¿Cómo cuidamos a nuestras comunidades escolares de las huellas que dejará el COVID-19?
(*) Por Katherine Maturana
Ha estado en el eje de la discusión respecto de las escuelas y educación en tiempos de pandemia, el cómo lograr no perder el año escolar en términos académicos. Un aspecto que ha sido olvidado por la opinión pública -no así por las/los que habitan el espacio escolar- es el de la convivencia y, por tanto, el rol de la dimensión inter-relacional que emerge como protección frente a los embates de la violencia que se presenta en varias dimensiones cuando se habita un sector popular.
Porque la vivencia del COVID-19 tendrá consecuencias en diferentes esferas, no solo en la física, siendo un nuevo embate más que vendrá a alimentar la desesperanza en dichos territorios.. La experiencia de desigualdad y de abandono, re-emerge constantemente frente a una política publica que no da abasto o se encuentran siempre “al debe” intentando responder a las necesidades básicas que un territorio puede poseer. Desde aquí, para todos aquellos que trabajamos en dichos territorios, es un desafío el poder utilizar los espacios existentes de manera tal de ser un aporte a que la vivencia de dicha desigualdad no pegue con tanta fuerza.
Por lo tanto, no es para mi extraño que desde las conversaciones y el habitar cotidianidad con las escuelas, es una constante cómo niñas/os y adolescentes refieren a su curso o escuela como “familia” haciendo alusión a que aquel espacio de sostén y cariño permite que la vivencia de desigualdad en sus vidas y territorios sea menos abrasiva; porque la desigualdad se siente en la piel, quema y deja huellas. Siendo la comunidad escolar y el convivir con otros un espacio de interrelación que permite hacer frente al embate de la violencia en sus diferentes dimensiones.
Cómo evitamos la presencia de esas huellas o cómo logramos, decía una profesora el año pasado, que nuestras/os estudiantes sean más fuertes frente a la adversidad que viven cada día. Es de este aspecto que debiéramos ocuparnos, cómo aportamos a fortalecer las comunidades escolares y sus recursos frente a una Pandemia que no solo dejará huellas a nivel económico y social, sino que también a nivel de Salud Mental. Porque lamentablemente la salud mental en territorios populares es un lujo, la saturación de los dispositivos de salud que no dan abasto a las demandas de familias deja la idea de que a aquello solo pueden acceder quienes tienen los medios para hacerlo.
Se vuelve un desafío fundamental que podamos actuar como país y frente a la amenaza de que se pierdan instancias de apoyo a las escuelas de orden promocional y preventivo, debemos alzar nuestras voces y de manera categórica defender aquellos espacios que aportan a la protección y contención de niñas, niños, adolescentes y sus respectivas familias intentando así disminuir el impacto de la huella que esta pandemia puede dejar en nuestros territorios.
(*) Psicóloga UAHC. Magíster en Praxis Comunitaria y Pensamiento Sociopolítico UAHC. Programa Habilidades para la Vida. Escuela de Psicología UAHC