De la movilización a la convención: consecuencias de la “mega elección”
(*) Por Rodrigo Gangas
Columna publicada en Página 19
Desde la noche del conteo de votos el 16 de mayo, el sistema político chileno ha reordenado sus cartas y realizado sus más dramáticas jugadas con los resultados de la mega elección en la mano. Desde la posibilidad de constituir por primera vez en la historia una convención constitucional, los resultados electorales que acabaron con la hegemonía del sistema de partidos de la transición, hasta el quiebre de una de las coaliciones más duraderas de la historia política en Chile, todos son fenómenos de la transformación que el sistema político chileno ha sufrido en las últimas semanas.
La llamada “mega elección”, fue tan amplia como sus repercusiones y consecuencias, así como también la multiplicidad de análisis que se pueden obtener. Es importante considerar que el proceso marcó como otras veces la estabilidad de un sistema altamente institucionalizado en la cultura política chilena, ya que el proceso electoral se desarrolló dentro de los márgenes de lo instituido, desde la constitución de las mesas hasta el conteo de votos, el sistema sigue demostrando que goza de buena salud, cuestión que debe seguir siendo aprovechada por los actores. Incluso, la baja participación electoral que bordeo el 43% está dentro del porcentaje que se ha venido manifestando en las anteriores elecciones de representantes, más allá quedan las expectativas que generó el estallido de octubre de 2019, y la mediana participación en el plebiscito de 2020, lo cierto es que la participación fue más que la elección de alcaldes y concejales de 2017. Lo interesante de este proceso se puede contabilizar en al menos tres aspectos.
En primer lugar, una elección realizada en dos días a propósito de lo exigido por la pandemia demostró la madurez del sistema; En segundo lugar, la posibilidad de elegir cuatro tipo de representantes distintos claramente fue lo más llamativo, en el caso de las elecciones de alcaldes y concejales, ya son procesos conocidos, estas se desarrollan con normalidad desde el año 92, y por ende existe un vínculo entre este tipo de elecciones y la ciudadanía.
Respecto a las elecciones de gobernadores y constituyentes, estas son procesos nuevos, al menos en últimos 30 años para el caso de gobernadores y de nuestra historia política para el caso de constituyentes; y en tercer lugar, todo ello derivo en una importante oferta política que concitó la mayor cantidad de candidatos de nuestra historia, la que además rebasó por completo el sistema de partidos tradicionales, extendiéndose a la esfera de lo social, al mundo independiente organizado que es fruto de ya más de una década de movilización social. Quizás un cuarto aspecto a reconocer, es que, en la existencia de una oferta política mayor, fuera de los márgenes de los partidos tradicionales, la relación entre dinero y política ya no resulta tan efectiva como antes, ya que al menos cuatro de los candidatos que más inversión hicieron en campaña no resultaron electos.
En cuanto a los resultados del proceso, sin duda que es ahí donde está lo más llamativo, no solo por que los datos mostraron lo incierto que ha estado el escenario de la lucha política, sino que por las consecuencias o repercusiones de los mismos. Así, desde la debacle electoral de la derecha hasta la irrupción de los independientes, los resultados dejaron varias certezas y otras interrogantes. En primer lugar, este proceso y sus resultados constituyeron el fin de la hegemonía de los partidos que se disputaron la política de la transición, ya que las dos coaliciones que se alternaron el poder político, primero favorecidos con el binominalismo y luego con los pactos electorales del sistema proporcional, perdieron presencia en la Convención, y en algunos casos casi nula participación, el mejor ejemplo es el caso de la Democracia Cristiana que solo obtuvo un convencional.
Claramente la derecha fue la gran derrotada de la jornada, sus resultados no solo no le alcanzaron para retener enclaves electorales tradicionales (municipios), sino que además solo competirán en segunda vuelta por 8 de las 15 regiones, y solo en la región metropolitana la candidata de Chile Vamos llegó cuarto dejando en claro que la política financiada por el gran capital no está rindiendo los frutos de antes, en el caso de la Convención el no lograr ese anhelado tercio que le permitiría oponerse a los cambios los deja más en una trinchera ideológica que con un real poder de negociación.
