Bioética y biopolítica para un Chile Postneoliberal

Bioética y biopolítica para un Chile Postneoliberal

(*) Por Álvaro Ramis

Columna publicada en Le Monde Diplomatique

La pregunta clave es por el día después: ¿Qué tipo de sociedad nacerá luego de la pandemia del COVID-19? Es evidente que las consecuencias de largo plazo de este evento catastrófico global serán enormes, y de difícil pronóstico en toda su magnitud. De partida, sólo evidenciamos sus primeros síntomas: por ejemplo, la digitalización acelerada de la economía, la educación, la salud y los servicios.  Pero el efecto más profundo es el fin de la globalización liberal, tal como la entendimos desde el 1990 hasta ahora. El regreso del Estado, no sólo como ente regulador, gendarme o protector, sino como actor activo en la esfera económica, financiera y productiva ya es palpable y evidente.

Salvo escasas voces ideologizadas, el empresariado mundial ha cambiado su tradicional discurso laissez faire por un llamado desesperado al Leviatán estatal para salir a su rescate y ayuda, aún al precio de un intervencionismo público inédito desde la irrupción de las políticas de Reagan y Thatcher. El Reino Unido, gobernada por los herederos políticos del thatcherismo, es un ejemplo evidente: se ha decidido que, si las empresas británicas no despiden a sus trabajadores y les mantienen en nómina, el Gobierno les pagará el 80% de su salario hasta un máximo de 2.500 libras. Varios gobiernos europeos han anunciado nuevos seguros de desempleo, rentas básicas de subsistencia y han asumido el papel de avales de última instancia. Esta cuasi-nacionalización de la economía durará el tiempo que dure la crisis. Pasada la tormenta volverán a los aires liberalizadores para reclamar las utilidades y las “libertades” económicas conculcadas. Pero es difícil que este regreso al orden anterior sea tan fácil e inmediato.

Ya desde la crisis financiera de 2008 las bases teóricas del neoliberalismo, como prescripción de un orden espontáneo autorregulado, quedaron dañadas de forma estructural e irremediable. La elección de Trump fue una consecuencia directa de ello, y colocó a los Estados Unidos al frente de un nuevo proyecto neo-mercantilista, donde el Estado asumió una función clave, como promotor y defensor de los capitales “nacionales”. Su política de guerra comercial con China ha sido el reflejo más directo de este nuevo ciclo. Sin embargo, este neo-mercantilismo a la Trump ha mantenido la misma línea de abandono social y laboral para la población. Ha sido una forma de fin del neoliberalismo que ha significado proteccionismo para las grandes corporaciones, pero desprotección total para la ciudadanía.

La cuarentena global del 2020, con sus predecibles efectos catastróficos mundiales, a nivel económico y social, tendrá consecuencias políticas profundas. Basta recordar que el fin de la Primera Guerra Mundial (y la epidemia de la gripe española de 1918) originó las primeras leyes de protección social masivas y permitió la feminización del trabajo. El crac de 1929 permitió el ciclo keynesiano, y el fin de la Segunda Guerra Mundial generó el pacto de 1948, que se sintetizó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es predecible que el 2020 generará un nuevo orden político donde la protección social ante los riesgos globales tendrá mayor importancia que la preservación de las “libertades negativas” que han primado en las últimas décadas. Si en los últimos años la ausencia de coacción externa al individuo ha sido el dogma, es previsible que el nuevo orden privilegiará una idea de libertad como garantía de autorrealización colectiva, que obligue a subordinar las voluntades personales a un interés general mayor. Desde una perspectiva socialista, este giro puede resonar positivo de forma a priori, pero también entraña riesgos elevados si no se conduce desde una mirada democrática y que tenga en cuenta las asimetrías y desigualdades de clase, raza, género y sostenibilidad ambiental. Sin este criterio de interseccionalidad, la realidad social y los límites políticos se delimitará bajo un modelo autoritario que identificará, una vez más, el “interés general” con el “interés de los poderosos”.

De alguna forma este nuevo orden político “autoritario-compasivo” ha avanzado en las últimas décadas, representado por el modelo chino, pero también está presente, con sus propias especificidades, en Singapur, Rusia, Turquía, Polonia o Hungría, por sólo dar algunos casos. Pierre Rosanvallon ha llamado a este tipo de regímenes políticos, como “iliberales”[1]. El iliberalismo es, según este autor, “una cultura política que, por principio, descalifica la visión liberal”. Según el politólogo Matthijs Bogaards es “una situación de formalidad democrática en la que, sin embargo, se reduce o limita la independencia del poder judicial y los ciudadanos no disfrutan de la igualdad de trato ante la ley, ni protección adecuada frente al Estado o actores privados”[2]. Es una nueva “fronterización de la vida”[3], en nombre del “interés nacional”, que se transforma en el nuevo criterio delimitador de las posibilidades de acción individual. Como ha observado el geógrafo David Harvey, en el actual contexto de crisis “las únicas políticas que funcionarán, tanto económica como políticamente, son mucho más socialistas que todo lo que Bernie Sanders pueda proponer y estos programas de rescate tendrán que iniciarse bajo los auspicios de Donald Trump, presumiblemente bajo la máscara del Making America Great Again”[4].

