Brecha digital, educación y cuarentena en Chile
(*) Por Nicolás Bonilla Hevia
En el contexto de la pandemia mundial del COVID-19, el gobierno anuncia la suspensión de clases por todo abril y adelantamiento de las vacaciones de invierno a las últimas semanas de este mes. Esto consolida un escenario en que la educación deberá ser impartida a distancia y de manera online por un período prolongado. Al encontrarnos en esta situación, se moviliza todo el sistema educativo en pos de la ambición gubernamental de no detener la productividad en ningún sentido. Así, las comunidades educativas se ven sometidas a las mismas presiones que año a año enfrentan por cumplir con las expectativas de este demandante sistema educacional pero, además, de manera remota.
La educación a distancia, como un desafío que no había enfrentado la educación en este país, evidencia las profundas y muchas veces violentas diferencias que ampara el sistema educativo chileno y que vienen aumentando hace muchos años. Por un lado, ya son visibles las diferencias entre el sector público y el privado, donde escuelas privadas realizan clases online y mantienen un horario similar al habitual, mientras que escuelas públicas de comunas vulnerables están totalmente paradas y con pocas posibilidades de realizar algún tipo de intervención pedagógica. Por otro lado, se demarca la diferencia entre lo urbano y lo rural, donde en general en zonas rurales la conexión es mucho menor que en zonas urbanas según datos de la SUBTEL, incluso habiendo sectores rurales donde la conexión a internet prácticamente no existe, por lo que menos aún existe la posibilidad de mantener la educación de forma remota.
Desde las instituciones encargadas de la educación recomiendan y sugieren que lo mínimo para llevar esta a cabo en el contexto actual es tener acceso a internet (y una conexión de calidad), tener un dispositivo tecnológico adecuado (notebook, computador de escritorio, tablet, audifonos, etc…) y contar con un espacio separado y silencioso para tener las clases o actividades en línea. Al contrastar esto con la realidad, vemos que Chile según informa la SUBTEL al 2018 un 44% de los hogares no cuenta conexión fija a internet, sólo un 50,4% cuenta con notebook y un 20,6% con computador fijo, y en pocos casos se cuenta con un espacio aparte para ocupar debido a los altos índice de hacinamiento en sectores vulnerables. Los requerimientos materiales y económicos implicados en la educación a distancia generan una notable y violenta brecha entre las personas, las familias y les estudiantes, según su situación socio económica.
Sumado a lo anterior, las posibilidades de generar aprendizajes significativos en las clases en línea que se logran realizar son cuestionables, muchas veces por la calidad del internet, del espacio en el cual esta es recibida o por la modalidad en que esta es impartida. Respecto a esto último, muchos de los docentes, sobre todos los de mayor edad, no se encuentran capacitados para realizar este tipo de enseñanza remota. Incluso haciendo sus mayores esfuerzos, hay asignaturas como física, química o educación física que requieren enseñanza presencial que sería difícil de lograr, por lo que hace falta una alfabetización digital en este sentido, tanto para docentes, como para las comunidades educativas enteras.
Otras aristas también influyen, como la incapacidad de muchas familias de realizar la cuarentena ya que se ven obligadas a trabajar para sobrevivir y el gobierno no ha entregado garantías para que esto sea distinto. Así, en muchos hogares no hay apoyo familiar para que niños y niñas puedan participar en estas instancias virtuales, como también otras situaciones en que los padres trabajan desde casa y el ambiente doméstico puede estar sometido a otras tensiones y situaciones estresantes, como violencia intrafamiliar, abuso sexual, entre otras. Este aspecto también será algo que las comunidades educativas deberán abordar después de esta crisis, ya que las familias, sobre todo las más vulnerables, verán su salud mental fuertemente afectada en este período.
A pesar de que el Gobierno haya realizado algunos gestos para subsanar estas diferencias e inequidades, por ejemplo, realizando un “Plan Solidario de Conectividad” para intentar a través de las distintas compañías facilitar el acceso a internet, la brecha es tal que esto no es suficiente. De hecho, la decisión de adelantar las vacaciones de invierno deja ver la posición política de las autoridades frente a los niños y niñas que deberán pasarlas encerrados en sus casas.
En definitiva, algunas decisiones que ha tomado el actual gobierno respecto a la respuesta global frente al COVID-19 y en específico en educación, han puesto en evidencia la fuerte brecha digital y social que existe en nuestra sociedad, plasmando un clima de exclusión e incluso discriminación, donde queda claro quienes pueden y quienes no. Lo que está sucediendo solo fortalece y reafirma las demandas que hace años se vienen gestando por una educación digna y de calidad para todos y todas, reclamos que seguirán vigentes y que son una responsabilidad por la que deben seguir luchando quienes trabajan en educación.
(*) Psicólogo. Programa Habilidades para la Vida. Escuela de Psicología UAHC.