Si bien la antigua concertación, hoy ex-unidad constituyente, mantiene una base electoral que le permite mantener la disputa regional, la casi nula presencia de la DC en la convención es la muestra más clara de su debacle. Aquellos que se erigieron por décadas como los baluartes de la gobernabilidad y de la estabilidad con políticas de centro (izquierda o derecha da lo mismo) hoy no son garantía para el nuevo ciclo que se abre, y claramente deberán mirar más de lejos. En esa lectura, la izquierda asociada al FA (o lo que queda que encontró su domicilio), los movimientos sociales y el PC, son los únicos que pueden sacar cuentas alegres del sistema de la política tradicional, ya que no solo se hicieron de importantes bastiones electorales, sino que se instalaron en la segunda vuelta en la disputa por la RM.
El caso de los independientes es el más llamativo, y sin duda lo que genera más expectativas para lo que viene. Fruto de un pacto hecho por los mismos actores tradicionales que no calcularon que estaban terminando ellos mismos con su ciclo, los independientes rompieron todas las barreras de lo político y se instalaron en el corazón de la política institucional. La irrupción de los independientes es el reflejo del escenario que se viene evidenciando hace ya al menos una década de movilización social y que tiene su punto más álgido en octubre del 2019. La posibilidad de construir una política más allá de las fronteras que impuso el pacto de la transición (y que hasta la fecha había dominado), se veía con pocas posibilidades si se leía con las lógicas de los viejos partidos, pero la capacidad de organización en listas les permitió alzarse con más de un tercio de la convención, demostrando de paso que la movilización social y la acción colectiva es más que revuelta, estallido y violencia, en definitiva este es un triunfo de la movilización y sus constantes demandas de transformación social, política y económica.
Punto aparte en esto merece considerar que, así como los independientes rompieron con la política tradicional, es momento de considerar también que la participación política no puede reducirse al solo ejercicio electoral, ya que es y será la movilización y su expresión en la convención la que empujará por los cambios más importantes. El fenómeno de los independientes es el reflejo de una participación política por fuera de lo tradicional, la organización de listas de independientes por fuera de los partidos tradicionales es el reflejo de un trabajo territorial expresado en la movilización, y por otra parte, ese mismo fenómeno movilizado demuestra una evidencia de participación concreta e invisible fuera de este circuito institucional.
Una duda queda por dilucidar de este triunfo de los independientes, y más allá de su posición frente a los cambios profundos, es la presencia que mantendrán en el nuevo escenario político más allá de la convención, sobre todo considerando las próximas elecciones parlamentarias. Si bien, es muy difícil auspiciar y definir sus posiciones específicas, lo cierto es que se ha manifestado en su presencia el predominio de las ideas de transformación por sobre aquellas más conservadoras que parapetadas en el 20 % del rechazo buscarán con fuerza mantener la vieja estructura funcionando.
Finalmente, los efectos y consecuencias de la “mega” elección para el sistema político es lo más difícil de prever. Uno de ellos fue lo observado en la última semana con la inscripción de las candidaturas para la primaria presidencial. La imposibilidad de llegar a un acuerdo político que pudiera abarcar una fuerza de izquierda más amplia, no solo pasa por discusiones de exclusiones mutuas en la centro izquierda, sino por la imposibilidad de asumir con claridad un ideario político de izquierda que busque las transformaciones necesarias. La vieja concertación no solo perdió en la elección, sino que también su capacidad de reacción y lejos de re articularse como en estos últimos 34 años, terminó hipotecando la posibilidad de mantener un pacto para realizar primarias legales, que le permita consolidar parte de su capital electoral, y no mantener la fuga de votos hacia la izquierda.
En este nuevo escenario, el sistema político se ha ido reordenando lentamente, las definiciones de frente a la carrera presidencial aún están muy abiertas como para vaticinar resultados, y si bien las encuestas ya comenzaron su propia carrera y la propaganda del miedo de la derecha se ha ido tomando sus bastiones comunicacionales, el resto de los actores aún no han logrado consolidar una fuerza política que garantice una mayoría de gobierno. La carrera presidencial aún está abierta.
(*) Director de la Escuela de Ciencia Política, Gobierno y Gestión Pública UAHC