Claude Auroi y nuevos enfoques antropológicos_”La aceptación de cosmovisiones desde la etnicidad nos puede ahorrar un montón de problemas”

Claude Auroi y nuevos enfoques antropológicos_”La aceptación de cosmovisiones desde la etnicidad nos puede ahorrar un montón de problemas”


El politólogo, investigador social y económico, Claude Auroi, doctor de la Universidad de Ginebra y Presidente de la Sociedad Suiza de Americanistas prefiere recurrir a la historieta clásica Tintín de Hergé para explicar las claves del relativismo cultural durante el conversatorio “Nuevas perspectivas antropológicas y políticas en los estudios europeos sobre América Latina”, organizada por las Escuelas de Antropología y Ciencia Política y RRII de la Academia.

Desde su experiencia dentro y fuera de las aulas, Auroi se refiere con la misma propiedad a la forma en que se desarrolló la agricultura en Cuba durante la revolución, la tensa relación entre los agrónomos y los campesinos peruanos que prefieren guiarse por los espíritus de la montaña en lugar de las etiquetas de nuevas semillas y de las viñetas del aventurero belga donde exploradores europeos se quejan porque los indígenas de la selva sudaca no saben jugar al golf correctamente.

Aunque parezca evidente, en palabras del académico suizo, la solución al diálogo entre investigadores, sociedad y visión de mundo se resuelve integrando esa cultura desde el otro. Una práctica que suele olvidarse desde la formación. “La aceptación de diferentes cosmovisiones desde la etnicidad nos puede ahorrar un montón de problemas”, cree Auroi. Como si se tratara de especies que desaparecen, el profesor ejemplifica este conflicto con el caso de los indígenas y campesinos del altiplano que, merced a la influencia de la modernidad, han ido cediendo sus reivindicaciones e identidad indígena al definirse como peruanos y no como quechuas. Esto mismo sucede con otros pueblos de la región”, explica.

“Las industrias suelen quitarles a estos pueblos las oportunidades de tomar sus propias decisiones y los estandariza. Alguna vez los investigadores sociales creímos que, a la larga, la modernidad premiaría a los pueblos indígenas pero nos equivocamos en el enfoque”, agrega sobre poblados donde los trajes típicos han ido desapareciendo en pos de los jeans y otras modas. “Sin embargo, ¿hay que juzgar esto?. No lo creo. Porque de la misma forma, la innovación puede venir desde otros lugares”, reflexiona.

Siempre ligado a la investigación agrícola, cuenta que en sus años trabajando en Perú, fue testigo de cómo diferentes variedades de papas, desechadas por los agricultores comerciales de Huancayo, eran recuperadas por los campesinos quienes las mejoraban y extendían en el cultivo de terrazas hasta el día de hoy. “El mejor camino es aceptar las incertidumbres que son la base del relativismo cultural”, dice Auroi.

“Soy un realista crítico y me parece que vivo bien de esta manera”, agrega sin perder la sonrisa y lanzándose contra otras visiones étnicas de preguerra que combatió desde su biografía cuando toda la juventud europea estaba extasiada con las revoluciones sociales y políticas del 68, pero él prefirió protagonizarla desde Cuba, a donde se fue a sembrar café. Literalmente.
De este período que él define como el de “un estructuralista anclado en una isla marxista en pleno cambio” nace su trabajo más célebre: “La nueva agricultura cubana”, investigación que traza un paralelo entre un proyecto revolucionario magnánimo que chocó de frente con sus propias normas productivas. Recuerda de ese paso por Cuba, grandes cuadrillas de jóvenes (cubanos y europeos) que trabajaban inútilmente de sol a sol para obtener plantaciones desde un suelo arcilloso como metáfora de la otra utopía.

Diálogo de tontos

“Finalmente los pequeños agricultores de la isla nunca lograron tener tantas extensiones de terreno como las de los predios expropiados donde se realizaba la mayor producción de productos clave como café, caña o leche. De esa manera el Estado evitaba que los agricultores se enriquecieran y llegaran a convertirse en capitalistas agrarios. Como estudiante del marxismo, la ideología no me parecía una solución aceptable”, dice el crítico.

El politólogo que cuenta con numerosas investigaciones en el área de la antropología y ha sido profesor invitado a numerosas universidades europeas y latinoamericanas, compara la situación con la crisis en Venezuela, “un país donde Estado no sabe qué hacer con lo acaparado. Lo que sucede en este tipo de situaciones es un dialogo de tontos cuando una visión totalmente marxista estalinista intenta entrar al dialogo con otra parte cuya eficiencia está reglada por el mercado y visceversa”, define.

-¿Qué expectativas tiene sobre la continuidad de las relaciones entre Cuba y EEUU?
-Creo que si bien en Cuba el cambio cultural va a generarse, sí va a hacer gradual y lento porque el régimen aún mantiene el control sobre el proceso. Pero si se nota una voluntad de apertura por parte de Raúl Castro y quienes se dan cuenta de que no podrán quedarse con un sistema comunista puro y duro. De alguna manera tendrán que evolucionar. En la mixtura destaca cómo ya hay contactos entre cubanos exiliados que, tras haber sufrido expropiaciones, podrían ver devueltas parte de sus antiguas propiedades como parte de esta transformación.

Sobre cambios a nivel cultural, antes de imaginar cualquier influencia hay que preguntarse “¿Qué es Cuba?”. Mi respuesta es que, al menos, yo no lo sé. Es un país desarrollado en cierta manera, que cuenta con unas élites que provienen de Europa como los mismos Castro que son de Galicia. Hay un montón de herederos en esta situación, pero el guajiro, el campesino, también se ha acriollado y conformado una cultura popular. Esto podría compararse con la cultura del huaso en Chile. Ambos tienen sus peculiaridades, pero van evolucionando poco a poco e indefectiblemente hacia otra cosa nueva. No creo que haya que adelantar nada sobre estas influencias, pero de que las habrá, las habrá.