El 2 de septiembre de 2019, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo dio a conocer los resultados del Catastro Nacional de Campamentos realizado en 2018 en todas las regiones del país. Las cifras son desastrosas. La cantidad de campamentos aumentó en un 72% en los dos últimos gobiernos (Piñera: 2010-2014 y Bachelet: 2014-2018). De 657 campamentos existentes en 2011 se pasó a 802 y el número de familias que residen en dichos asentamientos precarios aumentó de 27.000 a 47.000, y fracción.
La región de Valparaíso es la más afectada con 181 campamentos, donde hay 11.228 hogares en los que residen 26.286 personas. Luego le sigue la región de Biobío-Ñuble con 152 campamentos. En el norte del país se ha registrado el mayor incremento de campamentos con relación al año 2011, en la actualidad hay 40 con más de 4.000 hogares en Tarapacá (567% de crecimiento), 79 con casi 8.000 hogares en Antofagasta (182% de aumento) y 73 con 4.648 familias en Atacama (170% de crecimiento). En Santiago hay 90 campamentos que albergan casi 6.000 hogares (1.346 más que en 2011) compuestos por 12.678 personas.
Las familias señalan que viven en campamento porque sus bajos salarios no les permiten pagar un arriendo y/o porque tuvieron que abandonar la vivienda donde eran allegadas. Del total de éstas, solo el 27% es de origen extranjero (bolivianos, colombianos y peruanos).
Vale decir, las cifras oficiales muestran que la política habitacional neoliberal para sectores de bajos ingresos fracasó. Estas familias cada vez más habitan en campamentos, principalmente en Valparaíso y Biobío-Ñuble, pero, también en el norte del país y en Santiago.
¿Qué explica este aumento acelerado de los campamentos en Chile? Según la Cámara Chilena de la Construcción el valor de las viviendas se ha desacoplado del resto de los indicadores de la economía. Mientras los precios producto de la inflación crecieron un 37% y el ingreso un 24%, entre 2011 y 2018, el valor de las viviendas aumentó 67%.
Si se confronta el ingreso promedio de una familia (33,8 UF = 913.000 pesos) y el valor promedio de una vivienda (3.089 UF = 86.492.000 pesos) se obtiene que el índice de acceso a la vivienda en Chile es extremadamente alto, es decir, es “severamente no alcanzable”.
Esto sin considerar que el “promedio” oculta la profunda desigualdad en la distribución del ingreso en el país. Si se observa dicha distribución se puede ver que el 85% de los trabajadores no alcanza dicha remuneración “promedio” mensual (913.000 pesos). Esto significa que, la mayor parte de la sociedad no tiene ingresos suficientes para acceder a la compra de una vivienda de valor promedio.
Es por esto que el allegamiento, el arriendo y los campamentos han aumentado de manera exponencial los últimos años. Los propietarios de viviendas cayeron de 70% en 2000 a 59% en 2017 y los arrendatarios aumentaron de 18% en 2000 a 24% en 2017.
De esta forma, la dinámica económica ha empujado a los grupos de ingresos medios al arriendo y a los grupos de bajos ingresos a la residencia en campamentos o el allegamiento.
Los empresarios han señalado que las causas de estas negativas cifras es la supuesta excesiva regulación del mercado, presionando para desregularlo aún más. Así, instalan un falso problema en el debate público, expresado en la pregunta: ¿más mercado o más Estado? Cuando en los hechos, los empresarios utilizan las instituciones públicas (Estado) y privadas (mercado) para garantizar la inversión y acumulación de capital en la producción y comercialización de viviendas. Vale decir, en el actual modelo, entregar más facultades al Estado (“más Estado”) puede significar mayor capacidad de trasferir recursos públicos a los privados para garantizarles altas tasas de ganancia, como en el (mal llamado) proyecto de integración social y urbana. Necesitamos de otro Estado, no más de éste.
Cada día llegan en promedio 10 familias a vivir a un campamento en Chile. El asunto es serio, y estos problemas de profundización de la exclusión económica y política de las familias trabajadoras de bajos ingresos originados en el modelo neoliberal, no se van a solucionar con más neoliberalismo (desregulación del mercado).
Para revertir este mal, es preciso que este segmento de la sociedad alcance representación institucional de sus intereses, romper con su exclusión política. Para ello se requiere de la organización y conducción de sus reivindicaciones en la calle y en las instituciones: ¡representar, no suplantar! Ya no basta con protestar, es necesario terminar con la marginalidad política de las familias pobladoras. Para ello se debe levantar lucha reivindicativa y alternativa política desde las poblaciones, articulada y no en competencia u oposición a los movimientos sociales de los grupos de ingresos medios. No habrá superación del neoliberalismo sin unidad política del pueblo.
(*) Docente Universidad Academia Humanismo Cristiano. Investigador Fundación Feman