Debate sobre eutanasia en Chile_Rector Álvaro Ramis: “Romper el tabú de la muerte puede ser muy sanador”
El artículo “Eutanasia en Chile: una discusión pendiente”, publicado en la Revista Médica de Chile explica que con el aumento en la esperanza de vida a nivel mundial, aumenta también la complejidad de la atención de enfermos terminales y los dilemas éticos relacionados. La Eutanasia, del griego eu-tanatos, cuyo significado etimológico es ‘buen morir’, es uno de los grandes temas de la bioética al que se tienen que enfrentar los médicos en su práctica clínica cotidiana. Sin embargo, hasta entonces, era un tópico que permanecía alejado del debate público en nuestro país.
En diciembre pasado, la Cámara de Diputados aprobó la idea de legislar un proyecto de ley que permite solicitar una muerte médicamente asistida, o eutanasia, para personas que hayan sido diagnosticadas de enfermedades terminales o dolencias incurables, y casos donde la situación médica provoque una disminución avanzada e irreversible de sus capacidades, ocasionándole sufrimientos físicos o psíquicos persistentes o intolerables. De aprobarse, en la Cámara Alta, Chile entraría a la selecta lista de siete países en los que se despenalizó la eutanasia, entre los que se encuentran Portugal, España, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Canadá y Colombia.
Álvaro Ramis, doctor en Filosofía y rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, dice que vale la pena destinar mucha atención y claridad a este debate y cita al teólogo dominico Jacques Pohier, quien sostuvo que la eutanasia voluntaria no es una elección entre la vida y la muerte, sino una elección entre dos maneras de morir. “A veces se plantea mal la discusión cuando se dice que la eutanasia es una ley que busca incentivar la muerte de las personas, cuando es todo lo contrario. La buena muerte es una práctica que es muy antigua en la sociedad y tiene que ver con generar todas las condiciones para que la persona pueda fallecer de una manera digna, evitando sufrimientos inútiles e innecesarios”.
Comenta que existe un acuerdo básico que incluso hasta la Iglesia Católica en sus versiones más conservadoras acepta, que es la idea de que el ensañamiento terapéutico es inaceptable. “El punto es que ahí dicen que está bien todo lo que puedan hacer los tratamientos indirectos para el buen morir, es decir, la no acción, pero cuando se trata de generar una acción directa que afecte al paciente, eso es rechazado. Y ahí hay una gran hipocresía, porque lo que se trata de salvar es un principio de doble efecto que dice que, si un médico actúa directamente sobre la vida del paciente, estaría cometiendo un crimen, en cambio si no actúa, pero el hecho de no actuar provoca indirectamente la muerte del paciente, es una persona virtuosa porque ha evitado el encarnizamiento terapéutico”, agrega.
Un buen ejemplo es Bélgica, donde se legalizó la eutanasia y el suicidio asistido el año 2002, siendo uno de los primeros países del mundo en hacerlo y convirtiéndose en un referente en el tema a nivel mundial. Un reciente artículo publicado en The Journal of Medicine and Philosophy determinó que la práctica ha hecho que se esquiven algunos requisitos sin necesariamente incumplir la ley, estirando más allá de lo normado las posibilidades para el término voluntario de la vida. En los 18 años de existencia de la eutanasia legal, nunca se había llegado a tribunales hasta ahora.
En nuestro país estamos lejos de ese nivel de discusión. Pero según Ramis es importante sentar la autonomía del paciente como un derecho importante. “En Chile, debido al paternalismo médico, eso no es muy central. Se suele creer que la persona es ignorante, que no sabe o no puede tomar decisiones y que alguien las tiene que tomar por él. Entonces lo primero es darle la palabra y el rol de autonomía a la persona. En segundo lugar establecer todos los controles cruzados que impidan que esto pueda plantearse con desconfianza, sino que generar una estructura sanitaria que tenga tal nivel de confiabilidad que impida que esa voluntad sea vulnerada para que no se aplique en situaciones que no sean pertinentes, es decir, que no estén las causales por las cuales se puede aplicar una práctica eutanásica, que tiene que ver sobre todo con la irreversibilidad de la situación diagnóstica y el sufrimiento innecesario”.
Hablar de la muerte
Según algunas encuestas realizadas por la Universidad Católica, el 70% de las personas en el país declara que le gustaría fallecer en su casa, sin embargo, el 70% de las personas mueren en los hospitales. “Esto es un reflejo de una cultura que no conversa ni dialoga sobre el tema, no desde el punto de vista trágico, sino que de la reflexión y eso dificulta cualquier decisión llegado el momento”, explica Matías.
Según el rector Ramis, romper el tabú de la muerte puede ser muy sanador. “Sobre todo en esas circunstancias en las que uno puede anticipar procesos y decisiones. La manifestación de voluntades anticipadas, no solo en situaciones de muerte sino que cada vez hay más discusión respecto a voluntades anticipadas en situaciones de pérdida de consciencia (por enfermedades como el Alzheimer o por algún accidente). Hay gente que lo pone por escrito, que conversa con su familia respecto de lo que quisiera que le hicieran y cosas que no desearía vivir o padecer. Y eso permite incluso al personal clínico ser muy respetuoso de esa voluntad y poder atenerse a esos criterios, que muchas veces son muy plausibles. Pero mientras no estén claros y manifestados, todo el mundo queda en duda”.
Así, una legislación de este tipo obliga a las personas a hablar de estos temas. Ramis dice que “nos pone en una circunstancia en la que tenemos que enfrentarnos a este dilema, manifestar voluntades, expresar posiciones y finalmente decidir. Es una acción que cree en las libertades personales, en términos de lo que la persona puede o no decir de su propia existencia en una circunstancia también delimitada”.
Artículo publicado en La Tercera