy no tiene ética.
Las relaciones de los personajes no son tan explícitas como en BB. Basta contar todas las veces que Walter y Skyler se dan en cada capítulo o la misma relación de Walter con Jesse. En cambio, en BCS los vínculos entre los personajes son más sutiles, sobre todo entre Jimmy y su hermano Chuck o entre Jimmy y Kim Wexler. Eso habla también de la pluma de los creadores y de cómo su bagaje con BB les permitió ser más finos. La maldad está en todos, así como la humanidad.
Aunque tenga menos público y menos premios, y su existencia se la deba a Breaking bad, Better call Saul es una serie que tendremos que ver más de una vez y en cada visionado aparecerán nuevas interpretaciones.
(*) Guionista y escritor. Docente UAHC de la Carrera de cine y artes audiovisuales