Chile es el paraíso del eufemismo, fue dictadura y dos mil años así lo atestiguan
Por Pablo Zúñiga San Martín (*)
La verdad es que he revisado diccionarios, diversos artículos, he escuchado lumbreras de la política y curiosamente ninguna de ellas ha relativizado el concepto de dictadura del mismo modo en que se plantea desde el Consejo Nacional Educación. Nadie cambia algo de lo cual se siente orgulloso, nadie reemplaza con un eufemismo algo que le identifica o que le resulta indiferente, se cambia algo por la sensación de culpa o para aquietar el alma cuando se lleva un pasado de dudosa moral.
La dictadura fue un recurso político utilizado en la república romana, el dictador tenía todos los poderes, pero con limitaciones: no podía abolir ni cambiar la constitución, declarar la guerra, imponer nuevos impuestos y no tenía competencia en la jurisdicción civil. La dictadura en estos términos cambia y decae desde el siglo II antes de Cristo y desde ahí asume la connotación que posee hasta ahora y que obviamente corresponde al gobierno que este Ministerio de Educación no podrá cambiar, aunque suprima todas las horas de historia, lo introduzca en todos los textos de enseñanza y los machaque en todo los niveles; el imaginario, el relato construido desde hace dos mil años difícilmente podrá ser cambiado por un gobierno transitorio.
Es nada más que un saludo a la bandera que algunos columnistas de derecha hayan escrito desdramatizando este hecho. Cambiando el nombre al de “régimen militar”, esos columnistas, diputados y otros, quedan exculpados. La tarea es demasiado colosal, lo saben, por lo mismo no seguirán profundizando este debate, así lo indica el sentido común.
¿Por qué un gobierno de derecha quiere cambiar el nombre de dictadura por el de régimen militar? La razón es simple y en lo profundo habla de la dudosa calidad moral de nuestra elite, esa misma que gracias al sistema binominal logró materializar el ejercicio de la política en un régimen democrático, que denostó la democracia que existía hasta antes del 73, que prefiere referirse a lo que todo el mundo conoce como golpe militar como “pronunciamiento militar”.
Los militares se pronunciaron con un brutal golpe y se ciñeron completamente a lo que teóricos de cualquier lugar saben que conceptualmente es una dictadura. La chilena calza perfectamente en el concepto construido desde hace más de dos mil años: hubo un dictador que fue un tirano, abolió la constitución, proscribió los partidos políticos, se declaró en guerra para imponer estados de sitio permanentes, para perseguir y torturar a miles de personas. No sólo eso, bajó impuestos (a los bancos y a la minería), se apoderó de cuenta empresa estatal para repartir el botín entre los suyos (hoy parte de la élite que pretende negar lo innegable).
Pero aún fue por más, cambió la constitución e institucionalizó procesos que hasta hoy siguen proyectando su perversa sombra sobre los chilenos del siglo XXI. Sus leyes han servido para blanquear lo imblanqueable, como la ley de amnistía u otras que incluso le permitieron al dictador asumir como senador ¡y vitalicio!; leyes, que han sido aceptadas para jugar el juego de esta democracia, sin entender que es preciso cambiar la constitución y darle una re fundación simbólica a la transición.
Para dejar atrás su dictadura necesitamos una nueva carta fundamental, acorde a los tiempos que corren y al Chile que vivimos. Si no lo logramos, el tema seguirá siendo una bandera de lucha electoral, un catalizador social permanente y pagaremos los costos de no ver la dolorosa realidad que reaparecerá cada vez que un grupo pretenda cambiar por decreto el peso de los hechos.
Recuerden que en Argentina el dictador fue condenado a cadena perpetua. Aquí en cambio, a Pinochet se le sigue nombrando incluso como ex presidente. Un ex presidente que nadie nunca votó, que se ciñó estrictamente a la legalidad que él creó, que nunca pudo ser juzgado por nada, pues hasta el fin de sus días amenazaba con uno u otro ejercicio militar que dejaba a todos temblando. ¿Eso es un ex presidente?
Pero no nos engañemos, el telón de fondo de todo esto es realmente la capacidad de la UDI de imponer su ethos (que según el Diccionario de la Real Academia es el “conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad”). Sinceramente no creo que ese sea el “ethos” del presidente; él votó por el NO y ganó con esa opción a parte del electorado, él sabe que lo de Pinochet fue una dictadura. Esto no es más que una doblada de mano de la derecha más conservadora y reaccionaria. El “jefe” del partido del Presidente dice que el nombre dictadura es peyorativo, no, es un nombre vergonzoso y que a algunos les queda muy bien.
Esta es una de las herencias del ex ministro Bulnes que será recordado en los textos, en los relatos que se construyan, tendrá que lidiar con ello en la arena política en que está dispuesto a competir, como lo ha señalado.
La pregunta que le harán a los profesores de Lenguaje, Historia y Ciencias Sociales de primero a sexto básico cuando postulen a trabajar a algunos colegios será entonces: dígame usted ¿cree que fue dictadura o régimen militar”?, ¿fue golpe o “pronunciamiento militar”?, En esa simple respuesta condicionada se jugará de una vez y para siempre eso que tan pomposamente han llamado “la nueva forma de gobernar”, que al final no es más que la misma estrategia de la dictadura: la intimidación, el miedo que busca la reescritura mañosa de nuestra historia. O sea, lo mismo que le permitió al dictador hacer y deshacer sobre la vida y la muerte de miles de chilenos, que no tuvieron que preguntarse si era dictadura o régimen militar. La mayoría de este país lo sufrió, lo vio, lo ve y no quiere aceptarlo. Pero están los otros, aquellos a los que jamás les dará lo mismo si fue dictatura o régimen militar, pues llevan ese régimen con más de alguna marca en su cuerpo que les recuerda a un dictador, que ni siquiera se merece un eufemismo.
(*)Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano