Columna del profesor Raúl Zarzuri: Aprendizajes de una victoria, Matías Toledo y Puente Alto
Por Raúl Zarzuri
Sociólogo. Docente de la carrera de Sociología de la UAcademia
Columna publicada en Cooperativa
Matías Toledo Herrera fue el segundo alcalde más votado del país en las elecciones municipales pasadas. ¿Una sorpresa? Creo que no. Ya se perfilaba como un gran candidato en los comicios anteriores, en los que perdió contra el exalcalde Germán Codina (RN), quedando en segundo lugar con 34% de los votos. Nada de mal.
Pero ¿qué nos dice su triunfo? Lo primero que quiero rescatar es que esto no hubiera sido posible de no haber contado con una organización que “tiene calle”. La Coordinadora Social Shishigang, que es una organización que realiza un trabajo con eso que se podría llamar todavía “pueblo” y que, entre sus fortalezas, tiene un gran compromiso social, que les ha permitido “enraizarse” en Puente Alto, cuestión que pavimentó el triunfo. Estar y trabajar en los territorios populares debe ser la consigna que nos debería movilizar para las próximas elecciones que se avecinan, si se quiere tener alguna oportunidad frente a la derecha.
Dentro de esto, otro elemento a considerar es la cercanía con un género musical en muchos casos denostado, me refiero a la llamada música urbana y en especial el trap, que recoge experiencias juveniles vividas en la marginalidad recreando, de manera fuerte, en muchos casos, los contextos que se viven en esos sectores. Precisamente, uno de sus grandes cultores del género, Pablo Chill-E, es uno de los fundadores de la organización. Por lo tanto, tenemos una convergencia entre cultura y política, donde la política se vuelve cultura y la cultura, política, y esto atrae.
Lo segundo, me parece que fue estratégico ir como candidato independiente. Pero “the real independiente”, no en una lista de partido por más “progre” que fuera o lo que signifique esa palabra. Creo que eso supuso sumar más que restar. El cansancio que hay con eso que llamamos “la política real” es abrumador. Porque esta no habla el lenguaje de la gente común y corriente; no está en los lugares por donde transita la vida cotidiana de todos, sino en unos espacios consagrados al rito de la política: “El olimpo de los dioses” (el Congreso, el Palacio), alejados del coro (la gente común), si parafraseo a un viejo cientista político (José Num). Ese coro que ocupaba siempre lugares secundarios dentro de la tragedia griega. Hoy una parte de ese coro deja de ser secundario y pasa a la primera fila: a la conducción de un municipio. Precisamente en esta oportunidad se habló en el lenguaje de esa gente.
Lo tercero, y creo que esto es una enseñanza para todos los que nos consideramos de izquierda, lo leí en una entrevista que le hicieron a Toledo, donde señalaba que lo que debemos hacer es convivir con la contradicción que existe en el mundo popular. Él usaba el concepto de “militar en la contradicción”. Menuda tarea nos depara, ya que precisamente la formación que recibimos, los que tenemos más experiencia (para no decir más viejos) es que no podía haber contradicción. Lo que importaba era la uniformidad ideológica. Los desvíos eran castigados. En los contextos actuales, donde el capitalismo ha copado toda la materialidad, sólo queda dar la pelea en el mundo de la subjetividad. Y esa es una “gran batalla”. Porque todos hemos sido colonizados, más menos por la economía neoliberal. Deseamos cosas. Y ¿qué hay de malo en desear? Cuando precisamente se nos vendió que podíamos alcanzar y tener lo que quisiéramos si adscribíamos al modelo.
Hace unas semanas atrás me encontraba en un sector poblacional y un joven organizado con quien conversábamos nos decía: “A nosotros no nos gusta que nos traten de pobres. Si arriba (los sectores altos) comen caviar, nosotros queremos caviar. Si ellos se pueden comprar las zapatillas más caras, ¿por qué nosotros no?”. Tremenda verdad y una verdad obvia. La cuestión es desear y tener todavía ganas de enlazarnos socialmente y de pensar en unos otros.
Vivir en la contradicción o militar en ella, supone que no hay pureza ideológica cuando nos referimos a eso que llamamos “la izquierda” y al pueblo que la contiene. A esta altura nadie, creo yo, sabe que significa esa palabra. Esto es relevante, no sacamos nada con quedarnos o apelar a una “pureza ideológica y estática”; que se quedó pegada en el pasado y vocea viejos mantras que tuvieron sentido en épocas pasadas; en contextos totalmente distintos. Hoy en día debemos resignificar esas letanías. Significa vivir la diferencia y respetarla. Debemos dejar de decir, si parafraseo a Orwell, “somos de izquierda, pero nosotros somos más de izquierda que ustedes”.
Cierro señalando que los que nos enseña el triunfo en Puente Alto refuerza, para mí, la idea del autonomismo. Autonomismo de los partidos políticos tradicionales en primer lugar. Gracias a eso se alcanzó una votación tan alta. Pero también debería haber autonomismo en la gestión local. Esto no significa denegar del Estado, al contrario, es ponerse frente al Estado como un igual y enfrentarlo y así hacer políticas locales en conjunto con toda la comunidad.
Esto es un tremendo desafío. La administración de un gobierno local es una cuestión no sencilla. Como se dice por ahí: “otra cosa es con guitarra”. Pero si las organizaciones que llevaron al triunfo en Puente Alto se mantienen fiel a los principios que las llevaron a ganar la alcaldía y, cuentan con buenos equipos, no debería haber problemas.