Cristina Oehmichen, antropóloga mexicana_ “El capital ha convertido la diferencia cultural en un atractivo comercializable”
“Cultura, Patrimonio y Pueblos Indígenas” es el nombre de la conferencia de la doctora en antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México, Cristina Oehmichen, en la que abordó las redes que vinculan la identidad y las relaciones interétnicas con procesos migratorios como el turismo o la gentrificación. La clase dictada en el contexto de la inauguración del año académico de la Escuela de Antropología de la Academia, trazó un interesante paralelo entre la perspectiva social de México y Chile enfrentados al supuesto desarrollo que implica la inversión turística privada y estatal.
“El capitalismo ha resignificado las zonas turísticas y a las poblaciones indígenas luego del acceso de las clases trabajadoras y pensionados a este mercado que creó una nueva clase ociosa que se vio favorecida por el dinero plástico y los créditos”, describió Oehmichen. “El capital genera una gran polarización que convierte la diferencia cultural en un atractivo comercializable”, agregó.
Como ejemplos expuso los casos de Michoacán y sus celebraciones del Día de los Muertos, que desde los años 30 ya registraba cómo los turistas colapsaban zonas ceremoniales. El problema persiste hoy, pese a las inútiles advertencias de la autoridad a los turistas (en su mayoría estadounidenses) de no sacar fotos en las calles, explica la doctora en antropología. “Ha llegado a tal punto la crisis que sus habitantes han solicitado a la Unesco que su ceremonia deje de ser reconocida como Patrimonio de la Humanidad”, dice.
Situaciones similares han ocurrido con otras celebraciones típicas como La danza de los Viejitos en el pueblo de Jarácuaro, los desfiles de los Parachicos en Chiapas o el rito de los voladores de Papantla en Veracruz, quienes incluso han debido acudir a los tribunales para pelear la apropiación de su imagen por una etiqueta de cerveza. Ese desplazamiento cultural también tiene un correlato físico en la gentrificación que lleva a los verdaderos habitantes de zonas típicas y campesinas a retirarse a la periferia urbana.
El costo de la vida, derivado de la actividad turística, ha elevado los precios de bienes raíces y otros enseres a un nivel que sólo extranjeros y turistas pueden pagar, como ocurre en los llamados “Pueblos mágicos” del circuito maya. “La llegada de las carreteras, por ejemplo, y la aparición de estos pueblos en los mapas turísticos generan inconvenientes que hacen que la espectacularidad reemplace al folclore. No se trata de sufrir por el desarrollo, sino por la forma en que el capitalismo entiende el turismo”, dice la antropóloga, quien pregunta si algo similar ocurre en Chile con Isla de Pascua o San Pedro de Atacama.
“El desarrollo debe ir acompañado de un crecimiento agropecuario, técnico y de infraestructura para agregar valor a estas zonas y no dejarlas a merced de otros intereses particulares. No hay beneficios del turismo para los pueblos indígenas por cuanto ellos no se comportan según las reglas del mercado. Muchas veces ellos ya viven en la pobreza y la exclusión fuera de estos circuitos. Pero desgraciadamente como se dice en mi país ‘si no hay obras, no hay sobras’, agrega respecto a una institucionalización de la corrupción.
El caso Acapulco
“Así vemos el despojo vil y descarado de las mineras y las empresas energéticas. La llegada de enormes complejos inmobiliarios que impiden el acceso al público local a lo largo de más de 300 kilómetros de playas y que atraen el narcotráfico y la violencia a estas tierras vírgenes para el lucro delictivo”, señala sobre el impopular auge criminal que vive Acapulco y Cancún desde 2015. “Acapulco y Cancún son un infierno hoy en día, pero un proceso muy complejo porque México se ha convertido en un país exportador y de tránsito de drogas. Como dice el refrán ‘Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EEUU’. Gran parte de nuestros problemas de violencia tienen que ver con este vecino que es el mayor consumidor de drogas en el mundo”, explica.
“Por otro lado, EEUU no tiene interés en implementar programas sociales para sacar a la gente de este laberinto que es el vicio del consumo de drogas. Mientras eso no pase, nosotros seguimos pagando el precio de esto. Muchas localidades han visto destruido su tejido social en desmedro de una vida digna y libre de violencia. Pero con el vecino que tenemos al norte es difícil otro escenario”, señala la académica invitada.
Pero no todo es tragedia, reflexiona Cristina Oehmichen. Existe un genuino proceso de patrimonialización a nivel latinoamericano que sí ha logrado la revalorización de elementos del pasado prehispánico, como por ejemplo la tradición culinaria, la diversidad étnica y cultural. “Elementos que vienen unidos no solo a lo vistoso de las danzas, los paisajes y los atuendos, sino el saber hacer de artesanías, la música y la gastronomía”, dice bien informada sobre fenómenos como el de la cantante chilena Mon Laferte. Un éxito en México por la mixtura de varias de estas artes, reconoce. “México y Chile son países culturalmente muy biodiversos y eso es una fortaleza muy grande para darse a conocer al resto del mundo y también para resistir”, cree.