¡Central Unitaria de Trabajadores, uníos!
(*) Por Cristopher Ferreira Escobar
Pronto se llevará a cabo la eterna disputa entre trabajo y capital, elementos constitutivos de los factores productivos, y que obtienen por la participación en el proceso mismo los salarios y ganancias. David Ricardo ya decía que un aumento del salario se traduce en una disminución de las ganancias; sin duda se trata de una redistribución de un porcentaje mayor sobre el total de lo obtenido por concepto de productos, bienes y servicios.
La historia de este conflicto es de largo aliento y compleja para los trabajadores, los que han posibilitado aumentos significativos en el Producto Interno Bruto desde el retorno de la democracia, pero que han obtenido migajas y miserias expresadas en su cotidianidad por un salario miserable —y eso que no contabilizamos los factores negativos propios de nuestro modelo—. Es cosa de ver la relación entre PIB y salarios para dar cuenta de la brecha cada vez más profunda y desigual en Chile. Asimismo, es cuestión de ver los informes del presupuesto familiar presentado por el INE (incluso antes de la pandemia), en donde se constata permanentemente que los primeros cuatros quintiles, es decir, el 80% de los hogares en Chile, viven con un egreso superior al ingreso, lo cual se traduce en déficit, en pobreza. Este concepto es central bajo mencionada definición, porque acá no hablamos de la pobreza en el sentido judeo-cristiano ni franciscano, ni de indigencia, sino simplemente la incapacidad de no llegar a fin de mes con tu salario. Por lo tanto, una gran población existe pobre, y la clase media no existe.
La pandemia y la crisis económica vino a demostrar algo que sale recurrentemente como problema: la fragilidad del trabajo. Y es que el capitalismo ha demostrado ser una máquina de desequilibrios (así funciona), de explotación y pauperización del trabajo y de la naturaleza. ¡Un depredador insaciable! No estoy indicando que esta crisis económica sea resultado del modo de producción capitalista, sino que su efecto sobre el trabajo se evidencia igualmente en esta coyuntura económica. Es decir, las posibilidades económicas dependen del intercambio de mercancías, y estas sólo se efectúan en las condiciones de aseguramiento del intercambio, por lo que una crisis disminuye las posibilidades mismas de producción y todo lo que ello implica; la idea es simple, si no está garantizada la rentabilidad, no hay intercambio, no hay producción. Hay que tener en cuenta que, para Marx, el hombre es una mercancía, y que fluctúa, por lo tanto, bajo la lógica propia del sistema.
Esto tiene cuerpo y alma en la situación actual, tanto a nivel latinoamericano como nacional. Prueba de ello son las declaraciones del Banco Mundial sobre la desaceleración en América Latina y su pobreza notoria. En nuestro escenario, las Cuentas Nacionales como el Informe de Política Monetaria (IPoM) entregado por el Banco Central, evidencian una desaceleración de la economía a partir del cuarto trimestre del 2021 y un crecimiento proyectado a la baja para este 2022, con una disminución mayor para el año siguiente. Estos casos se traducen a una disminución de la gran masa de Trabajadores, esa que en Chile por concepto de sueldo mínimo es del 50% (y eso que no está constatado el trabajo informal), y que, por ende, disminuye la ocupación de plazas de trabajo, y en efecto, la situación de los trabajadores vuelve a una fragilidad mayor. Las izquierdas deberían poner en interrogación esta forma de producción que cada cierto tiempo sitúa entre paréntesis a los trabajadores, llevándolos a condiciones de crisis.
En los países menos desarrollados como los de nuestra región, al ser rentistas y no tener en mano los medios de producción de mercancías manufacturadas, se ven envueltos en situaciones de mayores complejidades. Esto ya lo mencionaba Raúl Prébisch por allá en 1949 en la Cepal, a propósito de su teoría Prébisch-Singer, la cual problematizaba el intercambio desigual entre la periferia y su producción de materias primas (commodities), y un centro con su producción de mercancías manufacturadas, indicando a grosso modo que, en momentos de disminución de los precios, se ven afectadas mayoritariamente las materias primas que lo manufacturado como una constante.
En lo referido al gobierno de Boric, el panorama es complejo. Sin embargo, se dieron buenas noticias para los trabajadores en torno al aumento del sueldo mínimo a $ 400.000 pesos. En este contexto, pronto podría figurarse los fantasmas del desempleo e inflación, temáticas recurrentes en momentos de economía “normal”, y peor quizá en estadios de crisis. ¡No es novedad! Historias como estas son más viejas que el hilo negro. No hay que olvidar que los problemas que señalan las pymes son dos, uno referido a la alta competencia, y dos, la falta de demanda, por lo que un aumento del salario se podría ver traducido en factor positivo para estas empresas al contar con mayor liquidez por parte de los trabajadores. Otro tema importante y de reflexión crítica es la idea de trabajo como necesidad del sistema capitalista. Para Karl Marx, el trabajo sólo existe dentro del sistema de producción, es una categoría ad hoc y funcional al mismo, pues el trabajo contiene y expresa los elementos lógicos del capitalismo. No obstante, lo que Marx nunca pudo explicarse fue porqué el trabajo era representación de valor. Tarea pendiente.
Lo que sí queda en claro, es que el trabajo al ser parte del proceso, teniendo el componente humano contenido en ella como mercancía, afronta siempre las vicisitudes de las crisis recurrentes del sistema económico, lo que permite prescindir de su función en cada momento donde no es necesario como masa de trabajo.
¿Qué hacer? Hay un arma de doble filo en el trabajo, por un lado, mantiene en funcionamiento el modelo de producción, y por otro, son los que padecen del mismo modelo. Reforzar el trabajo es algo que no permite salvaguardar al trabajador en momentos de crisis, eso se está viendo. De todas formas, la lucha no es por fuera del sistema, ni con almas bellas. Así que una política debe tener como horizonte velar por aquellos que nos entregan estabilidad, los trabajadores. Asimismo, ir en la dirección de la superación del capitalismo, cuestión difícil pero no imposible.
Columna publicada en Le Monde Diplomatique
(*) Doctorante en Estudios Transdisciplinares Latinoamericanos, UAHC. Cientista Político. Director de la Fundación Politología, Centro de Estudios.