El Chile post estallido y post cuarentena

En nuestro país la crisis iniciada el 18 de octubre de 2019 ha supuesto el fin del espejismo creado con la consolidación del régimen postdicatatorial. Los felices ‘90, como auguró Stiglitz, plantaron “la semilla de la destrucción”. Por eso el estallido social, encapsulado en su performatividad callejera por la cuarentena, sigue su curso bajo nuevas formas de ingobernabilidad y conflictividad aguda que se explican por la baja legitimidad de las autoridades y del marco constitucional vigente.

Este marco general explica la llamativa ruptura histórica del bloque de derecha chileno. Se trata ante todo de un quiebre ideológico-estratégico que aplica en el terreno nacional el giro iliberal que se da en la política global. Esta división, va más allá del eje Rechazo – Apruebo, que visibiliza la línea divisoria formal. Es una grieta tectónica entre una derecha nostálgica, anclada en el dogma thatcherista-pinochetista, y una derecha que capta el vuelco hacia las formas “autoritario-compasivas” propias de la derecha iliberal, que empieza a ganar terreno en el plano global.

La expresión más clara y consolidada de esta nueva derecha en Chile se puede encontrar en el Instituto de Estudios de la Sociedad, Centro de Estudios que permite identificar este giro de forma muy nítida.  Su reciente publicación “Primera persona singular”[5], publicado en noviembre de 2019, constituye un verdadero manifiesto en contra del individualismo, que se aleja de la conocida monserga “libertariana – anarcocapitalista” de los partidos de ese sector político. Esto augura un debate interesante y convergente de cara a la Convención Constituyente

En el plano inmediato la propuesta de esta nueva derecha, centrada reconstruir el el concepto de “nación”, permite un debate cívico sustantivo con la izquierda. Sus ideas se pueden reflejar en la política que impulsan dirigentes como Mario Desbordes, José Miguel Ossandón, Germán Codina, y el “nuevo” Joaquín Lavín, amigo de todas las causas justas que encuentra en su camino. Sin embargo, es necesario advertir los nudos críticos que deberá enfrenar esta discusión en el momento en que se deba redactar la nueva Constitución:

1.”Principio de autonomía” versus “comunitarismo heterónomo”: Este punto de discrepancia se visibiliza en el rechazo que expresa el IES a los derechos sexuales y reproductivos, entendidos como una demanda individualista, bajo la noción lockinana de soberanía sobre el propio cuerpo. De la misma forma oponen un intenso esencialismo ius naturalista que choca totalmente con el pensamiento feminista, que prioriza el principio de autonomía como soberanía política de las mujeres sobre sí mismas.

2. “Individuslismo moral” o “individualismo propietario”: La crítica al individualismo que denota el IES es una crítica a la ruptura comunitaria de los lazos societales, para lo cual proponen, parafraseando a Karl Polanyi, reincrustar moralmente la economía. La sospecha que surge desde la izquierda es por el “idealismo” de esa propuesta. Como criticaba Marx, esta derecha compasiva ve al pueblo desde el punto de vista de “la clase que más padece”, y no como una clase social que puede asumir poder, y desde la política imponer un cambio sistémico e institucional. No ven al pueblo como posible sujeto político. De fondo, el IES tiende a circunscribir su crítica al individualismo al plano pre-político, como déficit valórico o ético. No parecen advertir que la superación del individualismo no puede operar sin afectar la noción de propiedad privada que le es completamente inherente.

Estos dos puntos, en los que se plantean legítimas diferencias de políticas y valores, deberán marcar el campo de disputa fundamental en la Convención Constituyente, que delimite un nuevo consenso básico, que permita un pacto social, para la reconstrucción del Chile post estallido y post cuarentena.

[1] Pierre Rosanvallon (2001) “Fondements et problèmes de l’ “illibéralisme” français”, Académie des Sciences Morales et Politiques, Paris.

[2] Matthijs Bogaards (2009) “How to classify hybrid regimes? Defective democracy and electoral authoritarianism”,en Democratization, 16:2, 399-423, DOI: 10.1080/13510340902777800

[3] Sandro Mezzadra y Brett Nielson (2017) “La frontera como método”, Traficantes de sueños, Madrid.

[4] David Harvey (2020) “Anti-Capitalist Politics in the Time of COVID-19” en Jacobin, https://jacobinmag.com/2020/03/david-harvey-coronavirus-political-economy-disruptions

[5] Daniel Mansuy, Pablo Ortúzar, Manfred Svensson, Josefina Araos, Santiago Ortúzar, Gabriela Caviedes, Catalina Siles, y Claudio Alvarado (2019) “Primera persona singular”, Instituto de Estudios de la Sociedad, Santiago.

 

 (*) Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano